Mónica Fernández: La función pública como vocación y compromiso

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*** Hay quienes tienen un elevado nivel de susceptibilidad, toda crítica o comentario sobre su gestión implica una molestia y se considera enemigo a quien la formula, sin darse cuenta que parte de la responsabilidad lleva implícita la obligación de recibir quejas, y hasta denuncias que pongan en tela de juicio la efectividad de la gestión

En muchas ocasiones extraño el ejercicio de la función pública porque siempre percibí que ese era el espacio adecuado para concretar los sueños que llevamos por dentro aquellos que siempre jugamos a cambiar el mundo para mejor. Estar dentro de una institución de la administración pública, en cualquiera de sus instancias, debería ser un compromiso con el país, no con un cargo, menos aún con un partido.
Sentir la patria, el país, el pueblo, es algo que deberían llevar por dentro aquellos a quienes se les otorga la responsabilidad de tomar decisiones en nombre de un ente público. Hay muchas personas comprometidas, con mística, ética y profesionalismo en todos lados, así como también hay aquellos que solo ven en esta misión una oportunidad para acumular ganancias, beneficios, prebendas, o sumar cargos en su curriculum. Si hay algo que nos falta es la empatía necesaria y el enamoramiento de lo que hacemos.

A eliminar los
“amiguismos”

Si amáramos con celo y pasión nuestro trabajo todo sería distinto, las respuestas serían oportunas, y se resolverían muchos problemas que están pendientes sólo por la negligencia y apatía de quienes no deberían estar en un cargo.
La nominación a un cargo por amiguismo, por vinculación a un partido, la ausencia de concursos para el ingreso a la carrera de la función pública y la inexistencia de una escuela para funcionarios o servidores públicos son parte de esos problemas que en algún momento nuestra Venezuela debería resolver.
El sacrificio de ingresar a la administración pública es grande, sin duda no se cuenta con todos los recursos, las limitaciones son cada vez mayores, las cargas sobrepasan las competencias y las facultades del designado, y la alta rotación provoca que el diagnóstico ocupe la mayor cantidad de tiempo. Al llegar el momento de ejecutar seguro habrá un cambio que impedirá que los planes diseñados se lleven a cabo.

Hipersensibilidad a la crítica
no ayuda a resolver problemas

Hay quienes tienen un elevado nivel de susceptibilidad, toda crítica o comentario sobre su gestión implica una molestia y se considera enemigo a quien la formula, sin darse cuenta que parte de la responsabilidad lleva implícita la obligación de recibir quejas, y hasta denuncias que pongan en tela de juicio la efectividad de la gestión, sólo analizando la crítica se podrán dar los cambios necesarios para mejorar y avanzar hacia una gestión exitosa.

Urge un proceso de
recomposición social

La desconfianza del venezolano en sus instituciones se ha extendido a quienes laboran en ellas, quizá de una manera injusta producto de la generalización que arropa a todos por igual. Sin duda hay excepciones, me atrevo a afirmar que más de las que pensamos, pero no son las que ocupan espacios de opinión y menos aún las que reciben felicitaciones de los superiores. Comparativamente, hace muchos, muchos años atrás, había más mística y compromiso, ser un servidor público era un status que estaba acompañado de respeto, dignidad y hasta diferenciación, el funcionario estaba acompañado de un aureola de cierta superioridad propia del liderazgo que socialmente le otorgaba ser parte del Estado.
El tiempo, hasta la modernidad mal comprendida, han permitido que no estén en la administración todos los que deberían estar y muchos de los que deberían permanecer son sometidos a la alta rotación propia de nuestro sistema público.
Urge un proceso de recomposición social que provoque recuperar la autoestima de quienes estén en la administración a la vez que hay que trabajar en la credibilidad de los ciudadanos en sus instituciones, estas dos tareas no sólo son difíciles sino que forman parte de la parte más dura de una política pública, primero porque debe decidirse con voluntad, segundo porque se basa en la cultura ciudadana y por último porque los resultados jamás se ven en el corto plazo, sino al mediano o largo.
Cuando una institución se quiebra su recomposición es casi imposible, y de lograrlo el tiempo es un factor determinante. Cuando los ciudadanos pierden la fe y la confianza en los espacios legal y políticamente existentes para tramitar sus asuntos sociales la anarquía se convierte en la única alternativa. De el tema de anarquía ya tenemos mucho de que hablar. Tristemente es falta de vocación y compromiso de autoridades lo que ha provocado que esto suceda, pues quien permite la anarquía, la favorece, la apoya, y la estimula es sin duda aquél que estando obligado legal y moralmente no hace que la ley se respete y se cumpla.

La anarquía de
todos los días

Ejemplos de anarquía nos hacen pensar en los motorizados, o en el tránsito de vehículos, o en los ilícitos cambiarios, en la corrupción, en la impunidad, o en el simple retardo judicial para determinar la culpabilidad de un sujeto o su inocencia, solo por citar alguna de esas cosas que de manera constante colocan a la administración y a su personal en el banquillo de los acusados. El exceso de trabajo, la falta de recursos, las herencias de gestiones pasadas, la insuficiencia de personal, no pueden ser excusas para el no cumplimiento de sus funciones, porque lejos de parecer una justificación se constituye en la admisión de una clara incompetencia.
Tenemos muchas tareas pendientes pensando en el Estado en todos sus niveles, la vocación y el compromiso deben medirse y traducirse en un constante enamoramiento de lo público.

Urgen los cambios

Estigmatizar, etiquetar, y golpear de manera constante a las instituciones solo provoca su hundimiento irreversible. El ejercicio de la ciudadanía no sólo pasa por exigir que las cosas funcionen, sino también en provocar cambios de fondo que constituyan cambios de mentalidad real, donde desde abajo y hacia arriba se produzcan esos cambios que no sólo anhelamos sino que en este momento ya son cuestión de urgencia.

La función pública
impacta en la sociedad

Hay que recordar a quienes ocupan estos espacios públicos que no sólo se trata del cumplimiento de la ley, de que sus acciones u omisiones hasta pueden ser sancionadas administrativa, civil y penalmente, sino que se trata de un mensaje social potente, ya que sus competencias y actividades van a generar un impacto directo en la sociedad, en la democracia

Para que te defiendas
Mónica Fernández
Twitter: @monifernandez

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