EE.UU., Arabia Saudí, Jordania, Catar, Emiratos y Bahréin bombardean la plaza fuerte de los extremistas en Siria
La guerra en Siria entra en una nueva fase y los que mejor lo saben son los civiles que huyen de Raqqa. El bastión yihadista de Siria se quedó vacío tras la primera noche de bombardeos de la alianza que lidera EE.UU. contra el Estado Islámico (EI).
Una primera ronda de ataques desde mar y aire en los que tomaron parte activa aliados árabes como Jordania, Catar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Bahréin. Junto a los civiles salieron también los yihadistas que, según el portavoz principal grupo militar kurdo en Siria, Redur Xelil, habrían buscado refugio en la vecina zona kurda, al norte de Raqqa, donde desde hace días intentan hacerse con el control de la ciudad de Kobani.
Las provincias sirias de Raqqa, Deir-e-Zor, Idlib y Hasake fueron los objetivos de la coalición internacional en una noche en la que desde las tres de la mañana (hora local) emplearon «una combinación de cazas, bombarderos, aeronaves de pilotaje remoto y misiles Tomahawk», según detalló el Mando Central estadounidense, para acabar con «campos de entrenamiento, almacenes de armas, vehículos y centros de mando» de los yihadistas. Unos ataques lanzados porque «Siria no está en condiciones de atacar los santuarios del EI», según la nota entregada por Washington a la ONU para justificar este ataque sin la aprobación del organismo internacional.
Además del EI, las fuerzas estadounidenses, en solitario, aprovecharon para golpear en ocho ocasiones las instalaciones del grupo Khorasan –nombre de una provincia del noreste de Irán–. El Pentágono aseguró que se trata de una célula formada por veteranos de Al Qaida enviados a Siria desde Pakistán y Afganistán por orden de Ayman Al Zawahiri.
Khorasan, grupo del que apenas se había oído hablar hasta esta operación, se dedicaría a entrenar a occidentales en la fabricación de bombas para realizar ataques terroristas «inminentes» en Europa y EE.UU, según el Pentágono. Estos veteranos de la yihad actúan en Siria bajo la cobertura del Frente Al Nusra, franquicia oficial de Al Qaida en el país, que mantiene una doble lucha contra el régimen y contra el Estado Islámico.
Algunas de sus posiciones también sufrieron ataques ya que, según informaciones difundidas por activistas sirios, durante la noche habría muerto Abu Youssef al-Turki, uno de los mejores francotiradores de Al Nusra en Alepo. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), al menos 70 yihadistas murieron y otros 300 resultaron heridos tan solo en los ataques contra Raqqa.
Bienvenida de Damasco
Esta operación no sorprendió al régimen sirio, que fue avisado por EE.UU. partida doble, y cuyo presidente insistió en que su país «respalda cualquier esfuerzo internacional en la lucha contra el terrorismo». No hubo en ningún momento condena ni palabras de repulsa por parte de Damasco por la lluvia de misiles Tomahawk sobre su territorio.
El tono empleado fue más bien de bienvenida a estas operaciones que se producen justo un año después de que Barack Obama estuviera a punto de ordenar un ataque similar, pero entonces contra el Ejército de Assad a causa de las armas químicas.
Estados Unidos adelantó primero sus planes al representante sirio ante la ONU, Bashar al Yafari, y después al ministro de Exteriores, Walid Muallem. El veterano diplomático informó a través de un comunicado de que el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, le envió «horas antes de los ataques» un mensaje a través de los responsables de Exteriores iraquíes informando de los planes de la alianza.
Vía Abc