Los hombres tienen un modelo de sus padres y de sus abuelos que, en el presente, le está creando una crisis de identidad, pues no saben cómo actuar para ser exitosos en el amor y en las relaciones con las mujeres que los rodean
El cambio que han experimentado las mujeres, al buscar y obtener la preciada independencia, no lo han asimilado del todo algunos hombres. Por eso, ellos pueden estar viviendo una crisis de identidad que los lleva a pasar por momentos de incertidumbre, temor o inseguridad frente a cómo actuar en el momento actual para conservar a sus mujeres que al igual que ellos van en busca de protagonizar y poder.
Del mismo modo, el protagonismo de la mujer en el momento presente les da el privilegio a ellas de imponer nuevos hábitos, como expresar abiertamente sus sentimientos. Y esto hace que se sientan más inseguros cuando les toca actuar delante de mujeres cercanas, pero tienen un viejo modelo que repetir a pesar de que en la actualidad no les funcione y más bien les genere problemas.
1. El mundo masculino
Los hombres tienen un modelo de sus padres y de sus abuelos que, en el presente, le está creando una crisis de identidad, pues no saben cómo actuar para ser exitosos en el amor y en las relaciones con las mujeres que los rodean.
Por lo anterior, aquello de contener las emociones, los lleva a tener relaciones sentimentales frustradas, en las que no son capaces de resolver problemas por negarse a comunicar sus sentimientos ni a llegar a acuerdos con sus mujeres que los beneficien a ambos por igual.
A pesar de lo anterior, ser demasiado expresivos contrasta arduamente con el comportamiento que tenían los progenitores y abuelos de esta nueva generación masculina, que debe dar un cambio trascendental para cumplir con las metas recientes que la sociedad actual les impone, como tener una relación conyugal duradera y llevarse bien con mujeres cercanas, madre, hermanas, amigas y compañeras.
Asimismo, como muchos hombres han sido educados para reprimir lo que sienten, a ello les cuesta expresar sus afectos. A esto se suma que la expresión de las emociones, la asocian al lado femenino, en concreto, lo ven como un asunto de mujeres mientras que el lado masculino se asocia a lo viril, a la conquista, a lo heroico, a la lucha de poderes; y a ser un macho reproductor.
De ahí que los hombres deban ser fuertes, impenetrables, en fin, todo lo que les permita dominar o mantener una actitud dominante en todo momento y, por otro lado, quieren parecer autosuficientes cuando se esfuerzan por brindar seguridad a sus seres queridos mientras ocultan sus propias emociones. Ese comportamiento, en el presente, les causa más problemas que ventajas cuando se relacionan con mujeres que esperan más de ellos, como que sean comprensivos, cariñosos, sepan escuchar y las apoyen cuando lo necesiten.
2. Un lenguaje también masculino
De igual manera, los varones tienen un lenguaje diferente a las féminas. Por algo a las mujeres recién nacidas, se les viste con prendas de color rosado, y a ellos de azul. Justo ahí, comienza un largo camino que los aparta porque el rosa lleva a la manifestación de las emociones y el azul al control de las mismas. Ellos privilegian la acción sobre las emociones, las actividades inmediatas sobre las relaciones, de ahí que algunos prefieran tener sexo sin asumir compromisos o que sin las emociones estén de por medio.
En cambio, las féminas tienen una manera de comunicarse en que priva lo abstracto y lo afectivo, las relaciones humanas, lo psicológico, en general, ellas están más dispuestas a comunicar sus emociones y hablar más de sí mismas que los varones.
En definitiva, todo aquello que ellos traen de atrás por sus padres y abuelos, que los hombres no pueden decir o hacer porque no es masculino debido a la crianza o educación que recibieron, o los hace verse débil ante los demás hombres, está negado para muchos varones que temen ser sancionados o ser objeto de burla de otros hombres cuando ceden y manifiestan un comportamiento en que lo afectivo priva sobre la acción.
3. De la dominación a la igualdad
Antes los hombres dominaban a las mujeres porque ellos eran los proveedores del hogar mientras ellas eran las sumisas amas de casa. Ahora este panorama es diferente. Las féminas no buscan machos que las mantengan. Ellas quieren a un compañero sentimental. Esto les causa confusión a muchos hombres, porque ya no pueden establecer una relación de dominación, sino de igualdad, en que cada uno tenga un rol y lo cumpla satisfactoriamente, en un clima de respeto mutuo y solidaridad.
Por dar un ejemplo, en el presente, las mujeres no toleran la infidelidad por aquello de que todos los hombres son infieles por naturaleza, así que lo que se vivía en el pasado; de sí se dependía económicamente de ellos, se soportaban situaciones en que no existía respeto mutuo, más que un tiempo que remita a pasado es el pasado mismo.
Otro ejemplo es que las mujeres de ahora cuando su compañero quiere hacer el amor y ellas no, no se someten sino que expresan abiertamente que no desean hacerlo. Entonces, aquella relación de sumisión no existe cuando la mujer exige una condición de igualdad que se ha ganado.
Por consiguiente, ellos deben aprender a negociar, a comunicar sus emociones, apoyar sus compañeras, cuidar la relación sentimental y cultivar el amor que ambos se devengan, para que, de ese modo, la relación se sustente en la igualdad, en un nexo en que ambos se apoyen y se aporten de manera equitativa en ese vínculo que tendrá determinado grado de durabilidad según cuanto cada uno pueda hacer en proporciones semejantes.
¿Cómo se comportarán los hombres ahora?
En el presente, en una relación conyugal, ninguno puede dominar sobre el otro, más bien los dos deben aportar en todos los sentidos y no sólo en el para resolver conflictos.
Lo anterior obliga a los hombres a ser cariñosos, a escuchar a sus compañeras, a hablar para resolver; a decir y a actuar al mismo tiempo, porque, en definitiva, cuando se ama también se está dispuesto a hacer lo necesario para mantener ese amor o hacer la relación duradera
La voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas