Los años 2002 y 2003 fueron tan convulsos y desesperanzadores para los venezolanos que le hicieron creer a muchos que el país no iba a poder estar nunca peor. Para entonces el dólar estaba en 1,85 bolívares (hoy, según la tasa SICAD 2, está en 49,97 bolívares), las reservas internacionales rondaban los 21 mil millones de dólares (lo mismo que hoy pero sin paro petrolero), el sueldo mínimo mensual de un trabajador venezolano equivalía a 130 dólares (hoy, de nuevo a tasa SICAD 2, equivale a 86 dólares) y la tasa de homicidios estaba en 44 por cada 100.000 habitantes (hoy supera los 100 por cada 100.000 habitantes).
Esos números, que para entonces eran alarmantes, se nos muestran hoy casi como un estado ideal añorado; casi casi como un oasis deseado. Y es que los problemas que aquejan a nuestra Venezuela se han profundizado tanto a lo largo de estos últimos años, que me atrevo a afirmar, sin temor a pecar de exagerado, que la de hoy es la peor crisis que ha vivido nuestro país desde que se instaurara la democracia en 1958. Crisis contra la que luchamos incansablemente los que perseguimos el sueño de La Mejor Venezuela.
En el marco de la continua depauperación en que el gobierno nacional ha convertido la vida en nuestro país, han saltado a la palestra de la opinión pública algunas diferencias entre los actores políticos que hacemos vida dentro de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Diferencias que, valga decir, son naturales y hasta algún punto saludables. Recordemos, por ejemplo, el debate que se dio entre quienes defendían el “consenso entre partidos” como método para elegir a un candidato, contra quienes defendíamos el método de las elecciones primarias, libres, secretas y totalmente abiertas. Ese debate, que se dio con mucho calor y pasión, lejos de perjudicar a la MUD, fortaleció a toda oposición.
Las diferencias de hoy no son distintas a las de ayer. La mayoría de los venezolanos estamos de acuerdo con que hay que cambiar al gobierno tanto porque es malo e incompetente, como porque tiene rasgos autoritarios y dictatoriales. La pregunta que genera las diferencias es: ¿cómo logramos ese cambio?… cambio que, hay que decir sin ninguna duda, debe tener un claro sentido de urgencia porque el país va en caída libre.
Algunos dentro de su silencio han planteado la idea de esperar a las elecciones parlamentarias del año que viene, para luego esperar al referéndum revocatorio o, tal vez, esperar incluso a las próximas elecciones presidenciales del año 2019. Otros hemos planteado la vía de una Asamblea Nacional Constituyente para renovar todos los poderes públicos y recuperar las instituciones democráticas secuestradas. Allí está el debate, entre esas dos opciones.
En este contexto, y en un momento tan delicado como el que vivimos, sobre los que tenemos la responsabilidad de ejercer una vocería política municipal, regional o nacionalmente, cae gran parte de la responsabilidad para que de este debate salgan frutos positivos. En política el dialogo siempre es necesario, por eso debemos impulsarlo con mucha fuerza entre los actores que luchan por cambiar a Venezuela. Discutamos nuestras diferencias incluyendo e incluyamos a otros sectores importantes para la vida del país; porque no se trata sólo de consolidar una unión electoral, sino de impulsar una unidad de propósitos y acciones que procure lo mejor de cada quien.
Hoy somos más pobres y menos libres que ayer, por eso, antes de dejarnos arrastrar hacía donde el gobierno nos quiere llevar, pensemos, aceptemos e internalicemos algo muy importante: Venezuela necesita de todos… no de uno, ni de algunos… necesita de todos.
Concejal de Chacao
Alfredo Jimeno
Twitter: @alfredojimenor