El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) define este fin de semana su futuro en el primer congreso sin su fundador Hugo Chávez, en medio de críticas al liderazgo del presidente Nicolás Maduro y con parte de la militancia descontenta con sus dirigentes.
«En principio parecía que el objetivo estratégico era consolidar a Maduro como jefe político y unificar las líneas de mando (…) Ese objetivo cambió. El congreso va a ser un escenario de enfrentamiento entre las bases y las cúpulas del gobierno», comentó a la AFP la psicóloga social Colette Capriles, autora del libro «La revolución como espectáculo».
Desde abril, cuando se iniciaron los debates hacia este tercer congreso bajo la bandera de la unidad, en el chavismo se han asomado diferencias, sobre todo tras la destitución en junio de uno de sus miembros más radicales, el ministro de Planificación Jorge Giordani, artífice del férreo control de cambios que rige en Venezuela desde 2003.
Tras su salida, Giordani denunció la corrupción dentro del chavismo y acusó a Maduro de falta de liderazgo, de generar una sensación de «vacío de poder» y ceder a las presiones del sector privado, que clama un modelo económico que ponga fin a la política de expropiaciones y de control de precios y de cambio.
Pero detrás de este marxista radical, un puñado de chavistas se saltaron una de las «reglas éticas» establecidas en «El libro rojo del PSUV», la de «abstenerse» de declarar contra el partido o su dirigencia. Maduro los calificó de «izquierda trasnochada» y algunos de ellos fueron sancionados por el partido.
El PSUV fue creado por Chávez en 2008 para unificar la fuerza de la maquinaria electoral del chavismo, dispersa en distintas corrientes que hacían vida a la par del extinto Movimiento Quinta República (MVR), con el que el líder llegó al poder en 1999. La mayoría se volvió «psuvista», pero otras corrientes prefirieron seguir militando en el chavismo desde sus propios espacios.
Con la muerte de Chávez, quedaron en evidencia las tres principales tendencias que coexisten en el gobierno y en el partido: la de Maduro, heredero político y quien aspira a presidir la organización; la del segundo del chavismo, Diosdado Cabello, con sus redes militares; y la del presidente de la estatal Petróleos de Venezuela, Rafael Ramírez, quien mueve los hilos económicos de la nación con las mayores reservas petroleras mundiales.
Según analistas, las desavenencias entre ellos son la causa del bloqueo en la toma de decisiones por parte de Maduro, sobre todo en materia económica.
«La ausencia de Chávez lo que provoca es la puesta en escena de los distintos grupos de poder, que él controlaba de una manera vertical», observa Capriles.
La rebelión de las bases
Aunque el primer vicepresidente del PSUV y presidente del Parlamento, Cabello, llamó reiteradamente a la militancia a «defender la unidad de la revolución», entre los partidarios y organizaciones tradicionalmente chavistas se escuchan voces disidentes hacia la cúpula.
Heiber Barreto, miembro de la corriente Marea Socialista, cree que está en marcha una «rebelión de las bases», reflejada en la «abstención castigo» en las elecciones de los delegados que representarán a la militancia en el congreso de este fin de semana. Sólo dos millones de militantes de más de siete, según Maduro, acudieron a las urnas.
«El chavismo está en un proceso de revuelta contra las políticas autocráticas de las castas anquilosadas en el PSUV (…) que desoyen al pueblo», dice a la AFP.
Barreto asegura que las molestias de la militancia parten de la exclusión en el congreso de temas como la crisis económica -cuyo principal rasgo es una inflación anualizada que supera 60%- y las decisiones del alto gobierno de «pactar» con «sectores productivos» de la «burguesía».
Para Colette Capriles, el partido logrará aclamar a Maduro como nuevo presidente del PSUV, pero aún quedará un asunto pendiente: «Reconquistar a la militancia».
AFP