“Perla” sube al escenario para contar su trágica historia de travestido, tal como la escribió y la muestra Luis Vicente González
“Callejera”, auténtico, asombroso y dinámico espectáculo sobre la homofobia y la transexualidad, no estuvo en la programación del Festival de Teatro Rosa de Caracas 2014, el cual se realizó en el Celarg durante el pasado mes de junio, pero su autor y actor Luis Vicente González ya se prepara para mostrarlo en los festivales de Occidente y Oriente o en otro espacio que se le permita.
“Callejera” es, pues, un unipersonal que cuenta la historia de Perla, un joven homosexual que se trasviste para ir al liceo. Y sobre su origen todo lo cuenta Luis Vicente:
-Es una reflexión sobre la tolerancia, la aceptación a lo diferente. El argumento esta basado en un hecho real, ocurrido en Estados Unidos de América, donde un muchacho es asesinado por un compañero de clases en plena fiesta de San Valentín, delante de todos. El asesinado solía trasvestirse ocasionalmente para ir a clases y lo hacía con vestidos que una profesora le regalaba. Este chico se enamora de su asesino, a quién le pide que sea su acompañante en el baile de los enamorados que se celebrará en la escuela. Esta petición la hace públicamente unos días antes de la fiesta. Me apropié de éste argumento para escribir «Callejera». En el proceso de escritura fui incorporando sucesos y personajes que pertenecen al mundo de mi niñez, en el pueblo donde nací y crecí, ficcionándolos para construir la vida familiar y callejera de Perla (así se llama el protagonista de mi historia) al igual que su interioridad.
El teatro es físico
-¿Por qué un montaje eminentemente físico?
-En primer lugar debo decir que el montaje no es «eminentemente» físico. Es teatro y se hace desde la presencia «física» de los actores en escena. De lo contrario no sería teatro. Ciertamente la propuesta escénica de Carlos Díaz, director del montaje, permitió la incorporación, en algunos momentos, de materiales corporales como un lenguaje más desde donde se cuenta la historia. Yo creo con mucha firmeza que en nuestro país no se entiende y se desconoce las implicaciones técnicas y estéticas de eso que se ha dado en llamar «teatro físico». Por ello cualquier montaje donde el actor use su cuerpo fuera de las convenciones del teatro «de texto», entonces pasa a ser mal llamado “teatro físico”. Pero resulta que el teatro ni es de texto ni es físico, el teatro es una manifestación artística viva, el texto como todos los elementos que participen de la puesta en escena, son recursos para la elaboración de los lenguajes escénicos. De manera que se puede pasar con total fluidez del habla a la gestualidad como quien usa variados colores para construir una pintura. Por otro lado, el texto de «Callejera» está constituido por 29 cuadros escritos. De manera que al leerlo fácilmente se le pudiera inscribir dentro del llamado teatro de texto, pero como se ha mostrado, en la creación escénica hemos usado una variedad de lenguajes para la elaboración del discurso.
-¿Lo físico aplasta los contenidos?
-No. Creo que lo «físico» enriquece mucho el montaje, le da dinamismo y particularidad. Por momentos he llegado a pensar que puede haber un exceso más bien de textos, de palabras. Lo «físico» (siempre con comillas para mí) nunca podría aplastar la temática porque forma parte de la temática, porque la temática, tal y como la mostramos al público, fue construida desde lo físico tanto como desde las palabras escritas. Lo «físico» no ha sido una incorporación caprichosa para hacer un teatro raro. Desde lo «físico» intentamos decir tanto como desde las palabras, sumergir al espectador en la temática y sus contenidos desde el uso de variados recursos y lenguajes, uno de ellos es el lenguaje gestual en un tratamiento particular y consciente.
Importantes improvisaciones
-¿Qué busca
-Buscamos hacer un teatro propio, es decir una forma de hacer teatro surgida de las posibilidades y necesidades expresivas reales de los creadores. Entonces, como yo llevo algún tiempo ya en una investigación personal sobre las calidades físicas y el contacto para la construcción de la acción escénica, he derivado en un acabado actoral como el que has visto en «Callejera». En éste punto debo resaltar el mérito de Carlos Díaz, quien como director ha tenido la inteligencia de trabajar desde mí y conmigo más que con prefabricadas ideas de «director». Esto ha dado como resultado una propuesta en la que yo como actor no tengo que lidiar con la búsqueda para alcanzar las ideas del director, porque el director a construido sus ideas en «diálogo» activo y vivo con el actor. De allí que estar en escena me sea tan placentero en éste montaje.
-¿Cómo fue su preparación para Callejera?
-Trabajamos a base de improvisaciones a partir de las ideas y circunstancias presentes en el texto. Estas improvisaciones estructuradas fueron el medio a través del cual me aproximé a las intenciones vocales y gestuales, así como al contacto con mi imaginario puesto al servicio del montaje para la activación de estados emocionales verosímiles y auténticos. De igual forma esta manera de trabajar le permitió al director establecer diálogos creativos conmigo de donde fueron surgiendo ideas para la puesta en escena, el uso de determinados elementos y el tratamiento de los mismos.
-¿Ha pensado en un corto o un medio metraje?
-Siempre lo pienso con todas las obras que he escrito hasta ahora. Estoy muy influenciado por la cultura audiovisual. Lo que pasa es que escribo y hago teatro porque se puede hacer en menores tiempos y costos que los audiovisuales. Pero sí, me gustaría hacer con «Callejera» un trabajo audiovisual. Entre otras razones por la eficacia comunicativa de este medio.
La otra pobreza
A Luis Vicente González no le preocupa la homofobia en particular. “Me preocupa la intolerancia en general. La no aceptación de lo diferente en cualquier ámbito. En la política, en las artes, en fin, en la vida. «Callejera» intenta invitar a la reflexión sobre esto. El rechazo al homosexual es en este caso un pretexto para hablar de lo pobres que somos culturalmente y que es nuestra pobreza la que nos hace ser intolerantes hasta extremos nefastos que nuestro país conoce bastante. A través del teatro no pretendo detener la homofobia. Lo que sí busco con él es brindar espacios y tiempos para sensibilizar, elevar el espíritu y jorungar los corazones del espectador para que sea una mejor persona y, de pronto, sea menos homófobo”
PAGINA EL ESPECTADOR
E.A. Moreno-Uribe
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