Ha criticado a más no poder las políticas sociales del gobierno bolivariano y chavista pero cuando ha sido candidato presidencial se asume como un defensor de las Misiones
En los últimos meses, hemos venido analizando y escribiendo sobre la conducta política del ciudadano Henrique Capriles Radonski; a estas alturas algún lector podría preguntarse a qué se debe este interés; y la respuesta, no es otra, sencillamente, que, por nuestra condición de habitante de la región mirandina, en donde transcurre buena parte de nuestra existencia desde hace 42 años, situación que nos induce a preocuparnos por lo que acontece en el estado; y, en el caso que nos ocupa, el ciudadano Capriles lleva 6 años como gobernador e incluso ha aspirado 2 veces a ser Presidente de la República; razones más que suficientes para interesarnos en el quehacer político del mencionado ciudadano.
En esta oportunidad, la idea no es revisar la trayectoria de Capriles en una retrospectiva de largo y mediano plazo, sino en un período mucho más corto, el que abarca los meses transcurridos en el presente año, suficiente para evidenciar la ambigüedad que lo caracteriza en el plano político, por supuesto, que es, en todo caso, el que nos motiva.
Ambiguo guarimbeo
A comienzos de año, cuando los desaforados López, Machado y Ledezma comenzaron a plantear la consigna de la Salida, o, lo que es lo mismo, ¡Maduro, dictador, vete ya! concretamente, a partir del 23 de enero, con la idea de calentar la calle para generar un clima insurreccional, que, efectivamente, empezó a materializarse, en Caracas, con la movilización estudiantil del 12 de febrero hasta la sede de la Fiscalía General de la República y que ya, previamente, se había desencadenado, en ciudades interioranas, como San Cristóbal y Mérida.
Todo un plan subversivo impregnado de prácticas fascistas, que pretendía el derrocamiento del gobierno constitucional, propiciado, a través de las desquiciadas guarimbas, que se prolongaron a lo largo de tres meses, alcanzando perturbar la vida ciudadana, en su momento de mayor expansión, hasta en 18 Municipios; dejando un triste y lamentable saldo de 43 venezolanos muertos, centenares de heridos y cuantiosos daños al patrimonio público y ambiental del país, y unos cuantos desadaptados detenidos y algunos dirigentes sometidos a juicio, como es el caso de Leopoldo López y los ex alcaldes Ceballos y Scarano y la pérdida de la condición de parlamentaria de María Machado por el tinglado que quiso montar en la OEA .
El ciudadano Capriles, que ya venía con las tablas en la cabeza por la errática conducción política que mantuvo durante el año 2013, cuando en vez de administrar correctamente la fuerza electoral que logró acumular en torno suyo en las elecciones presidenciales de abril, se lanzó por el camino de la aventura desconociendo al ente rector y los resultados electorales y llamando a drenar la arrechera a sus seguidores, lo cual produjo 11 ciudadanos muertos y decenas de heridos; hechos por los cuales, aún, no ha rendido cuentas ante la justicia.
Evidenciándose su posición ambigua al asumir la conducción nacional de la campaña municipal de finales de año, con el mismo ente rector electoral, pero en la creencia de que podía convertir dichas elecciones en un virtual referéndum revocatorio del mandato del Presidente Constitucional Nicolás Maduro; pero la realidad de los resultados (más de un millón doscientos mil votos de diferencia) le propinó un verdadero mentís a sus pretensiones.
Pues bien, con este hándicap es que el flaco y desgarbado Capriles se enfrenta al planteamiento que lideran sus antiguos aliados, en un primer momento, expresa que no comparte el salidismo por la ausencia de pueblo detrás de quienes lo postulan, pero, a medida que avanza el desarrollo de la táctica insurreccional, opta por adoptar una posición de respaldo a quienes guarimbean, bajo el argumento de que la protesta es un derecho constitucional, sin observar ni cuestionar el carácter violento y anticonstitucional de quienes ejercen tales protestas, de hecho los cuerpos de seguridad bajo su mando en ningún momento actuaron para siquiera disuadir a quienes cometían los actos vandálicos; luego, cuando se hace ostensible la derrota de los salidistas sale muy orondo a cuestionarlos y a señalar como un error la ejecución de tal política. Más ambigüedad imposible.
Dualidad sibilina
Pero, esa ha sido la constante en la conducta política de quien ejerce la gobernación del estado Miranda. Ha criticado a más no poder las políticas sociales del gobierno bolivariano y chavista pero cuando ha sido candidato presidencial se asume como un defensor de las Misiones y Grandes Misiones Sociales, a pesar de que desde la gobernación no escatima oportunidad de intentar obstruir su instrumentación en el estado. Es dual este Capriles.
Igual conducta, se le manifiesta frente a situaciones que impliquen definiciones que lo comprometan. Es el caso de la posición adoptada ante el genocidio sionista en contra del heroico pueblo palestino, nunca se le escuchó una condena pública a tal hecho que mereció el más amplio repudio de la opinión pública mundial; cuando más, alguna vez, balbuceó un llamado a la paz en abstracto, cuidándose, siempre, de no afectar sus intríngulis y compromisos afectivos con el sionismo internacional al cual le debe su meteórico ascenso en la política nacional.
Así mismo, es notoria su posición con relación a la guerra económica que libra el gobierno venezolano en contra de la especulación con los precios, el acaparamiento de productos y el contrabando de extracción y el bachaqueo interno. Está claro cuáles son sus intereses de clase, su origen e identidad son más que evidentes, pero, como gobernante, le corresponde demostrar preocupación porque las comunidades que están bajo su jurisdicción estén abastecidas y no sean especuladas; es un mandato constitucional que Capriles interpreta sinuosa y sibilinamente.
Por todo lo señalado ya sabemos cuál va a ser la posición del flaco y disminuido Capriles frente al estruendoso caso de los jóvenes fascistas Lorent Gómez Saleth y Gabriel Valles. Aquí no hay misterio de la ciencia.
Notas paralelas
Miguel Ugas