Los chulos internacionales, esos que nos chuparon en el tiempo de las vacas gordas y que aun hoy siguen pegados de las ubres flacuchentas de la Venezuela empobrecida, tienen que defender -como en efecto defienden- la permanencia en el poder de quien fue colocado allí por los Castro
Que Nicolás se haya desplomado y que esté en el piso el prestigio que pudo tener y la poca esperanza que suscitó, era previsible conociendo sus limitaciones. Nadie puede negar que hoy solo queda el desespero de un hombre que se aferra al nombre del difunto como náufrago a la tabla, y que negocia y cede a los capitostes del régimen -más allá de lo imaginable- en un pugilato en el que el perdedor es el pueblo. Si lo que estaba bien en tiempos de la democracia bajó a negativo con el comandante supremo, y lo que no marchaba empeoró, ahora con el despelote de Nicolás lo que medio andaba con el fallecido, está hoy plenamente deschavetado. El desplome del ilegítimo está más que justificado.
Que el prestigio de Nicolás esté en el piso no significa que está fuera del poder, ni que necesariamente lo vaya a estar en el corto o mediano plazo. Que Venezuela hoy esté en el sótano de su desarrollo y calidad de vida, tampoco significa la inminente salida de Maduro, a pesar de que él es responsable fundamental de la inflación que agobia y licúa el salario; del desabastecimiento que angustia; de la pobreza creciente e incluso -y lo recuerdo por estar comenzando ahora el año escolar- de la disminución de la matrícula, particularmente de los niños del primer grado, lo que habla per sé de retroceso, ignorancia y delincuencia.
Que el desplome y desprestigio de Nicolás no implique su inminente salida tiene que ver con tres poderosas razones: con el interés del comunismo internacional, con los altos intereses en juego para los “revolucionarios” criollos y con la alternativa democrática que no acaba de robustecer su acción.
Los chulos internacionales, esos que nos chuparon en el tiempo de las vacas gordas y que aun hoy siguen pegados de las ubres flacuchentas de la Venezuela empobrecida, tienen que defender -como en efecto defienden- la permanencia en el poder de quien fue colocado allí por los Castro, y no estoy revelando nada que no se sepa. Nicolás no es fruto del capricho del comandante eterno, sino fría decisión del comandante Castro, quien aprovechándose de la debilidad y enfermedad del entonces moribundo, lo empujó a tomar la decisión que conocemos, no para beneficio de Venezuela, sino para el de Cuba y la internacional comunista.
Los altos intereses en juego de los “revolucionarios” criollos, particularmente de los boliburgueses y las cúpulas podridas militares, los lleva a mantener en la presidencia, a cualquier precio, a quien les es útil. Bien saben los violadores de la ley que en la cárcel tienen su futuro. El cogollo pesuvista no desconoce el desplome de Nicolás, ni le disgustaría intentar un nuevo nombre en la presidencia de la República, pero los equilibrios internos y el riesgo de un desacomodo los obliga a tragar. Lo cierto es que Nicolás no cuenta hoy ni con el respaldo de los propios pesuvistas, a los que se les obligó ir a un congreso partidista amañado para que Nicolás asumiera la presidencia de la organización y Diosdado mantuviera la vicepresidencia. En los predios del PSUV se critican las mamarrachadas de su presidente, como en cualquier otro sector de la sociedad. En el mundo sus payasadas son el hazmerreir en perjuicio de nuestro gentilicio.
Por último, la alternativa democrática no acaba de cohesionarse, de concretar los objetivos y la estrategia, esa es nuestra culpa, la de quienes estamos comprometidos con el cambio. Convengo en que es una culpa desigual, que unos somos más responsables que otros, no obstante todos tenemos una palabra que decir y algo que hacer. Todos podemos reclamarles a los dirigentes opositores, podemos ayudar a crear opinión y a forzar el camino y, en última instancia, tenemos posibilidad de orar y pedirle a Dios nos ayude a hacer lo que nos corresponde. Los dos primeros factores que impiden un cambio pronto y con apego a la Constitución no dependen de los demócratas; el comunismo internacional y los “revolucionarios” criollos actúan por su cuenta y de conformidad a sus intereses. El tercer factor si está en nuestras manos. Actuemos. Nicolás se desplomó, que ello conduzca a su pronta salida constitucional del ejercicio de la presidencia.
Paciano Padrón
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