Amortiguar sí, pero es indudable que debemos abrir un proceso que nos convierta en una economía productiva y muchísimo menos subsidiada que la actual. Entre otras cosas, porque ni aún con todo el petróleo que tenemos es posible sostener una sociedad que no produce o que lo hace mínimamente
A Carlos Andrés Pérez se le criticó, especialmente dentro de su propio partido, el que hubiese asumido en términos, no sólo dramáticos, sino también drásticos, el programa de ajuste económico que intentara adelantar durante su segundo mandato.
Pero Pérez se creía un fuera de bate. Venía de ganar con un excelente porcentaje la presidencia. Su reputación en el mundo estaba crecida y gozaba del reconocimiento de líderes de peso internacional: Felipe González y Fidel Castro, por mencionar sólo a dos.
No quiso escuchar a quienes en su partido le decían que había que ir más despacio y prefirió prestar atención a los técnicos que le decían que el ajuste había que hacerlo chola a fondo para obtener resultados temprano.
El programa de ajuste propuesto constituía el sueño dorado de los neoliberales. Desde años atrás la lluvia de presiones hacia los gobiernos de turno hacía perder terreno a lo público en beneficio de lo privado. No se trataba sólo de construir una economía de mercado, sino también una sociedad del mismo signo, solapada tras conceptos como la meritocracia. Aquel era el momento de los técnicos meritocráticos con palmarés académicos impresionantes.
Se inició la terapia de shock en todos los frentes. Perdón, no en todos, al sistema financiero no lo tocaban, tampoco la televisión, dominada por un monopolio con dos cabezas.
La historia es conocida: vino lo del 27 y 28 de febrero y el plan de ajuste se vino abajo. No habían contado con la gente.
Ahora estamos ante la necesidad de producir serias correcciones en la conducción económica. Se han creado una serie de distorsiones que amenazan la paz del país por los nefastos efectos que están provocando en las vidas de los ciudadanos.
Pero no sólo está planteada una revisión profunda de lo económico, en nuestra opinión, el modelo mismo también requiere de un reimpulso, luego de haber analizado si efectivamente nos está acercando a los objetivos propuestos o, al contrario nos aleja más de ellos y nos coloca ante la eventualidad de distanciarnos aún más.
Son muchos los aspectos que deben ser intervenidos. Hoy el centro de atención son los problemas económicos y a ellos hay que dedicarse.
El concepto de ajuste tiene connotaciones negativas, dada la experiencia vivida, no sólo en nuestro país, también en otro del continente. Sin embargo, precisamente, esas malas experiencias tienen mucha utilidad para nosotros.
El país tiene problemas pero, no estamos hablando de uno que se encuentre en estado de quiebra. A pesar de toda la mala prensa y de las visiones agoreras que la mayoría de los economistas que opinan pintan sobre la realidad, contamos con recursos financieros que, sin ser suficientes para cubrir nuestras necesidades de hoy, constituyen un soporte para asumir medidas con un impacto menor hacia las vidas de nuestra gente.
Amortiguar sí, pero es indudable que debemos abrir un proceso que nos convierta en una economía productiva y muchísimo menos subsidiada que la actual. Entre otras cosas, porque ni aún con todo el petróleo que tenemos es posible sostener una sociedad que no produce o que lo hace mínimamente.
Pero hay otro dato. Esta sociedad no puede ser retrotraída a la situación social que se vivió antes de 1998. Hay una parte muy grande de ella que ha adquirido visibilidad y a nombre de la competitividad no puede ser de nuevo arrinconada en aquellos ghetos en los que se convirtieron los barrios de las grandes ciudades.
Iván Gutiérrez