Solamente 20 días duró la carrera criminal de Gregorio Cárdenas, pero eso le bastó para entrar en los anales de la historia como uno de los asesinos seriales más populares de México
En el año de 1942, en el popular barrio de Tacuba en Ciudad de México, fueron descubiertos los asesinatos de Gregorio Cárdenas, quien en un periodo de tan sólo 20 días estranguló y enterró clandestinamente a cuatro mujeres: Raquel Rodríguez León, María de los Ángeles González Moreno, Rosa Reyes Quiroz y Graciela Arias.
Gregorio Cárdenas Hernández, mejor conocido como “El Estrangulador de Tacuba”, después de pasar 35 años preso se convirtió en abogado, escritor, pintor y guionista de cómic, además de haber sido reincorporado a la sociedad y haber recibido un homenaje en la Cámara de Diputados años después de los hechos.
La historia
Gregorio Cárdenas Hernández nació en Ciudad de México en 1915. De niño, Goyo sostuvo una relación enfermiza con su madre, una mujer dominante que lo reprimió hasta su adolescencia. Pese a ello, su altísimo coeficiente intelectual hizo que fuese un estudiante destacado. La encefalitis que de niño padeció causó, sin embargo, un daño neurológico irreversible.
A sus 27 años, Goyo estudiaba Ciencias Químicas y obtuvo una beca que le permitió continuar sus estudios. Independizado de su progenitora, rentó una casa Tacuba. Allí vivía cuando la noche de 15 de agosto de 1942, abordo de su automóvil Ford, recogió a una prostituta de 16 años a quien llevó a su domicilio y tras sostener relaciones con ella la estranguló con un cordón y la enterró en el patio.
Ocho días después, la madrugada del 23 de agosto, Goyo salió de cacería otra vez. En esta ocasión, la prostituta elegida tenía 14 años, fue estrangulada con el mismo cordón y enterrada al lado de su compañera de oficio. Goyo esperó solamente seis días antes de ir, la noche del 29 de agosto, a buscar una nueva compañía femenina que tuvo el mismo desenlace de las anteriores.
El último crimen ocurrió cuatro días después, el 02 de septiembre. Goyo cortejaba constantemente a una chica llamada Graciela Arias Ávalos, estudiante del bachillerato de Ciencias Químicas, alumna modelo e hija de un conocido abogado penalista.
Goyo pasó por ella, supuestamente para llevarla a su casa, pero al llegar afuera de la casa de la chica y aún dentro del carro, le habló de su amor por ella. Graciela lo rechazó y entonces él intentó besarla a la fuerza. Ella le dio una bofetada y entonces Goyo, iracundo, arrancó el vehículo y comenzó a golpear a Graciela en la cabeza hasta que la mató.
La confesión
El 07 de septiembre de 1942, a petición expresa de su hijo, la madre de Goyo lo internó en un hospital psiquiátrico. Allí acudió la policía para interrogarlo sobre la desaparición de Graciela Arias y el confesó que había matado a la chica y que la había enterrado en el patio de su casa.
La policía, acompañó a Goyo hasta su casa y hallaron los cuatro cadáveres, así como un diario escrito por el sujeto. En la comisaría, pidió una máquina de escribir e hizo él mismo su declaración, la cual parecía una obra policíaca, pues describía en detalle los asesinatos, utilizando recursos novelescos y periodísticos,
Los medios de comunicación hicieron de él una estrella. El 13 de septiembre, se le dictó auto de formal prisión y fue recluido en el Palacio Negro de Lecumberri, en el pabellón para enfermos mentales. Sin embargo, sus abogados consiguieron que fuese trasladado al Manicomio General de La Castañeda.
Celebridad rehabilitada
Inexplicablemente, de pronto Goyo obtuvo múltiples comodidades: empezó a asistir a las clases de psiquiatría que ofrecía el director del manicomio, entraba a la biblioteca, recibía visitas familiares e incluso se iba al cine con algunas amigas. Cinco años después de entrar allí, se fugó y partió rumbo a Oaxaca, pero fue reaprehendido y alegó que no había escapado, sino que estaba de vacaciones.
Las autoridades decidieron regresarlo al Palacio Negro de Lecumberri en 1948. Una vez allí, Goyo memorizó el Código Penal, cursó la carrera de Derecho, se convirtió en litigante, dibujó historietas que contaban crímenes famosos y escribió varios libros, entre ellos Celda 16 y Pabellón de locos.
Tocaba el piano que su madre le había regalado, escuchaba ópera, leía poesía, dirigió una revista y comenzó a pintar cuadros. En el penal se casó y tuvo hijos, a quienes mantenía con las ganancias de una tienda de abarrotes que puso dentro de la cárcel.
En 1976, la familia de Goyo apeló al entonces presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, quien, al determinar que Goyo era una celebridad, terminó por absolverlo. El 08 de septiembre de 1976, abandonó la cárcel. Poco tiempo después, mientras Mario Moya Palencia era Secretario de Gobernación, el Congreso de la Unión invitó a Goyo a asistir a la Cámara de Diputados, donde se le brindó un homenaje. Goyo hizo uso de la tribuna para hablar sobre su vida y los diputados aplaudieron al asesino en serie calificándolo como un ejemplo para los mexicanos y un claro caso de rehabilitación.
Goyo inauguró una exposición de sus pinturas en una galería de la capital mexicana, recibiendo favorables críticas y vendiendo todos sus cuadros a altísimos precios. Abrió además un despacho y se dedicó a litigar. Se hizo una radionovela sobre su vida, que tuvo altísimos niveles de audiencia.
Idolatrado…
Goyo Cárdenas murió el 02 de agosto de 1999 en Los Ángeles California y se convirtió de esa manera en el asesino serial más surrealista de la historia. El pueblo le hizo canciones, hubo estampitas con su imagen y fue idolatrado por la gente, que aún recuerda su nombre y obras Edda Pujadas / @epujadas