Nunca como antes, la democracia colombiana había estado tan amenazada por la intolerancia “intelectual”
Pocas veces una campaña presidencial había estado signada por una intolerancia intelectual como esta Santos y Zuluaga.
Y subrayo intelectual. Porque desde varias columnas de opinión, o por medio de misivas que agrupan arrogantemente a grupos de personas que se autodenominan “intelectuales”, se considera que para votar hoy en Colombia no sirve que cada uno crea lo que le dicte su libre albedrío democrático, sino que está permitido exigirles a los demás que voten bajo los parámetros de uno, porque si no, dizque cohonestan el delito o el sectarismo.
Particularmente me sorprendió la virulencia de dos columnas. La de Guillermo González, el exagente literario de William Ospina, y la del escritor Juan Gabriel Vásquez, ambas publicadas en El Espectador.
Al escritor Ospina le pega González ¡qué regaño! por atreverse a expresar que votará por Zuluaga. Aunque admito que los argumentos expuestos por el escritor son tan pueriles que si yo fuera el candidato, le devolvería el voto. “El menor de dos males”, dice. “Porque si el uribismo es responsable de muchas cosas malas que le han pasado a Colombia los últimos 20 años, el santismo lo es de todas las cosas malas de los últimos 100”.
A Ospina lo conocí una vez en Quito cuando presenté su libro de Bolívar, pero reconozco que no es un escritor de mi predilección. Con todo respeto, no me ha desvelado su trilogía sobre la conquista del Amazonas, tan premiada como extenuante. Pero por encima de todo, respeto su derecho a escoger. Y considero que el escritor tiene pecados igual o más graves, que todo el mundo le abona a su libertad de expresión, como no cansarse de aplaudir al régimen chavista y al castrista, que le parecen exitosísimos. Precisamente William Ospina puede pensar así porque no vive ni en Venezuela ni en Cuba. Y por fortuna no lo van a poner preso en Colombia por votarle a Óscar Iván Zuluaga. Por lo menos, hasta la Colombia de hoy.
Otro que me sorprendió ingratamente fue Juan Gabriel Vásquez, escritor consagrado, disciplinado, culto, con sobrados méritos estilísticos, pero con quien tengo un desacuerdo que el inolvidable Mutis expuso alguna vez en un escrito que llamó ‘El servicio inútil’. En él, Mutis se duele de que la imagen que uno a veces tiene de los maestros de la literatura se derrita por causa de sus ingenuidades políticas. Y Vásquez es frecuente.
En su última columna, no considera tolerable que el senador del Polo Jorge Enrique Robledo, argumentando que “Santos y Zuluaga son la misma cosa”, vaya a votar en blanco. Seguro que no son iguales. En eso tiene razón Vásquez. Pero tampoco creo que el que vota en blanco, como lo sugiere Vásquez, apoye “el autoritarismo, el desprecio por la Constitución y la Ley, el caudillismo, la cultura del miedo, y la corrupción probada”. Me dicen que privadamente Robledo se queja de que ha sido matoneado dentro de sus propias filas por culpa de una posición que libremente hizo pública, y en la que está en todo su derecho de insistir. ¿No se suponía que la campaña “sectaria y miope” era la del uribismo? Cómo cambia la vida…
Yo no voy a votar en blanco, porque me parece un desperdicio y una irresponsabilidad. Pero no pretendo imponerle a Robledo la obligación de cambiar su voto en blanco por el de Santos: él sabrá medir, con lo inteligente que es, si su voto es útil.
No votaré por Zuluaga, aunque me choque menos él que su entorno (que, como muchos, considero peligroso), porque me parece muy alto el riesgo de desandar lo andado en el proceso de La Habana. Pero tampoco voy a acusar a William Ospina de cohonestar el delito porque no va a votar por el presidente Santos, solo porque yo creo que es lo que hay que hacer.
Nunca como antes, repito, la democracia colombiana había estado tan amenazada por la intolerancia “intelectual”.
Entre tanto. Nos deben una explicación institucional sobre el hacker, el contrahacker y el recontrahacker.
(eltiempo.com)
María Isabel Rueda