El estallido político y social es ya inminente, pero aun no inevitable. Los venezolanos aún podemos lograr en paz el cambio que permita recuperar la convivencia. Pero para superar la superar la violencia hay que vencer egoísmo e indiferencia…
Cualquier “líder” que salga de su burbuja y camine por un barrio puede oler que estamos al borde del estallido. Los venezolanos, sobre todo los más pobres, vivimos en medio ya no de “amenazas” sino de abiertas agresiones a la convivencia social. Actores políticos que con sus hechos y omisiones han construido o agudizado esta crisis hoy se muestran incapaces de ofrecer un camino claro de solución: Atrapado en contradicciones, el oficialismo “político-militar” solo muestra al país la intensidad de su deslave interno; Prisionera de una insólita dinámica de “egos” disolventes, buena parte de la oposición solo atina a exhibir su propio desconcierto. Bajo la “dirección” de factores como estos (incapaces de ofrecer gobernabilidad al país, pues no la tienen para sí mismos), Venezuela hoy es un barco que se bambolea al borde de la catarata de la violencia…
Ignorancia, historia y violencia en el discurso político irresponsable
Algunos oficialistas dicen que “el tiempo histórico siempre es revolucionario”. A su vez, algunos opositores aseguran estar “en el lado correcto de la historia”. Se habla mucho de la historia, sin conocerla: Al escrutar en la de nuestro país veremos que de 300 años de existencia, Venezuela sólo conoció la paz a partir de 1958, tras la caída de la penúltima dictadura. En efecto, el período conocido como La Conquista fue un genocidio contra la población indígena; Durante La Colonia la disidencia se castigaba con la horca; Buena parte de la Guerra de Independencia fue una atroz lucha entre hermanos; La Guerra Federal acabó con más de un tercio de la población que había logrado el milagro de sobrevivir a la guerra de independencia, y luego el país conoció la “pax gomecista”, peor que muchas guerras pues implicó el exterminio masivo del pueblo por hambre y enfermedad.
Dividiendo lo que costó tanto unir…
Tras un breve paréntesis que se abrió con el gobierno de Medina Angarita y se cerró con el asesinato de Delgado Chalbaud, grupos de venezolanos padecieron nuevamente persecución, carcelazos, exilio, tortura y muerte. Fue apenas a partir de los tempranos años 60, tras el advenimiento de los gobiernos civiles de la democracia, cuando el venezolano empezó a ser, en rigor, “un solo pueblo”, ese que en los últimos 15 años han intentado nuevamente dividir.
Y a quien crea que los peligros de la violencia son cosa del pasado, le dejamos la siguiente inquietud: Si con esta “confrontación social de mediana intensidad” en 2013 hubo en Venezuela casi 25 mil muertes violentas, y unas 250 mil en los últimos 14 años, imaginen que podría ocurrir en un escenario de confrontación abierta. Esos son los “detallitos” que –por ignorancia e irresponsabilidad- suelen omitir quienes desde ambos extremos del polarizado escenario político coinciden en despreciar las opciones que impliquen la superación del conflicto mediante el diálogo social y político, ese mismo que los obispos venezolanos acaban de reclamar como fundamental.
Si es posible salvarnos al borde del abismo
La sociedad venezolana tiene recursos y capacidades para salir con bien de esta situación. Pero la activación de esos recursos y capacidades pasa por la definición de una agenda común de lucha para las redes de luchadores sociales (comunitarios, sindicales, gremiales, estudiantiles, ambientalistas, etc.), una agenda que vaya más allá de la polarización y que sea capaz de vencer la pasividad y superar la violencia. Una agenda autónoma, que permita a los ciudadanos ser algo más que espectadores y víctimas del deterioro. Una agenda que no sea “anti-política” pero que si sea transpartidista, es decir, que no pretenda que los ciudadanos ignoren a los partidos en su papel de actores del proceso político, pero que no permita que los partidos sustituyan a los ciudadanos en su central condición de depositarios de la soberanía. Una agenda social, en fin, que no intente ignorar la crisis, como hace el gobierno, ni instrumentalizarla para beneficio de “personalidades” o franquicias, como hacen otros, sino que busque SOLUCIONARLA. Por eso, ante el desastre rojo y el desconcierto variopinto, creemos firmemente en la necesidad de una agenda de lucha social para la construcción de la SOLUCION TRICOLOR.
Objetivo, estrategia y acciones para la “solución tricolor”
Es claro que el OBJETIVO de esa agenda de lucha social debe ser LOGRAR EL CAMBIO POLÍTICO que devuelva al país la estabilidad y gobernabilidad que permitan y garanticen la convivencia social; consideramos que el elemento central de la ESTRATEGIA para lograr ese objetivo es LA ACUMULACIÓN DE FUERZA DEL PUEBLO PARA HACERLA VALER DEMOCRÁTICAMENTE EN EL ESCENARIO QUE SE PRESENTE (medición electoral, lucha social o crisis política), y creemos que las acciones en que se puede concretar esa estrategia deben estar centradas en tres ejes:
1. EDUCACIÓN DEL PUEBLO: Difusión y discusión masiva de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los dos documentos más “subversivos” para la proto-dictadura;
2. ORGANIZACIÓN DEL PUEBLO: Activación autónoma de toda forma organización social existente (consejos comunales, asambleas de ciudadanos, asociaciones de vecinos, comités de diversa índole, sindicatos, colegios profesionales) de manera que tales organizaciones estén en manos de los vecinos y ciudadanos y no secuestrados por el Estado, para que su accionar este orientado a estimular y orientar sus luchas, no a frenarlas; y
3. MOVILIZACIÓN DEL PUEBLO: Ejercicio sistemático del derecho constitucional a la protesta pacífica, en defensa de la ciudadanía ante la violación de sus derechos económicos, sociales, civiles y políticos.
Ni “antipolítica” ni “liderazgos” heredados o autodecretados…
La SOLUCIÓN TRICOLOR no debe ser una “agenda antipolítica” ni “antipartido”. Por el contrario, debe establecer nexos de solidaridad y apoyo con la base popular pro-oficialista que lucha porque el PSUV sea un partido democrático, con dirección colectiva y democracia interna, y también debe estrechar lazos con la base popular pro-opositora que reclama que la Alternativa Democrática ejerza un liderazgo más amplio y auténtico en su condición unitaria, y más eficiente y útil como dirección política. Una agenda de lucha social autónoma debe asumir que el ejercicio de “la política” es un servicio público fundamental (de hecho es el más importante de los servicios públicos, pues de su correcto ejercicio depende el buen funcionamiento de los demás). Por eso, así como los ciudadanos tenemos derecho a exigir un eficiente suministro de energía eléctrica o de agua potable, también tenemos derecho a exigir que quienes gustan ser llamados “líderes” en efecto merezcan esa denominación, sea cual sea su orientación política. ¿Desde que plataformas podemos los ciudadanos desarrollar una agenda de lucha como la “SOLUCION TRICOLOR”? Ese será el tema de nuestro próximo escrito. Por lo pronto, discutamos éste. ¡Palante, que sí se puede!
Radar de los Barrios Jesús Chuo Torrealba @chuotorrealba