Como escribíamos ayer

 Qué decoroso es para una organización y para un columnista poder decir que nunca se dio la censura

Mi querido Miguel Maita: ¡Este no es mi último artículo, es mi despedida!… El jueves 3 de julio coincidiendo con la noticia de la venta de El Universal escribí mi último artículo titulado “Venezolanos cerebros de Pollo” y mencioné ese mismo día por Twitter que me despedía y comentaba en 140 caracteres lo duro que es sentir la partida de las cosas bonitas, de tener que dejar gente digna, respetuosa y tener que obligar al corazón a decirle adiós a las experiencias bellas…
Ojalá los episodios no se den como los avizoro, lo cual determina mi retiro como columnista, le ruego a mi Dios que me equivoque, que mi percepción de experto en algunas cosas de la mente esta vez sea desacertada. Algo similar sentí y pensé cuando en 1999 escribí “Chávez mago de las emociones”, y en esa oportunidad, la historia se dio, el infierno llegó y todavía lo estamos sufriendo.
Por favor, cuando en los pasillos del periódico o de la vida te encuentres con Elides Rojas, Taisa Medina, Miguel SanMartín, María Rosa Rullo y Roger Vivas, cuéntales que les mando mi afecto, mi respeto, mi estima por todas las cosas que compartimos. Igualmente a María Teresa y Andrés Mata mándales a decir que una de las épocas más gratas y creativas de mi vida se dio durante el tiempo que estuve en su empresa, por siempre estarán en mis recuerdos.
¡La censura…! Que decoroso es para una organización y para un columnista poder decir que nunca se dio. Aunque siempre hay la excepción, y fue a través de ti que sentí “censura” ¡y qué tipo de censura!, cuando me planteabas que los títulos eran muy largos. Además quÉ acertadas fueron tus sugerencias, si te hacía caso, mis artículos superaban el millar en twitteo.
Hasta luego amigo, ojalá algún día pueda regresar y entonces con toda seguridad podré decir: “como escribíamos ayer”. No pude evitar que brotara a mi mente un escalofriante recuerdo cuando fui invitado a la Universidad de Salamanca, y por mero azar, el salón que me asignaron estaba contiguo al auditorio donde sucedieron episodios apoteósicos para la historia de la dignidad, donde Fray Luis de León y después Unamuno, cuando la barbarie los expulsó de los claustros de la universidad, y a los años, en diferentes épocas, regresaron y ambos iniciaron sus nuevos ciclos académicos con la frase: “Como decíamos ayer”…

Luis José Uzcátegui

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