Más allá de Brasil, por su localía, el máximo evento del fútbol mundial, que arranca mañana, no tiene un favorito unánime
Se multiplican las quinielas. Las oportunidades para ver los juegos en pantallas gigantes -plazas, negocios, espacios familiares-, las conversaciones son repetitivas. Todo en medio de un malestar general por los problemas del país que lleva, incluso, a censurar el entusiasmo por el campeonato y la dedicación de tantos al “pan y circo” de “semejante banalidad” frente a la gran crisis que padece Venezuela.
Lo que no se multiplican son los favoritos. ¿O sí? Porque pocas veces el mundial ha carecido de un equipo que reciba ese aval de manera ampliamente mayoritaria, al margen de que la condición de local -y su tradición ganadora- sea invocada para atribuirle muchas posibilidades a Brasil.
También se reconocen las virtudes de España, un campeón con todo para revalidar ese título y su doble éxito en la Eurocopa. Como las de Alemania, a cuya fortaleza de siempre une las demostraciones recientes de sus clubes, o esta Argentina de enorme potencial goleador detrás de un Messi en busca de la consagración definitiva que otorga el más importante escenario. De Holanda, de “esos equipos africanos que siempre están amenazando pero nunca llegan”…
Sin embargo, son más los peros, las observaciones sobre debilidades, que mediatizan sus opciones. Como se condiciona a Italia -siempre subestimada, más siempre “metida en los papeles”-, o a un Uruguay con especial motivación en tierra brasilera. (Por cierto, el charrúa Diego Lugano destacaba ayer por twitter el grueso error de L´Equipe, el prestigioso diario francés, que en un mapa coloca a su país a la izquierda del suroeste de Brasil y clama: ojalá, si ganamos, sepan dónde queda¨).
También al propio mundial le han puesto sus bemoles, por la ausencia de “cracks” de naciones no clasificadas o impedidos por lesiones de última hora, en las cuales tiene mucho que ver el exceso de partidos que juegan las grandes figuras, atadas a compromisos de clubes que pagan mucho dinero y deben multiplicar sus participaciones por todo el mundo para hacer positiva su comercialización.
Y hasta la Fifa recibe sus cuestionamientos -en algunos casos muy merecidos-, incluso de un Maradona tan facilista para soltar calificativos como imposibilitado para mirar hacia dentro.
Al final, el avasallante monstruo de las comunicaciones acalla todo. Y cuando comience a rodar el balón entre brasileros y croatas, “todo el mundo” -literalmente hablando-, “se pegará”
durante un mes al quehacer de equipos e individualidades.
Hasta en Venezuela, donde su Vinotinto quedó -otra vez- fuera del Mundial, y hace seis meses se espera la designación de un nuevo seleccionador.
Armando Naranjo
donarmandonaranjo@gmail.com
@DonArmandoN