*** Pensar que debido a que la pareja, por ejemplo, se toma tres cervezas diarias, aunque haya días en los que el abuso sea notorio, no representa un problema, es engañarse con una situación digna de cuidado
Existen diferentes tipos de dependencias. Las que se tienen a las drogas es una clase de ellas y, en concreto, al alcohol. Debido a que se bebe socialmente, es más difícil reconocer que se tiene un problema de alcoholismo. Entonces, para liberar el estrés, compartir con los amigos, hablar de problemas y de asuntos que generen estrés, aparece la “excusa perfecta” para compartir unas copas sin remordimientos.
A parte de lo anterior, el alcoholismo afecta negativamente la vida familiar, en concreto, la convivencia en pareja, una vez que la agresividad, la depresión, más los problemas que genera el consumo de alcohol, se vuelven cotidianos.
Justo en ese momento, surge la presente interrogante: ¿Buscar ayuda terapéutica o terminar un vínculo que aunque en sus inicios prometía mucho por el consumo desmedido de bebidas alcohólicas se ha convertido en una pesadilla?
I. Todo fue por casualidad
Cuando conoció a Adolfo, Carmen lo vio como su salvación, y lo mismo él pensó de ella. Fue por casualidad. Aquello empezó con una conversación sin trascendencia, pero que los dejó con una sonrisa en los labios y con la sensación de que aquel encuentro había sido para bien de ambos.
Carmen vivía una relación que estaba llegando a su final. Ya la química se había perdido, o por lo menos ella no la sentía. Las discusiones se hacían cada vez más frecuentes empañando los pocos ratos que había de dicha. Entonces, ella comenzó a preguntarse sí era mejor poner punto y final a ese romance o calarse una relación en la que hubiera más días de lluvia y tormenta que de sol y primavera.
Por su parte, igualmente, Adolfo vivía un vínculo amoroso que ya estaba llegando a su final. No eran las peleas las que habían acabado con el amor, más bien, en esta situación, valía esa frase de una conocida canción que decía: “el amor se acabó de tanto usarlo”.
A Carmen, Adolfo le parecía sumamente atractivo. A su edad se sentía capaz de vivir una relación amorosa como si apenas tuviera veinte años.
Después de los cuarenta, o más allá de los cincuenta, también se puede vivir un amor a plenitud, se decía ella. Y justamente ése era el caso de Carmen, quien, aunque lucía jovial a su edad, tenía como principal atractivo su personalidad y su capacidad de conversar por horas sin aburrir a nadie.
Entonces, como los dos vivían en el mismo vecindario, Adolfo empezó a tratar de encontrarse a Carmen todos los días. Sabía que ella salía a una hora y que llegaba a otra. Tuvo éxito en su acometida. Los encuentros se hicieron más frecuentes y pronto surgió la idea de una salida dominguera. Ella aceptó y él, como todo un caballero, la fue a buscar a su casa.
II. Un invitado infaltable
Carmen se vistió y se arregló lo mejor que pudo para el encuentro. Adolfo no se quedó atrás. Los dos habían cuidado cada detalle para causar la mejor impresión en el otro. Fueron a comerse algo y, luego, a compartir un trago. Hablaron de la relación frustrada que tenía cada uno y de su deseo compartido de acabar con esos vínculos para iniciar otro que prometiera un final feliz.
La atracción que sentía el uno por el otro era desbordada. Estaban muy cerca del enamoramiento. Las hormonas y las sustancias químicas del amor les funcionaban como si fueran un par de adolescentes despertando a las sensaciones del primer amorío.
Ahí comenzó todo. Los encuentros se hicieron más frecuentes y surgió la posibilidad de una vida compartida. Después de dos meses, aquella relación parecía marchar sobre ruedas e iniciarla, pensaban al unísono, había sido una decisión acertada.
A pesar de lo anterior, Carmen observó algo extraño. Adolfo tomaba muy a menudo. Al principio, ella no lo había notado, concluía que aquello era producto de esa química explosiva que se manifestaba en una euforia mutua y que, por consiguiente, el alcohol era un invitado más.
Carmen no quería reclamarle a Adolfo su comportamiento. Sin embargo, el que Adolfo, a duras penas, pasara dos días sin beber, había empezado a preocuparle. De igual manera, ella había comenzado a preguntarse sí había tomado la decisión correcta al dejar a Adolfo entrar en su vida. Eso se había convertido en un dilema.
Un pensamiento, de repente, invadió la mente de Carmen. Como pasaban los fines de semana juntos, se le ocurrió que las bebidas alcohólicas no estuvieran presentes, pero eso no dio resultado, porque, después del fin, Adolfo ponía excusas para no verla, y justo ahí cuadraba con los amigos una salida en la que la borrachera era una invitada infaltable.
III. Acertijo sin respuesta
Carmen ya no sabía sí debía continuar aquella relación con Adolfo. Lo amaba, sentía una atracción fulminante por él, pero ella se preguntaba: cómo sería su vida al lado de una persona que tenía problemas de alcoholismo, eso era un acertijo sin respuesta que comenzaba a quitarle el sueño. Decidió poner distancia entre los dos, dedicarse más al trabajo, a salir con las amigas y compartir más con los familiares más cercanos, y así tener una excusa perfecta para alejarse del Adolfo sin herir demasiado sus sentimientos.
De esa manera, aquella emoción de amor se enfriaría, a menos, pensaba Carmen, que Adolfo reflexionara sobre su comportamiento y se alejara de la bebida por un tiempo, una vez que entendiera su condición de alcohólico y que por ella perdería lo que más quería, el amor incondicional de Carmen y la posibilidad de construir un hogar a su lado.
¿Un compromiso
amoroso con
un alcohólico?
*** Pensar que debido a que la pareja, por ejemplo, se toma tres cervezas diarias, aunque haya días en los que el abuso sea notorio, no representa un problema, es engañarse con una situación digna de cuidado para que, una vez que la agresión con los excesos aparezca, poner hasta la vida en riesgo.
*** Por consiguiente, actuar en el momento oportuno motivando al cónyuge a buscar ayuda médica es un imperativo o replantearse continuar con esa relación cuando reconocemos que permanecer con quien parece tal conducta puede convertirse en una decisión fatal
La voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas