Los tinoquitos

Hace falta reunir veinticinco billetes de dos bolívares para comprar un dólar SICAD II. Situación peor que la narrada de 1989, pero recordemos que estos bolívares valen una milésima parte de los de aquella época

Dado el comienzo del envilecimiento de la moneda venezolana y a pesar de que ya se habían tomado algunas medidas tácticas, la materia prima con las que estaban fabricadas las monedas del cono venezolano, habían llegado a un precio que sobrepasaba el valor facial de cada una de ellas. Como consecuencia inevitable, comenzaron a “desaparecer” los fuertes, las monedas de dos, los bolívares, los reales, los mediecitos, las lochas y los centavos. Los comerciantes de metales, en este caso de níquel, comenzaron a acumular monedas con el fin de fundirlas y lograr unas pingües ganancias con la venta del material bruto.

También surgió un chiste cargado de mucha ironía: Se preguntaba ¿Sabes cómo se tiene una arandela muy barata? Tomas una moneda del tamaño adecuado y le abres un hueco en el centro…

Pero también surgió una de las aberraciones monetarias más graves de la historia del Banco Central de Venezuela. Para contrarrestar la desaparición de las monedas de dos y un bolívar se imprimieron unos billetes azules, más pequeños e impresos en papel bond que recibieron el nombre de tinoquitos en “honor” al presidente del ente emisor.

Para las fechas comprendidas en ese año la paridad del bolívar frente al dólar estadounidense varió entre 37 y 42 bolívares. Escribimos sobre bolívares que tenían capacidad de compra. Aquellos que pudieron circular hasta el 31 de diciembre de 2011.

Hoy, por causas totalmente diferentes, estamos en una situación similar. A pesar de los bombos y platillos que adornaron la falacia del fortalecimiento del bolívar cuando se emitieron las nuevas monedas el 1 de enero de 2008, hoy tenemos un cono monetario plagado de tinoquitos.

El bolívar, con su arrogante presentación similar al euro y a algunas monedas serias y otras muy devaluadas, no tiene capacidad de compra alguna. Nuevamente tenemos la oportunidad de obtener arandelas muy baratas y ahora no hace falta perforarlas, basta con darle un golpe a la moneda y separar su núcleo plateado y utilizar el círculo dorado.

Economicemos las lágrimas que surgen al analizar los monedas fraccionarias.

Hace falta reunir veinticinco billetes de dos bolívares para comprar un dólar SICAD II. Situación peor que la narrada de 1989, pero recordemos que estos bolívares valen una milésima parte de los de aquella época.

Con un billete de máxima denominación de los actuales, apenas se puede comprar un par de dólares y eso si tenemos la suerte de que nos los asignen sus administradores. Como consecuencia inmediata, un billete de cincuenta bolívares apenas compra un dólar y se necesitan cinco billetes de diez bolívares, diez de cinco y dos y medio de veinte para lograr un (solo uno) también devaluado dólar.

La consecuencia es inmediata. Todos quienes tenemos la posibilidad de portar billetes en los bolsillos, los tenemos llenos de tinoquitos. Y en cuanto a las monedas, las depositamos en el cenicero del automóvil.

Recordamos que en aquellos años referidos, era usual que el vuelto de una transacción menor nos lo entregaran en torontos.

Rafael Díaz Casanova

 

 

 

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