Si la Mesa de Unidad Democrática (MUD) queda como una instancia de acuerdos solo electorales, tal postura debe venir de la mano del reconocimiento, sin cortapisas, de que la política y las necesidades de nuestra atribulada nación van mucho más allá del tema comicial
La MUD ha anunciado que mañana lunes será su nueva “encerrona”. Se supone que en ésta solucionarán sus problemas internos mediante una “discusión profunda” para luego ofrecer “un mensaje claro” al país. Me permito hacer el ejercicio de proponer algunos tópicos sobre los que, en mi personal criterio, deben trabajar.
La MUD desconectada
con la realidad del país
Confieso que lo hago sin muchas esperanzas, y he allí el
principal punto de fondo que estimo ha de ser considerado. La principal enemiga de la solución a cualquier problema es la negación de que tal problema existe, así que espero que estas palabras no caigan en el saco roto de la indiferencia de la MUD. El primer problema que veo en la MUD tiene que ver con la desconexión con la realidad, o mejor dicho, con las otras realidades que también existen en nuestra nación y que, aunque son de naturaleza evidentemente política, no enlazan con los temas electorales ni con los juegos de poder de los partidos. En mi opinión, la MUD ha mostrado hasta ahora un franco desdén, y hasta una descarada animadversión, contra todo lo que no suene en el tono electorero y partidista que a la MUD tanto enceguece. Pareciera que hay una suerte de consigna, no declarada pero sí ejecutada, según la cual “todo lo político es y existe nada más dentro de los partidos, que no fuera de ellos”, y esto, en un país en el que las simpatías hacia las organizaciones políticas formales están tan menguadas, les pone de espaldas al grueso de la población, opositora o no.
Lo que toca es definirse
En este sentido, creo que les toca sincerarse y asumir sin medias tintas, una de dos posiciones: O se reconoce la MUD como una instancia, meritoria sí, pero limitada, en la que solo se montan estrategias comunes entre diferentes partidos opositores de cara única y exclusivamente a los procesos electorales por venir; o se posiciona con hechos y acciones concretas, que no solo a punta de discursos y de gamelote, como la principal y más amplia instancia de referencia y de dirección de la generalidad del pueblo opositor, milite éste o no en un partido político.
Si se toma el primero de los caminos propuestos, pues bien, que así sea. De hecho, hasta ahora ha sido así. No ha sido la MUD referente válido, conteste, indiscutible, o sobre todo exitoso a nivel nacional de algo que haya ido más allá de la formulación e implementación de estrategias electorales conjuntas y aceptadas, en términos generales, por la mayoría de los partidos opositores, y en cada elección en concreto, por la mayoría del pueblo opositor. Nadie puede escatimarle a la MUD el logro de éxitos puntuales, algunos de ellos muy importantes, a nivel electoral, por lo que si su replanteamiento se dirige a apuntalar ésta (la electoral) como su única función, “tiene con qué” demostrar que para eso sí ha servido, y lo que es más importante, que para eso también podrá seguir sirviendo.
Esto no desdice de la importancia de los partidos políticos, cada uno con sus visiones y ofertas, como marcos de referencia ideológica. Si la MUD termina de asumirse como lo que hasta ahora ha sido, como una mesa de acuerdos entre partidos y organizaciones políticas formales con finalidades netamente electorales, nada obsta para que cada uno de los que la compone se dedique a captar, como les toca, simpatías entre la ciudadanía ofreciendo propuestas concretas y valiosas de cara a la realidad del país, según sea ésta interpretada desde la diferentes posturas que cada cual tenga.
Eso sí, si la MUD queda como una instancia de acuerdos solo electorales, tal postura debe venir de la mano del reconocimiento, sin cortapisas, de que la política y las necesidades de nuestra atribulada nación van mucho más allá del tema comicial, y ha de aceptarse que los esfuerzos de otros actores sociales, distintos de los que en sus luchas por nuestro país dependen del calendario que nos plantea sucesivamente el CNE, siempre que transiten las vías de la paz y de la Constitución, son igualmente respetables, aunque aquellos no estén alineados con el partidismo como forma de hacer política.
Ver las cosas de esa manera distinta que he citado, por cierto, no es “antipolítica”. Es política vista desde una visión más amplia que la netamente partidista. Es luchar por el país, que no solo por el poder o por sus cuotas. Es menester que la MUD entienda que no todo el que alza su voz contra el gobierno, y se destaca por ello, está a la caza de un cargo o de un puesto de poder. Yo les invitaría a no medir a todo el que lucha contra la barbarie que vivimos con la misma vara con la que se miden los integrantes de la MUD entre sí. Nada de malo hay en querer ser presidente, diputado o gobernador, mucho menos en querer hacerlo desde la plataforma de un partido político, pero sí es absurdo creer que todo el que se gana a pulso, en la actividad que sea, las simpatías de la gente es un “enemigo” que está “sabaneando” un cargo. Hay muchas formas de hacer Patria, la militancia partidista es solo una de ellas. Bastante daño que nos ha hecho, incluso queriendo los mismos cambios para nuestra nación, esa sesgada y ciega visión que algunos políticos tienen sobre los empeños de los demás.
“Apertura” y “humildad”
Si la decisión es otra, si la MUD decide arrostrar el reto de convertirse en la máxima instancia de la conducción política opositora, con la inmensa responsabilidad que ello supone, las palabras claves para que se logre tal fin con éxito son “apertura” y “humildad”.
“Apertura”, porque deben dejar de estar cerrados, como de hecho ha ocurrido, a todos los que no son parte de las organizaciones políticas formales pero tienen, sobre los temas nacionales, mucho que aportar y decir, aún cuando lo que aporten y digan no sea del agrado de las cúpulas partidistas e incluso, a veces, cuando les resten protagonismo. Los partidos políticos se han especializado en Venezuela en instrumentalizar los temas de interés nacional, de cara solo al logro de objetivos puntuales y a corto plazo, para luego desecharlos cuando dejan de ser “atractivos” para el veleidoso colectivo o cuando ya no son, según el encuestador de turno, “capitalizables” políticamente hablando. La “apertura” de la que hablo, además, no debe ser solo a la voz, sino también al voto, de las organizaciones o personas que hayan hecho mérito para ser tomadas en cuenta y respetadas. Si no es así, las decisiones seguirán tomándolas los mismos actores y seguirán produciendo los mismos resultados.
Pero también debe haber, si esta segunda vía es la que se asumirá, “humildad”. Si de ese “mensaje claro” que se le va a dar a la nación nace un bloque abierto, propositivo, coherente y concreto de unidad de toda la oposición, incluida la que no es “partidista”, nuestros políticos deberán dejar de escuchar solo las melodías que les gustan, aprender que nadie es dueño de la verdad absoluta y que ésta solo se halla en el punto medio que da el contraste de nuestras propias creencias con las de los demás, especialmente si no piensan como nosotros.
CONTRAVOZ
Gonzalo Himiob Santomé
Twitter: @HimiobSantome