La búsqueda de un nombre que le permitiera a la MUD democrática, la que no apuesta a atajos sino que escoge la más trabajosa ruta del casa por casa, rancho por rancho, pueblo por pueblo, crearon las circunstancias para la designación de Chúo
Ha creado justificadas expectativas la designación de Jesús Chúo Torrealba como nuevo Secretario Ejecutivo de la MUD.
Lo conozco desde que éramos militantes de la Juventud del MAS allá por los ya remotos años 70, integrantes ambos de su Dirección Nacional. Más allá de naturales e incluso numerosas divergencias entre sus posturas y las de quien suscribe, celebro en su designación lo que él mismo ha dicho: una opción “por lo social y para lo social”. Los hombres en política somos más nuestras circunstancias que nuestro yo, parafraseando a Ortega y Gasset. Si no, que lo diga Chávez. La búsqueda de un nombre que le permitiera a la MUD democrática, la que no apuesta a atajos sino que, también con palabras de Chúo, escoge la más trabajosa ruta del casa por casa, rancho por rancho, pueblo por pueblo, testimoniar su voluntad de lucha y de calle, crearon las circunstancias para su designación que lo hacen ser lo que ahora él es.
Aunque los partidos, como debe ser, asuman el rol preponderante no sólo de la conducción sino de la vocería y del liderazgo de la oposición que Venezuela reclama a gritos (como también el propio Chúo, de larga formación partidista, ha subrayado), es evidente que el nuevo Secretario Ejecutivo de la MUD, dada su historia en particular más reciente (“Radar de los barrios”, por ejemplo), adquirirá una relevancia particular que los demócratas de este país, de oposición o chavistas, deben encomiar: la de, por la vía de un compromiso democrático ajeno a guarimbas y otros incendios, acompañar las luchas del pueblo por sus derechos (prioritariamente los económicos y sociales, como el propio Torrealba ha señalado y en lo personal he insistido machaconamente desde esta columna), sin importar sus banderías. O sí, importando: hablándole más a quienes están del otro lado, en el mundo del chavismo, que de satisfacer los instintos más primitivos de algún oposicionismo radicaloso y sin destino.
Así que toda la oposición democrática, y me atrevo a decir que el gobierno también, deben aproximarse a esta designación con espíritu constructivo, como dije más arriba, al margen de diferencias políticas o de estilo. En un país requerido de esperanza, la desconfianza profesional no tiene sentido. Que esta nueva MUD que se transforma en la continuidad pueda ser el actor protagónico de un nuevo escenario de lucha y calle y, a la vez, de diálogo, como creo los venezolanos, simpatizantes del gobierno o de la oposición, deseamos mayoritariamente.
Enrique Ochoa Antich