El presidente de la República, Nicolás Maduro, que ya ha tenido que lidiar con las protestas callejeras lideradas por la oposiciín y los estudiantes, ahora enfrenta una nueva amenaza desde un bando inesperado: los izquierdistas de la vieja guardia que lo acusan de traicionar el legado socialista de su predecesor, que lo catapultó al poder.
Maduro fue designado por Hugo Chávez (1999-2013) como su sucesor en la presidencia y él no ha tenido recato alguno en invocar el nombre del difunto líder cada que puede. Pero los socialistas más ortodoxos se han quejado acerca de su política monetaria de corte liberal, que creen contraria a la revolución.
Las tensiones llegaron a un punto de tensión mayor la semana pasada cuando el mandatario despidió al Ministro de Planificación de Venezuela, Jorge Giordani, un economista marxista que por su estilo de vida espartano y su doctrina anticapitalista los medios lo llaman «El Monje».
Pero su retiro forzoso y jubilación no se han hecho en el silencio al que algunos monjes están acostumbrados.
En un extenso folleto publicado en varios sitios de internet, Giordani acusó a Maduro de deshacer el legado de Chávez y de no poder controlar su gestión. Insinuó que su gestión de gobierno ha estado marcada por la corrupción y la incompetencia. «Resulta doloroso y alarmante ver una presidencia que no transmite liderazgo», dijo en la publicación.
A la crítica de un personaje alto perfil, dirigentes sindicales y ex asesores de Chávez han convertido de Aporrea, un popular sitio web donde se discuten públicamente temas de la política y pro-gobiernista, en un foro atiborrado de ataques cada vez más contundentes en contra del primer mandatario.
Las acusaciones de que Maduro ha manejado mal el legado chavista tienen el potencial de hacerle daño. Maduro, ex líder sindical, logró una estrecha victoria electoral montado en la ola de admiración, simpatía y tristeza que siguió a la muerte de cáncer de Chávez el año pasado.
Si Maduro pierde el apoyo de los ideólogos de la izquierda se verá en graves apuros para continuar con las reformas económicas que podrían sacar del país de la espiral de caos económico en la que se ha sumergido, dijo Max Cameron, experto y politólogo de la universidad de British Columbia.
«Este es uno de sus mayores problemas», dijo Cameron.
Y eso es mucho decir.
Maduro enfrenta una serie de problemas en su segundo año de gobierno: las protestas de la oposición han dejado 43 muertos según los datos oficiales; la moneda venezolana, el bolívar, ha perdido más de la mitad de su valor frente al dólar durante su mandato y la escasez artículos de primera necesidad, como el papel higiénico o la harina, que es imposible encontrar en los anaqueles de los supermercados.
La imposibilidad de adquirir divisas ha obligado a las automotoras más grandes de Venezuela a finiquitar sus operaciones porque no pueden importar auto partes. El desempleo que generó envalentonó a un grupo de trabajadores del sector automotriz que le escribieron una carta a Maduro advirtiéndole de que defenderían sus trabajos con el mismo fervor con el que han defendido la revolución.
Incluso las milicias pro-gubernamentales se han unido al grupo de quejosos. A principios de este mes, una alianza de los llamados «colectivos» emitió un comunicado pidiendo al Partido Socialista Unido de Venezuela elegir a sus líderes de manera más democrática.
El economista Heinz Dieterich, que viven en México y fue asesor cercano de Chávez, publicó el martes una carta abierta diciendo que las posiciones ideológicas de Giordani pueden considerarse anticuadas pero que eso no significa que el gobierno le vaya a ir mejor sin él.
«Los trabajadores empiezan a desesperarse y radicalizarse ante la ineptitud e inacción del gobierno», dijo.
Hay indicios de que los partidarios de Maduro han tratado de silenciar a los críticos.
El ex ministro de Energía Eléctrica de Chávez, Héctor Navarro, pidió públicamente que se investigaran las denuncias de corrupción que hizo Giordani. Pero luego, el martes, dijo que había sido despojado de su papel como líder del Partido Socialista Unido de Venezuela y que fue referido una Junta Disciplinaria.
Por su parte, Maduro ha ignorado muchas de las críticas porque dice que las reformas que está impulsando son esenciales para estabilizar la economía.
Durante el último año, el Banco Central de Venezuela ha fijado varias tasas de cambio paralelas, que los críticos consideran como devaluaciones monetarias disfrazadas y hechas con sigilo.
En marzo, el banco puso en marcha un sistema de compra de dólares basado en la oferta y la demanda a ocho veces de la tasa oficial de la divisa. La liberalización de la moneda tuvo como propósito frenar el mercado negro del dólar y permitir que empresas y ciudadanos pudieran comprar esa divisa a diario.
Hace poco, algunos asesores de Maduro dijeron que en el futuro podrían unificar los distintos tipos de cambio en un sólo sistema.
Maduro sostiene que la revolución debe continuar buscando soluciones aunque pareciera que él liberó las restricciones de compra y venta de divisas de mala gana, como un último recurso. Como ya es común cuando surgen retos y amenazas a su liderazgo, el mandatario respondió a sus críticos con invocaciones a la memoria de Chávez.
El miércoles se dirigió a sus detractores directamente. «Bien desconsiderados son algunos de estos trasnochados de izquierda, atacando en el momento que el enemigo (la oposición) busca cortarnos la cabeza y destruirnos».
«Yo simplemente soy el hijo de Chávez en la tarea que él me dejó, cumpliéndola de manera honesta, humilde, trabajando todos los días de manera leal», agregó el mandatario.
Sin embargo el descontento, que navega por corrientes subterráneas, podría sacudir a Maduro de una manera que las marchas opositoras no han logrado.
Las manifestaciones no han significado una seria amenaza al poder que ostenta Maduro porque los militares se han mantenido fieles, dice Risa Grais-Targow, analista de Eurasia Group, una organización que analiza la política con sede en Washington.
Pero con los índices de aprobación de Maduro por debajo del 40 por ciento, cualquier fractura en su coalición de gobierno hará más difícil tomar decisiones pragmáticas y potencialmente dolorosas.
«Él ya era débil y ahora es más débil», dijo Grais-Targow. «Tiene miedo de agitar las aguas. La gente le puede decir: ‘estás traicionando al chavismo»’.
AP