A pesar de la amarga derrota, el pueblo argentino apoyo en todo momento a sus jugadores y se alegraron por llegar a un final mundialista, por primera vez en 24 años
Con tristeza, pero con mucho orgullo por la actuación de sus jugadores, los argentinos asumieron el domingo la derrota de su selección 1 -0 ante Alemania en la final del Mundial de Brasil 2014. «Jugaron como los mejores, debimos ganar.
Ahora siento mucha tristeza», dijo Joel Miranda, 17 años, que se había reunido con otros miles de compatriotas a ver el partido en una pantalla gigante en la plaza San Martín, en el centro de Buenos Aires.
En la misma plaza, con la camiseta albiceleste en el pecho y lágrimas en los ojos, Matías Basualdo, de 20 años, se sentía embargado por una idéntica pena: «Siento una enorme tristeza. Realmente pensé que podían ganar. Faltó solo el gol y tengo mucha bronca por el penal que no nos cobraron». Junto a él, la joven Soledad Candelas, de 19 años, se lamentaba por el resultado: «Tenía la ilusión de ver a Argentina campeón por primera vez en mi vida».
Argentina se consagró campeón mundial por última vez hace 28 años, en 1986.
Pese a la derrota, miles de argentinos se congregaron en el Obelisco de Buenos Aires, para vivar a su selección como si hubiera triunfado.
En los medios de comunicación, hinchas y periodistas manifestaban su dolor por el resultado y su orgullo por la terea cumplida en idénticas dosis. Algunos lamentaban que el astro futbolístico Lionel Messi, considerado el mejor jugador del mundo, no brillara a la altura de sus expectativas. «El mejor jugador del mundo no estuvo hoy en su mejor día del mundo», dijo el periodista Nelson Castro.
Varios miles de hinchas con camisetas, envueltos en banderas y con gorros albicelestes se concentraron frente a pantallas gigantes colocadas en distintos puntos de la capital argentina y en el interior del país con una mezcla de nervios y optimismo para ver la final de la Copa del Mundo, que su selección jugó contra Alemania en el estadio Maracaná de Río de Janeiro.
Más de 10.000 personas vieron el partido en una pantalla gigante puesta por la alcaldía de Buenos Aires en la Plaza San Martín, centro de la ciudad, transformada en un improvisado teatro futbolístico, decorado con banderines y globos celestes y blancos.
Otra multitud se concentró frente a la pantalla en el Parque Centenario, en el barrio de Villa Crespo.
En Rosario, provincia de Santa Fe y cuna del astro Lionel Messi, varios miles siguieron el partido en el Monumento a la Bandera y la misma escena se repitió en otros rincones del país, donde el gobierno nacional colocó pantallas gigantes.
Muchos menos, pero no por ello menos apasionados, 60 científicos y militares siguieron la final en base militar de la Antártida, pero no pudieron cumplir su promesa de dar la vuelta olímpica a 20 centígrados bajo cero.
«En otro lado sería una promesa fácil de cumplir, pero aquí con una temperatura de 20 grados bajo cero y una sensación térmica que puede llegar a los 40 grados bajo cero, además del hielo y la nieve, no deja ser todo un desafío», dijo el suboficial mayor de la Fuerza Aérea Elio César Campos, jefe de la base, a la agencia estatal Télam.
El Mundial se ha convertido en un motivo de unidad para los argentinos y un paliativo en medio de los problemas económicos del país. Las diferencias de clase y las políticas se borraron este domingo para alentar al seleccionado.