Un majestuoso Maracaná coronó a la selección de Alemania como campeón del mundo por cuarta vez en su historia en una final espléndida que terminó con el sueño de la Argentina y de Messi de hacer historia en Brasil. Un gol de Gotze en la prórroga dio la victoria a los de Low tras un partido precioso y de guante blanco, digno de una final de un mundial de futbol.
Todo lo que tocó Löw casi lo convirtió en oro. Primero, como ayudante, alcanzó las semifinales en el Mundial de Alemania. Italia fue el muro que no pudo atravesar. Klinsmann dejó el cargo y él le sustituyó, para afrontar su gran torneo en 2008, cuando llegó a la final de la Eurocopa. Esta vez España fue su verdugo. En Sudáfrica 2010 alcanzó las semifinales y el título en Brasil 2014
Después de una década de diseño, de morir en la orilla al borde de los títulos y de formar a una generación de futbolistas talentosos, el entrenador de Alemania, Joachim Löw, consiguió por fin cerrar por completo un torneo con el que consagrarse definitivamente en la elite del fútbol mundial. Desde 1996, cuando Alemania consiguió su último gran título en la Eurocopa de Inglaterra, la «Mannschaft» no había ganado nada. Sumaba un recorrido de 18 años por el desierto de los trofeos, viendo levantar a otros los campeonatos más importantes del planeta. Generaciones de futbolistas iban pasando y todas se quedaban en el límite del éxito, reseñó Efe. En los Mundiales aún eran peores los registros. Italia 90 fue el último en el que los germanos levantaron la Copa Jules Rimet.
La sequía comenzaba a ser extrema para un equipo acostumbrado a ganar títulos. En algunas ocasiones estuvieron a punto con la final perdida del Mundial de Corea y Japón en 2002 y la de Austria y Suiza en la Eurocopa en 2008, pero ambas las perdieron. Esa última fue el mayor éxito de una pelea que comenzó en 2004 con la llegada al banquillo de Jurgen Klinsmann, que se trajo como ayudante a Joachim Löw.
Ese año fue el inicio de un trabajo de diez años que ha culminado en Brasil con una victoria en la final del Mundial frente a Argentina. Todo lo que tocó Löw casi lo convirtió en oro. Primero, como ayudante, alcanzó las semifinales en el Mundial de Alemania. Italia fue el muro que no pudo atravesar. Klinsmann dejó el cargo y él le sustituyó, para afrontar su gran torneo en 2008, cuando llegó a la final de la Eurocopa.
Esta vez España fue su verdugo. En 2010, en el Mundial de Sudáfrica, otras semifinales. Y, de nuevo, se cruzó España en el camino. Fue la única capaz de frenar a un equipo que había arrasado hasta que se cruzó con el combinado de Vicente Del Bosque. Sin embargo, Löw, que cuando llegó al cargo en 2006 firmó un contrato de dos años, siguió insistiendo
Nunca dejó de intentarlo hasta que lo consiguió. Había creado un estilo que tenía que consagrar. Sobre todo en la última época, la que le encumbró a jóvenes con talento mezclados con un puñado de veteranos que iniciaron su andadura con Alemania a la vez que Löw. Todos compitieron con un estilo basado en la velocidad, el toque y la verticalidad.
Posesión de balón pero con sentido. Costó ensamblar todos esos criterios en un fútbol acostumbrado a la fuerza, la potencia y la insistencia mezclados con retazos de genialidades individuales. Como reconoció Schweinteiger en la última rueda de prensa antes de la final, Pep Guardiola y Louis Van Gaal influyeron mucho en el estilo alemán.
Los dos moldearon al Bayern de Múnich, el equipo base de la «Mannschaft». El primero en 2009, dándole un toque de fútbol holandés.
El segundo está en ello, ha exportado el fútbol del Barcelona y lo ha mezclado con el alemán.
Todo eso no ha pasado desapercibido en la selección, que ha ido recogiendo detalles de ambos. La fórmula por fin ha tenido éxito. Ha sido a la quinta intentona.
Alemania ha necesitado cinco grandes torneos para concretar un trabajo de años dirigido por un hombre que jamás dejó de creer en él.
Por sus manos han pasado futbolistas que ahora atesoran juventud como Thomas Müller, Toni Kroos, Mesut Özil, Sammi Kherida, Mario Goetze, Mats Hummels o Manuel Neuer, que forman parte de dos generaciones que Löw ha combinado con la veteranía de Miroslav Klose y de sus dos escuderos incombustibles Lahm y Schweinteiger.
Uno a uno han ido asimilando la filosofía de su entrenador con una paciencia encomiable.
Alemania siempre estaba hasta el final pero nunca conseguía nada. Sin embargo, jamás se rindió.
Esa palabra no existía en un grupo que siempre creyó en el estilo de su entrenador. Löw, por cabezonería, consiguió triunfar.
La suya fue la victoria de la insistencia que se llevó toda una generación. El remate de Goetze, el Iniesta de Alemania, fue el gol de todo un país unido en una idea.