El país está quebrado en lo financiero; en desplome en lo productivo; en crisis en la satisfacción de las necesidades básicas, como la salud y la educación; en rojo en las cuentas nacionales; y al final, la vida de los venezolanos no vale medio
Para el régimen es un plan orquestado por el imperialismo, la burguesía criolla y la ultraderecha internacional para quebrar a una revolución en su esfuerzo para aliviar la pobreza.
Así explican la dilapidación de los US$ 1.500 millardos que entraron a las arcas nacionales. ¿Cómo lo lograron? No es solo que son malos gobernado, que lo son. Es el resultado- ya conocido- del modelo socialista de Estado o comunista. Modelo que presume que un grupo de burócratas bien intencionados pueden manejar la economía y más allá la sociedad. Eso ni teórica ni prácticamente es posible. La burocracia gubernamental no puede ser el dios relojero de los masones.
La versión criolla, el populismo “ococlócrata”, de reparto directo de la renta petrolera, no creó riqueza en el país. Por eso, al comparar este gobierno con los de la República Civil, salen raspados.
El país está quebrado en lo financiero; en desplome en lo productivo; en crisis en la satisfacción de las necesidades básicas, como la salud y la educación; en rojo en las cuentas nacionales; y al final, la vida de los venezolanos no vale medio.
Pero se empeñan en una “guerra económica” que quieren ganar, aunque sea pírricamente, y nos terminen de hundir el basurero de la historia.
Quisieron sustituir la implacable ley de la oferta y la demanda y fracasaron; quisieron meterse a producir y fracasaron; importaron y fracasaron. Y al final no hay desarrollo sino un reguero de corrupción y más pobreza. Recuerden Pdval.
Primero dijeron que era que ahora los pobres comían mucho; luego acusaron a las familias de acaparadoras; ahora es el contrabando hacia Colombia. Es como decir que el robo de los $25 millardos de Cadivi se resuelve metiendo preso a los “raspacupos” y sancionar a unas 15 empresas de maletín.
Vuelven con “el sacudón”. Iban a subir la gasolina y a devaluar el bolívar oficial, pero no se atrevieron. La gente ya no los quiere. Pero impusieron una tarjeta de racionamiento, con captahuellas- con un pésimo servicio de internet-, y una acción militar contra el contrabando con Colombia. Argumentan que un 40% de los productos básicos, subsidiados, terminan allá, además de unos 100.000 litros diarios de gasolina. Desplegaron 17.000 soldados en una frontera de más 2.200 kilómetros y decretaron el cierre nocturno de algunos de los pasos fronterizos, por un mes. Fuegos fatuos. Un negociazo para los contrabandistas y sus custodios. Es la fase final de la militarización del consumo. ¿Nos la calaremos?
Alfredo Michelena