La celopatía es la respuesta de una persona ante la amenaza, muchas veces irreal, de perder a otra persona que considera muy importante en su vida
¿Quién no ha sentido celos por lo menos una vez en su vida? ¿O mejor aún quien no ha sufrido un ataque de celos? Parecen ser una respuesta natural cuando podemos creer que nuestra relación sentimental por alguna razón está siendo amenazada y existe la posibilidad de perder a la pareja a quien consideramos muy trascendental en nuestra vida.
A pesar de lo anterior, si no hay razón; los celos pueden convertirse en una enfermedad cuando quien los siente constantemente ve traición. Así no existan pruebas de ello y vive en un estado de permanente sospecha, ya que el enfermo de celos considera que la infidelidad, la tentación y la falta de respeto están a la vuelta de la esquina. Por tal razón, se debe estar alerta, con los ojos bien abiertos piensa el celópata porque no se puede ser -como se diría popularmente- ‘alguien agarrado a lazos’ o ‘un pendejo’.
1. El lenguaje
peyorativo de la celosía
Quien vive en un estado permanente de celos, usa un lenguaje peyorativo que tiene como objetivo limitar los movimientos de la víctima y someterla, conscientemente o no, a un estado de zozobra permanente. Frases como, por ejemplo, ¿a quién estás viendo?; ¿qué querrá ese tipo, o tipa, contigo?; ¿estás coqueteando con aquél, o aquella?, entre otras versiones más coloquiales como: ¿Te le estás regalando?, forman parte de su gastado repertorio.
Se trata de una compilación de expresiones hechas -cortadas a retazos- que se repiten hasta la saciedad, hasta el cansancio que, aunque puede tardar en llegar, siempre llega.
Las frases anteriores son parte de la rutina diaria de quien vive en un estado inquebrantable de celos hasta convertirse en un celópata. Las excusas nunca faltan. No hay manera de que el susodicho, o susodicha, quede convencido de que nunca hubo falta de respeto o desacato. Piensa todo lo contrario; alucina que sí se le traicionó aunque no haya pruebas de ello porque eso forma parte de un juego que su mente le hace.
Por consiguiente, la vida con una persona celosa, se transforma en una pesadilla. Los celos -y la traición o falta de respeto supuesta- son el motivo para ofender al otro; degradarlo a través del empleo de agresiones verbales o de insultos. Insultar es humillar, asaltar, la imagen del agredido. La expresión de tales sentimientos negativos constituye una manera de dañar psicológicamente a la pareja aunque la intención no sea ésa.
2. Los celos
como enfermedad
La celopatía es la respuesta de una persona ante la amenaza, muchas veces irreal, de perder a otra persona que considera muy importante en su vida. Esta reacción no depende de la pareja en cuestión que se convierte en víctima del celópata sino de quien sufre celos de tal manera que no puede controlarlos porque no tiene conciencia de ello. Por esto se vuelve incapaz de reconocer tales percepciones falsas del supuesto comportamiento de infidelidad.
Los celos descontrolados llevan entonces a ofender al esposo, o esposa, novio, o novia. Existe un trasfondo en toda esta situación que es necesario poner al descubierto. Este trasfondo consiste en que nos aterramos de la violencia física (golpes y demás daños corporales), pero justificamos los ataques verbales. Así olvidamos, o desconocemos, que las palabras pueden tener consecuencias mayores que un golpe o que una herida corpórea profunda. El dolor del insulto va por dentro, desgarrando el corazón; ensuciando el alma del afectado.
Las frases del celoso, por ende, se transforman en un arma que se acciona para lesionar mentalmente al involucrado, y atentar así contra lo más preciado que él o ella puede tener: su dignidad. Según el decálogo del celoso, la pareja o, mejor, la víctima del enardecido, no es digna de confianza; hay que estarla vigilando todo el tiempo.
La agresión verbal mencionada constituye una guerra cerebral cuyas dosis van coartando la libertad y la capacidad de acción, entre otros males cuyas huellas psicológicas van dañando la salud mental del compañero, o compañera.
Es entonces justo ahí cuando insultar se vuelve parte de la cotidianidad, o sea, sobrepasa los límites; niega toda oportunidad de diálogo y de rectificación; se convierte, por ende, en agresión física porque, en estas circunstancias, no hay diferencia entre un golpe y un insulto; ambos causan daño. La agresión verbal devasta el autoestima del otro.
3. Desenlaces frustrados
Por eso, si no se tiene cuidado con los celos y los sentimientos dañinos que ellos desencadenan, se puede generar angustia, desesperación o tristeza en otros males. Estos sentimientos desembocarán en situaciones con desenlaces frustrados o, lo que es lo mismo, en tragedias.
Los celos injustificados -y los insultos que estos sentimientos conllevan, son la causa, hoy en día, de las continuas peleas de pareja, el fin de matrimonios y la ruptura de relaciones amorosas que empiezan con las mejores intenciones y terminan, a veces, trágicamente. Debemos poner un alto a quienes bajos los efectos de los celos infundados maltratan, someten y martirizan. La salud física comienza por la mental y los celos insensatos llevan al deterioro paulatino de la misma. Por esto, la vida con un celópata se vuelve insoportable, y casi todas las relaciones terminan porque la víctima se cansa de tanto maltrato; sin embargo, con ayuda profesional, el comportamiento de un celoso crónico puede mejorar significativamente.
Evitando que los
celos te maten…
** Averigua si estás celoso por una situación real o por algo que imaginas o percibes de manera no certera. Si tienes un basamento en la realidad, habla con tu pareja para llegar a acuerdos para solventar esto. Si no lo tienes, destierra esos celos o busca ayuda profesional.
** Manifiesta que sientes celos de forma afectuosa y nunca con ira que te pueda llevar a ofender, con algún tipo de agresión, a tu pareja. Y trata de sustituir los celos por sentimientos como confianza y seguridad mientras mantienes una buena comunicación
La voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas