Cuando las autoridades hallaron el cadáver de un niño de 11 años en el sur de Texas, el número de teléfono de su hermano estaba escrito en el interior de la hebilla de su cinturón.
El chico, vestido con jeans de «Angry Birds», botas de cuero negro y un rosario blanco alrededor del cuello, provenía de Guatemala, y aparentemente se perdió en el desierto de Texas, a pocos kilómetros de la frontera con México y a menos de kilómetro y medio (una milla) de la casa más cercana.
Aunque cientos de inmigrantes mueren cruzando la frontera entre México y Estados Unidos cada año, el descubrimiento del cadáver descompuesto de Gilberto Francisco Ramos Juárez en el Valle del Río Grande este mes ha dejado en claro las consecuencias y peligros de la migración de menores de edad que viajan solos.
AP