Disparate tras disparate, Venezuela se destruye por obra de los bárbaros más ignorantes y salvajes de la historia
Las decisiones de la semana pasada ratifican la convicción de que nada será resuelto mientras este régimen exista. Disparate tras disparate, Venezuela se destruye por obra de los bárbaros más ignorantes y salvajes de la historia. De manera insólita se anuncia la eliminación de la División Antidrogas del Cicpc. Los exfuncionarios que la integraban, deberán ponerse a la orden de la Oficina Nacional Antidrogas, ONA. Años de estudio, experiencia y dominio teórico y práctico sobre el tema se echan por la borda. La mayoría fueron funcionarios probos trabajando cuesta arriba contra un flagelo cuyos tentáculos han invadido todos los estratos del alto gobierno cívico-militar.
La división fue creada en la Policía Técnica Judicial bajo la dirección de Juan Martín Echeverría. Llegó a ser ejemplo para muchos países del mundo. Ahora la ONA está, al mando de generales de muy poca experiencia, o de ninguna, en esta materia. En los grupos mafiosos que se ocupan del tema, debe haber sonoras celebraciones. El camino de la impunidad continúa despejándose. No dudo en afirmar que el narcotráfico, en todas sus facetas, es el problema mayor del país, el que más compromete a las presentes y futuras generaciones de venezolanos. A las pruebas y a los informes internacionales me remito.
No me refiero sólo a la producción de materia prima, a la industrialización y comercio mayorista de drogas ilegales. Esto, de por sí, es un problema de los peores. Hablo también del minicomercio, del microtráfico que alimenta a las bandas que cometen crímenes horrendos a diario con el silencio insólito del gobierno. Los jefes le pagan a esas pandillas con dosis de drogas equivalentes a sus servicios y éstas se ocupan de envenenar a la juventud estudiosa y trabajadora en centros de estudio, de diversión o laborales. Ahora sin policía especializada.
En las últimas semanas, se reportan unas 14 personas descuartizadas ferozmente y…. ¡no pasa nada!
Oswaldo Álvarez Paz