La Torre de David de Caracas, una inmensa edificicación de 45 pisos con helipuerto, llega a su fin como gigantesco albergue, siete años después de haber sido invadida por miles de familias que convivieron en una experiencia insólita de ocupación en pleno corazón de la capital.
La particular ciudadela contemporánea en el centro de la ciudad surgió como una solución de vivienda que nunca gozó de las más mínimas condiciones de seguridad para sus residentes, que llegado el momento de dejar la edificación confiesan haber vivido «muy bien» en la que dejará de ser la chabola más alta del mundo.
El Gobierno comenzó el martes el desalojo concertado con los inquilinos de la Torre Confinanzas, un gigantesco edificio de oficinas que se paralizó a mediados de los años 90 cuando el banco que lo construía quebró, como tantos otros en la crisis financiera que sacudió entonces a Venezuela.
El edificio, rebautizado por los ciudadanos como Torre de David, pasó entonces a manos del estatal Fondo de Depósitos y Protección Bancaria (Fogade) y en 2007 fue ocupado por más de 2.000 familias de las que hoy quedan 1.156.
Durante años construyeron espontáneos hogares quitando los paneles de vidrio y convirtiendo la fachada en un gigantesca estructura de hormigón y muros parcheados con ladrillos y atestados de antenas de televisión por satélite.
Son miles las anécdotas que han vivido los residentes de esta edificación que es la tercera torre en altura de Venezuela en los últimos siete años, mientras convivían con caídas mortales desde los pasillos inacabados y escaleras sin barandillas.
El Gobierno venezolano no tiene el número total de víctimas que se han producido en accidentes durante los últimos años sino una relación de casos, entre ellos, el de una estadounidense que vive en la torre y que perdió hace cinco años a una hija que se cayó al vacío.
A pesar de ello, para Robinson de la Cruz, un colombiano de 59 años, el sentimiento es de «tristeza» al abandonar un hogar en el que se siente «muy cómodo».
«Siento mucha nostalgia. ¿Qué podemos hacer? vamos a otro barrio y vamos a hacer nuestra vida otra vez», indicó a Efe De la Cruz, que vive desde hace seis años en la torre y trabaja como latonero y pintor de carros en el estacionamiento de la edificio.
«Aquí se vive bien, es cómodo, yo me siento allí y me tomo mi trago ahí mismito y ya», comentó.
Otro comerciante colombiano, Humberto Hidalgo, reside en la torre desde hace seis años y vive junto a otras nueve personas en su propio negocio, un local de venta de chucherías y enseres.
Dice que ha sido «bendecido» por Dios por vivir «bien» en Venezuela y celebra que el Gobierno les haya prometido cédula de identidad.
Los caraqueños han observado estos años la Torre de David como un símbolo de inseguridad y un albergue de delincuentes. Sin embargo, sus habitantes la ven como el fortín que solucionó el problema de miles de personas sin techo.
«Yo en el tiempo que tengo aquí no he visto bandas, ni nada, ni delincuencia, lo que ha pasado son personas que se han caído (…) aquí la inseguridad es en el territorio nacional», comentó Manuel Antonio Chibico, un albañil de 36 años.
Dice que en la Torre de David «se vive bien» y «cómodo», y asegura que los vecinos están «organizados».
«Aquí hay como tres barrios en uno, como nosotros vivimos aquí, vivimos (como un) rey», sostuvo el coordinador de la comunidad de residentes en el edificio, Luis Alfonzo Arrieta.
Las reglas han sido claras: al que no sabe convivir con la comunidad «se agarra por un extremo» y «se saca» por ser de «mala conducta».
«Me voy triste (…) son siete años que íbamos a cumplir de lucha con la comunidad aquí, la comunidad la queremos como una familia», apuntó al despedirse de un edificio que se convirtió en símbolo palpable y visible de la grave carencia de viviendas que padece el país sudamericano.
El futuro de la Torre de David ahora «es un asunto pendiente que oportunamente se debatirá», según declaró a Efe el ministro de Estado para la Transformación de Caracas, Ernesto Villegas.EFE