Así como en el país vecino se está desarrollando, con la pasión y el ardor que el balompié suele despertar, el Mundial de Futbol Brasil 2014, en Venezuela, paralelamente, se está escenificando una competencia de otra naturaleza aunque no por ello menos abrasiva; nos referimos, por supuesto, a la sórdida pelea que está planteada en el seno de la oposición venezolana
Para medir la presente competencia infraopositora, se hace pertinente considerar algunos de los antecedentes inmediatos del accionar opositor: en primer término, la oposición en su conjunto, viene de una sonora derrota electoral en los comicios municipales de diciembre pasado, a los que su dirección política (MUD+ Capriles ) pretendió darles un carácter plebiscitario, obviando la naturaleza local de esas elecciones. Partían de la irreal idea de que obteniendo resultados favorables, sobrevendría el desconocimiento forzoso de la constitucionalidad y, con ello, el ansiado desplazamiento del Presidente Nicolás Maduro; como se sabe, los resultados les fueron francamente adversos.
Revés que dejó a más de un dirigente opositor claro y sin vista, particularmente al Flaco Capriles, cuyo liderazgo resultó bastante disminuido y por eso mismo competido, pero, a otros, los más soberbios y obcecados, esta derrota más bien los conminó a emprender una nueva aventura de claro corte insurreccional.
Y es así, como, en segundo término, entre finales de enero y comienzos de febrero, los sectores más irreductibles y obstinados de la derecha opositora (María Machado, Leopoldo López, Ledezma, Voluntad Popular, Vente Venezuela, Alianza Bravo Pueblo, Bandera Roja, algunos políticos resabiados del puntofijismo e intelectuales renegados de derecha) se aprestaron a poner en práctica un malévolo plan insurreccional, que, instrumentado y financiado desde el centro imperial estadounidense, venían pergeñando desde hace por lo menos 3 años; se lanzaron a troche y moche con sus guarimbas, sus francotiradores y mercenarios, planes magnicidas, el festín farandulero nacional e internacional, la guerra económica, el acaparamiento y extracción de productos, el dólar paralelo, la consabida manipulación y confabulación mediática local y transnacional, la complicidad de la jerarquía eclesiástica, de las universidades “autónomas” y privadas, la orquestación de la derecha mayamera y continental, etc., en fin, armaron toda una barahúnda con ribetes fascistas, que sólo les sirvió para cocinarse en su propia salsa; en su momento de mayor apogeo, apenas lograron manifestarse, puntualmente, en 18 municipios del país, todos de preeminencia de sectores sociales pudientes- el pueblo, chavista u opositor (que por supuesto lo hay) se mantuvo ausente-.
Ya, para el mes de mayo, se hizo evidente el estruendoso fracaso que significó esta arremetida fascista en contra de la sociedad venezolana en su conjunto; para muestra vale un botón: todas las encuestas, incluso las relacionadas con la oposición reflejan un franco rechazo al guarimbeo de por lo menos el 80% de la población, registrándose de esta manera una derrota más para la dupla derecha local +imperio y una reafirmación del proyecto político chavista.
Observando estos antecedentes, podemos calibrar la situación real de la oposición venezolana, que, por supuesto, los medios que tiene a su disposición se empeñan en encubrir. Está fracturada aún cuando pretenden hacer ver que se mantienen unidos en su diversidad.
Rasgos comunes
Evidentemente hay elementos característicos que los identifican, entre los cuales destacan: En primer lugar, resalta el pertinaz empeño común en atentar contra la Constitución cada vez que pueden o creen que pueden, demostrando con ello la manifiesta incapacidad para articular una política coherente que les haga proclive para entusiasmar a las grandes mayorías nacionales.
En segundo lugar, en 15 años, es ostensible la carencia de la cual adolecen para la elaboración y concepción de un proyecto de país alternativo, la única propuesta programática conocida es la obcecación por derrotar y acabar con el proyecto chavista, desconociendo la consustanciación de este con las expectativas del pueblo venezolano.
En tercer lugar, no escatiman en remarcar la vocación antinacional que anima a sus más conspicuos dirigentes, siguiendo los pasos de Betancourt, todos han transitado, o aspiran hacerlo, el camino que conduce al departamento de estado estadounidense a ofrecer sus servicios y obtener la ansiada venia que les permita intentar coronar sus aspiraciones.
Si bien estos rasgos les son comunes, sirviendo de bisagras para la acción común en determinadas coyunturas, en estos momentos, los factores opositores se encuentran divididos tanto por sus ambiciones discrepantes, que es una constante, como por las diferencias de enfoques sobre el momento político.
La mayoría de partidos de los que integran la MUD han expresado su rechazo a la propuesta de María Machado y Asociados, en el que se llama a configurar un Congreso Popular Ciudadano destinado a lograr la reconstrucción nacional. Entienden los mudistas que el fulano Congreso atenta contra la propia existencia de la MUD como centro convergente opositor y, más allá, busca latirle en la cueva a Capriles.
Basta de impunidad
Por otra parte, algunos analistas interpretan que la propuesta de la Machado podría, además, llevar implícito asumir el trabajo político, en el marco de la ley, sin reconocer explícitamente el fracaso de la aventura del guarimbeo y con esta sibilina maniobra intentar evadir las responsabilidades que se le atribuyen a ella, a López y a muchos otros autores intelectuales de los desmanes cometidos: 43 muertos, centenares de heridos, ingentes daños al patrimonio público, al ambiente y a la psiquis del pueblo venezolano.
Y esta intención de evadir la justicia, sencillamente, no puede ser porque ya está bueno de impunidad, así como tampoco puede quedar impune el desvío de los 20 mil millones de dólares de Cadivi.
Notas paralelas / Miguel Ugas