
El 18 de septiembre de 1959, Harvey Murray Glatman fue ejecutado. No profirió ni un solo lamento, ni una sola queja y sus últimas palabras fueron: “Es mejor así, tarde o temprano esto tenía que terminar así”
La infancia de Harvey Murray Glatman, quien se crió en Colorado, Estados Unidos, estuvo marcada por su fealdad. Era un niño feo, sus compañeros de clase se burlaban de él constantemente e incluso sus familiares le hacían continuos desprecios.
Tenía unas orejas descomunales y muy separadas del cuerpo, facciones caídas, ojos ligeramente saltones y una boca muy inflada. Sin duda, no era una persona agraciada, se sentía diferente y crecía en él un sentimiento de venganza hacia quienes le hacían burlas, especialmente, hacia las muchachas que le rehuían. Era un hombre muy inteligente, su cociente intelectual era de 130, pero su personalidad había sido desvirtuada por su fealdad.
Su frustración sexual empezó a crecer, no podía tener relaciones sexuales pues las mujeres le aborrecían. Comenzó a robar a sus compañeras y masturbarse con los objetos que obtenía, fantaseaba con las dueñas de esos bolsos que robaba, leía sus agendas y creaba fantasías que nunca se harían realidad.
Pero Harvey necesitaba algo más. Con 17 años se hizo con una réplica exacta de un revolver y cuando encontraba una chica aislada, la apuntaba y la obligaba a quitarse la ropa. El solo se quedaba en eso: tan solo deseaba observar mujeres desnudas y que se desnudaran para él, luego empezó a sacar fotos a escondidas y las pegaba en las paredes de su habitación.
Años después se mudó a Nueva York y un mundo nuevo se abrió para él: habían miles de mujeres a las que fotografiar. Esas imágenes no le decían que no, no le retiraban la mirada y siempre le sonreían, por lo que se masturbaba fantaseando con las fotografías de desconocidas que captaba por la calle.
Pronto el dinero del que disponía se agotó y tuvo que recurrir al robo para poder subsistir, pero fue arrestado por la policía y condenado a cinco años de prisión. En 1951 sale de la cárcel, se mudó a Los Ángeles donde montó un taller de reparación de televisores y continuó con su afición a la fotografía.
El asesino feo
El 31 de julio de 1957 conoció a la que fue su primera víctima, Judith Ann Dull. Esta chica era una modelo con intención de darse a conocer, por lo que sabía que en debería ceder a algunas peticiones. Harvey la convenció de que trabajaba para una estupenda revista y que sería su imagen, que sería su salto a la fama.
En principio, la sesión sería en un estudio fotográfico, pero Harvey le dijo que tenía una serie de problemas y le preguntó si podría realizar las fotos en su casa, Judith accedió. También accedió a realizar una sesión de fotos simulando que estaba atada de pies y manos.
Este fue un grave error, pues tras inmovilizarla, Harvey la convenció de hacer fotos provocativas y luego la violó dos veces. Judith estaba aterrorizada y él se empezó a dar cuenta de la magnitud de lo que acababa de hacer, pues, con sus antecedentes penales, si la chica le denunciaba sería su final, pasaría el resto de su vida en la cárcel.
No la podía dejar escapar con vida. La llevó en su carro a un paraje solitario, la volvió a forzar, le sacó más fotografías y la estranguló con una cuerda, tras su asesinato cayó de rodillas junto al cadáver y llorando le pidió perdón. Abandonó el cuerpo en aquel desierto y regresó convencido de que sería detenido, pensaba que la policía iba a encontrar el cadáver y le iban a detener, pero no fue así…
Volvió a matar
Estuvo varios meses muy arrepentido, pero cuando decidió revelar el carrete vio las fotos de Judith y empezó a enamorarse de aquella imagen y a saborear el triunfo. Amplió las fotos y las colgó por todo su apartamento.
En 1958 decidió inscribirse en un club de solteros, dio un nombre falso y contactó con una joven de 24 años llamada Shirley Ann Bridgeford, pero cuando se conocieron ella quedó sorprendido con su fealdad. El comenzó a odiarla en ese instante, la encañonó con su pistola y la condujo al desierto, allí repitió metódicamente todas las acciones que había realizado con Judith, la violó, la fotografió y la estranguló con una cuerda.
Esta vez no hubo arrepentimiento: había encontrado su verdadera vocación y ya buscaba su nueva víctima. Busco en los contactos del periódico y así conoció a Ruth Mercado, una chica de la cual se enamoró, pero ella también lo rechazó. Una vez más, visita el desierto y a pesar de que la amaba, la forzó, fotografió y asesinó como a las demás.
Condenado a muerte
Volvió a su primer modus operandi y puso anuncios en el periódico anunciándose como fotógrafo para las nuevas modelos. Así conoció a Lorraine Vigil, una joven que estaba muy necesitada de dinero y veía en el posado fotográfico un modo de ganar algo extra. Harvey la encañonó y la llevaría al desierto donde repetiría el proceso.
Sin embargo, Lorraine se reveló y empezaron un forcejeo. Durante este forcejeo, Harvey disparó y la hirió en una pierna, pero ella continuó atacándole hasta que una patrulla de carretera que pasaba en ese instante se detuvo.
Harvey Murray Glatman lo confesó todo, fue juzgado y sentenciado a muerte. El juicio duró solo tres días y él no quiso apelar, pues sabía que era justo el castigo y se resignó a morir. La sentencia fue ejecutada en la cámara de gas de la prisión estatal de San Quentin State Prison, el 18 de septiembre de 1959.
Edda Pujadas
Twitter: @epujadas
Lo que pasó
con Harvey…
Las apariencias pesan demasiado en nuestra sociedad. En ocasiones, la parte humana de cada persona, queda eclipsada por un físico poco agraciado. Nunca se llegó a saber si Harvey Murray Glatman tenía un valor real en su interior, ni cuáles eran sus sentimientos reales. Su fealdad exterior le causó un gran trauma en su infancia, que lo llevó a convertirse en un asesino en serie