Al manipulador se le reconoce fácilmente. Es aquella persona con un grado de inmadurez que lo incapacita a hacerse responsable de sus acciones. Siempre consigue una excusa, aparentemente perfecta para achacarle la culpa a otro o algo en particular
A lo largo de sus vidas, muchas mujeres han sido víctimas de un manipulador. Ellas han escuchado frases como: ‘Si me dejas me quito la vida’; o ‘si te vas, ya verás lo que hago’, sentencias que tienen un impacto psicológico bastante negativo en quien se convierte en blanco de las amenazas de su compañero sentimental.
Entonces, el afectado no se atreve a tomar una decisión a tiempo, tal como poner fin a una relación sentimental catastrófica, debido a que cree que estas palabras amenazantes se cumplirán haciendo tangible aquello que se teme.
En una circunstancia semejante es prudente recordar la conocida expresión: ‘quien avisa que se va a matar, es porque piensa no hacerlo’, a menos de que el manipulador sufra una perturbación mental que lo lleve al suicidio, lo cual ocurre muy poco, por lo que se acude al chantaje para conseguir que la pareja no cumpla su promesa de abandono.
1. Cómo reconocer
a un manipulador
Al manipulador se le reconoce fácilmente. Es aquella persona con un grado de inmadurez que lo incapacita a hacerse responsable de sus acciones. Siempre consigue una excusa, aparentemente perfecta para achacarle la culpa a otro o algo en particular: un gesto, acción, actitud del otro, que, por lo general, es la pareja o algún miembro cercano a ambos, ya sea la madre o el padre, hermano o hermana.
Como se trata de personalidades con algún grado de perturbación, las mismas están propensas más que otras a tener conflictos con los miembros cercanos a su entorno. Están propensas, asimismo, a carecer del control necesario para mantener sus emociones a raya.
La ausencia de controlarse convierte a los manipuladores en seres más vulnerables que el resto de los mortales a realizar actos violentos. Estas acciones están dirigidas a la pareja, quien la mayoría de las veces es la mujer. Ella, junto a los hijos procreados en el núcleo familiar, termina siendo víctima de llamada violencia doméstica, el comportamiento violento que llena frecuentemente las páginas rojas de los diarios.
El maltrato puede ser físico, psicológico y verbal. El corporal es evidente. El verbal aunque no es perceptible va cercenando la conciencia de la persona agredida hasta crearle inseguridad, temor y desconfianza. En ese momento, quien recibe las agresiones no puede desarrollar exitosamente su trabajo ni tampoco sus actividades cotidianas.
2. Un manipulador
no nace, se hace
La causa de un comportamiento violento, probablemente, está en una infancia traumática, donde los golpes, el abuso y el maltrato, por parte de la madre o del padre, han dejado una secuela en el agresor quien repite tal comportamiento; lo toma como modelo de modo automático, a menos de que reciba asistencia psicológica que lo ayude a concienciar que esa conducta es negativa.
El modelo es la imagen mental que un individuo tiene de una persona. Esa imagen influye sobre todo en la infancia. Es ahí, en esta etapa, cuando se estimula una acción a seguir. El niño copia inconscientemente, o intuitivamente, el comportamiento de los progenitores o de sus cuidadores.
Luego, en la adultez, actúa de manera similar: si el padre agrede a la madre y a los hijos, el adulto afectado lo hará con su pareja y con sus descendientes. Esta conducta se vuelve reiterada hasta que se analiza.
Cuando la mujer rechaza un comportamiento semejante y decide terminar con la relación tormentosa, el agresor hace lo posible para manipular la situación: él lo achacará al modo de actuar de la propia pareja aunque sea correcto. Aquí se repotencia esta manera de proceder; la manipulación cobra fuerza; y las frases amenazantes que hablan de finalizar la vida se vuelven algo tan común como acompañar las comidas con pan.
Justo ahí se complica la situación y se hace pertinente tomar una decisión a tiempo por el bien de la pareja y el bienestar, en el caso de que los haya, de los hijos.
3. Comportamiento
de dos caras
La manipulación se convierte entonces en una personalidad de dos caras: el agresor, por un lado, y el que se hace la víctima, por otro. No es nada fácil actuar racionalmente cuando se forma parte de esta situación. Sin embargo, conviene evaluar fríamente la actitud de la pareja para, de una vez por todas, acabar con este círculo vicioso. Sus daños no se harán esperar; el peligro inminente está a la vuelta de la esquina; escapar ileso es una forma de protegernos de consecuencias mayores que no tardan en llegar.
Asimismo, como tienen una visión distorsionada de los hechos, existen personas que son capaces de cumplir la amenaza de quitarse la vida. Esa manera de ver las cosas, les impide actuar con normalidad. Por eso, esas amenazas se convierten en verdaderos chantajes que dificultan la posibilidad de analizar la situación en que se está inmerso para tomar una decisión acertada.
Por consiguiente, sumergido en un estado de angustia, el afectado considera que existe por parte de quien propina tal amenaza el firme propósito de cumplirla, como quitarse la vida, por ejemplo. Aun así, es necesario evaluar la situación: huir a tiempo justo antes de que ocurran males mayores que nos encadenen a vivir una relación sentimental tan frustrante que no tarden en aparecer secuelas que resultan de la factura que cuesta mantener un nexo que genera más decepciones que ratos de felicidad.
Desenmascarar
a un manipulador
*** Bajo un estado de amenaza permanente nadie puede estar mucho tiempo sin enfermarse mentalmente una vez que desarrolla un estado de angustia que vulnere su lucidez mental que, al igual que la salud física, por exponerla de este modo, es fácil de perder.
*** Por ello, aunque puede no resultar fácil, apremia marcar distancia del manipulador, una vez que se le haga saber que si no se respeta la decisión de una separación, por ejemplo, se acudirá a un organismo público, como el Ministerio Público de la Fiscalía o el Ministerio de la Mujer, para pedir asistencia cuando el acoso sea una forma más de intimidar del que manipula
La voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas