Al caer en brazos de hombres que se sienten superiores, las mujeres corremos el peligro de que nuestra autoestima y el propio orgullo terminen afectados cuando permitimos que actos como la infidelidad y el maltrato de cualquier tipo sean cotidianos
Debido a un sentimiento de superioridad alimentado por un ego machista, muchos hombres cuando son correspondidos por la mujer deseada se llenan de un orgullo que los hace capaces de lastimar a sus compañeras. Al contrario, cuando se sienten plenamente correspondidas, ellas deciden entregarse sin poner límites.
Por consiguiente, al caer en brazos de hombres que se sienten superiores, las mujeres corremos el peligro de que nuestra autoestima y el propio orgullo terminen afectados cuando permitimos que actos como la infidelidad y el maltrato de cualquier tipo sean cotidianos.
Así mismo, mientras nos volvemos sumisas porque la sociedad nos ha atribuido un papel pasivo en la relación, terminamos lastimadas. De ahí que debamos controlar esas emociones que propina el amor para hacer valer una posición de respeto hacia la mujer maltratada por aquellos hombres que olvidan que una mujer fue quien les dio la vida.
1. Cuando el amor no apremia
La apariencia de Consuelo resultaba una atípica mezcla de las razas aria y africana, en la que cada una había aportado lo mejor de sus ancestros. Por eso, sus ojos verdes esmeralda contrastaban con su piel canela, que junto con su nariz perfilada y cabello lacio, eran atractivos algo poco común de encontrar todos reunidos en un rostro femenino.
Por consiguiente, debido a estos atributos, a los varones, Consuelo impactaba, y los incitaba al enamoramiento, hasta que terminaban dándose por vencidos cuando, en esta señorita, las mismas pasiones, en ella no despertaban, sino que más bien su indiferencia animaba.
Arribaba a los veinticuatro años. Aunque muchos hombres la pretendían, Consuelo no quería involucrarse con alguno de ellos, pues sabía que una vez que entregara el corazón perdería. Además, podría terminar lastimada, cuando otorgara mucho de sí misma, mientras le develaba a otro su intimidad hasta el momento resguardada.
De ahí que Consuelo decidiera tomarse aquello del amor como un asunto que no apremiaba, porque, de acuerdo con la filosofía que albergaba, debía esperar el momento adecuado para tener un romance con quien mereciera conocer sus más íntimos deseos y sensibilidad femenina.
2. Altas dosis de machismo
A pesar de que Consuelo se había mostrado indiferente hasta entonces, cuando vio a Pedro, alto, bien parecido pero con altas dosis de machismo, ella sintió un estremecimiento tan fuerte que perdió el control de sus emociones y se imaginó en brazos de él. Por ello entendió que el momento de amar había llegado a su vida, pues había conocido a quien le provocara pasión y ternura con la misma intensidad.
Cuando descubrió a Consuelo, del mismo modo que ella, Pedro fue víctima de una fuerte atracción, así que juró no descansar hasta conquistarla. Y, por supuesto, con tanto de su parte, ya que había despertado tanto la pasión como la admiración de esta dama, con rapidez, su cometido él logró.
Mientras Pedro enamoró a Consuelo con esas frases de amor que llegan hasta el alma femenina para quedarse, la llenó de atenciones que más que halagarla la enamoraban, por lo que ella cayó rendida sin mucha conciencia de lo que hacía.
Empezaron entonces esos candentes amores entre Consuelo y Pedro. Ella lo amaba con todas las fuerzas de su ser y él le correspondía, pero, de repente, la situación cambió, pero, lamentablemente, no para bien, por lo menos, no de ella, que comenzó a padecer mientras él se divertía.
Aunque Pedro seguía amando a Consuelo con el mismo candor de antes, se volvió más controlado en sus sentimientos pues, pensó que él, como todo un hombre, tenía que sobreponerse a esas pasiones, así que, de nuevo, comenzó a mirar a otras mujeres, aunque les dejara bien claro que él estaba comprometido para, con ellas, llegar a algo serio; pero eso tampoco le impedía echar una canita al aire sin despertar sospechas.
Lo anterior Consuelo lo notó, se molestó tanto que protestó pero, como era blanco de ese amor tan grande que mucho soporta, lo toleró. No obstante, se dio a la tarea de mostrar sus atributos, para así dejar por sentado que ella era más atractiva que cualquier mujercita que se atravesara en el camino de ambos.
La táctica de Consuelo frenó bastante a Pedro, pues, sabía que muchos hombres lo enviaban porque él contaba con el amor de una fémina por la que algunos darían hasta lo que no poseían por tenerla a su lado; sin embargo, esto no lo retuvo porque con sus andanzas continuó.
3. Amor lleno de dudas y sospechas
Hubo noches en que Pedro le fue infiel a Consuelo. Aunque eran aventuras sin importancia alguna para él, estas infidelidades lastimaban a su compañera que sin saber nada en concreto mucho de él sospechaba, pues su sexto sentido le advertía que Pedro la traicionaba.
Aunque Consuelo no había descubierto las andanzas de Pedro, su instinto le confirmaba que él le había sido infiel, ya que una mujer siempre sabe cuando su compañero sentimental la irrespeta con quienes se venden tan barato que se enredan a cambio de muy poco, para luego, con suma rapidez, pasar al olvido.
Entonces, por amarlo como lo hacía, Consuelo había hecho que esa relación la lastimara, que ese amor lleno de dudas y sospechas que Pedro le daba, le negara su dignidad, porque algo superior a su orgullo le impedía dejarlo.
A pesar de lo anterior, Consuelo pensó en dejar de ver a Pedro por un tiempo, alejarse de ese vínculo que le estaba haciendo daño. Justo ahí, él prometió enseriarse con esta dama que tanto amaba que la haría su esposa. Y aunque vio el deseo de rectificación, ella sabía que eso del orgullo exaltado de Pedro sería algo con lo que tendría que lidiar mientras decidiera estar a su lado.
¿Víctimas de un machista?
*** Por las razones que sean, cuando somos víctimas de un machista empedernido, mientras pisoteamos dignidad, ponemos en riesgo la estabilidad emocional.
*** A veces, más que amor, son la costumbre y el miedo a estar solas, las emociones que nos mueven a permanecer atadas a un vínculo que más alegrías, decepciones nos deja
La voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas