¿Perdonar o no el engaño?

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 Algunos piensan que una infidelidad es consecuencia de que algo anda mal en la relación. Por ende, una vez que se origina, resulta necesario preguntarse cuál fue la causa y buscar un culpable

Aunque, para algunos, la infidelidad puede ser justificada, una vez que se produce genera un daño irreparable. Por ende, en lugar de ser infiel y caer en brazos ajenos para después sentir arrepentimiento, es preferible hablar y, después de un diálogo sincero, comprometerse a  mejorar el estado de las cosas.
Si el final se hace inminente porque la relación está muy deteriorada, acordar una separación amistosa, es mejor que lamentar haber sido infiel, y con ello evitar dejar una ola de depresión y rencor una vez que el amor propio de la víctima termine tan afectado que un sentimiento de culpa embargue de por vida a quien ha sido infiel.

1. Quiénes justifican
la infidelidad

Algunos piensan que una infidelidad es consecuencia de que algo anda mal en la relación. Por ende, una vez que se origina, resulta necesario preguntarse cuál fue la causa y buscar un culpable. Luego, se inicia un proceso para tratar de recuperar esa relación, entendiendo que está en crisis. En cambio, para otros, una vez que uno de los miembros del vínculo ha sido infiel, ya no hay vuelta atrás, porque quien recurre a la traición demuestra  su desamor y por eso le fue fácil engañar.
Por consiguiente, con ayuda especializada o sin ella, dependerá de cada pareja averiguar cuál de las reacciones es digna de considerar en un camino que tiene dos vertientes: el que fue infiel busca reparar el daño causado a su pareja para tratar de restituir la confianza, la primera; o el agraviado decide separarse porque cree que sin importar lo que haga su cónyuge nunca volverá a confiar, la segunda.
En ambos casos, habrá que preguntarse: 1) ¿se es capaz de perdonar la traición y de olvidar? o ¿decir adiós y seguir adelante en un intento de que sanen las heridas es la salida?
A lo anterior se suma que muchos piensan que cuando hay amor también existe la posibilidad de continuar la relación, pero habrá que luchar con algunas situaciones como la sospecha constante que se traduce en temor de que, tarde o temprano, la pareja vuelva a ser infiel, ya que cuando se da  la infidelidad se sustituye la confianza por  inseguridad y temor, sentimientos que se van a trasladar fuera de esa relación de pareja, porque quien ha sido víctima de una infidelidad piensa que cualquiera le puede hacer daño: la persona en que más confiaba y que más quería se lo ha hecho.

2.  Arrepentimientos
de última hora

Algunos vínculos subsisten después de atravesar una de tantas crisis, entre ellas, la  infidelidad; otros, tarde o temprano, terminan en una separación, ya que, a pesar de que querían evitarla, resulta la mejor opción. Esto es porque uno de los dos se desilusiona tanto que deja de amar aunque, en algún momento, haya creído que ese amor no tenía fecha de caducidad.
De igual manera, por lo general, a quien no le importe poner en riesgo el vínculo siendo infiel,  así lo niegue,  ha dejado de lado ese amor, y por ello ha perdido el interés en el bienestar del otro. A lo esto se suma que, después de que se haya decidido ser infiel y con ello poner en riesgo la relación, puede ser que se concluya que por ese desliz no valía poner en peligro una unión consolidada.
Definitivamente, es difícil aunque no imposible rescatar un vínculo después de una infidelidad, porque una vez que se produce se acaba con la confianza que cuesta restituir.
Por consiguiente, la recuperación del vínculo no se logra fácilmente sino que se consigue después de un buen tiempo haber estado trabajando en ello, así que cuando, luego de la infidelidad, viene el arrepentimiento y, con él, las ganas de recuperar el vínculo: la paciencia, la tolerancia y la perseverancia serán las cualidades que debe desarrollar quien ha sido infiel.
Por todo lo anterior, antes de ser infiel se debe analizar si vale la pena vivir una aventura intrascendente para terminar sacrificando una relación sentimental ya consolidada. Además, a la larga, puede pesar, porque ningún nuevo vínculo puede ser sano cuando para darse acaba con una unión ya establecida.

3. Ser infiel nunca
será una opción

Asimismo –aunque algunos dicen que la infidelidad es la consecuencia de algo que hace rato anda mal y hasta la víctima termina siendo culpable- cuando en una relación existan problemas es mejor recurrir al diálogo, para buscar soluciones antes de ser infiel y de esa manera se evitará causar un daño irreparable que ni el tiempo ayuda a superar aunque sí a sobrellevar.
Ese daño causado se manifiesta en:

1) pensamientos recurrentes de lo ocurrido hasta el punto de alterar la concentración del otro hasta afectar negativamente su desempeño laboral;

2) reacciones de agresividad, o un estado constante de desconfianza que lo lleve a pensar que esa relación extraconyugal no ha finalizado;

3) sentimientos de rabia, de haber hecho el ridículo, depresión y ansiedad; y

4) alteraciones del sueño, del apetito, y muchísima sensibilidad por lo ocurrido una vez que comentarios, lugares y películas le recuerden la traición.
Por lo anterior, antes de ser infiel lo mejor debe ser sincerarse con la pareja para ver qué anda mal en la relación y buscar solucionarlo; cuando no se den acuerdos que beneficien a los miembros por igual y el deseo de mantenerse juntos, es preferible proferir un adiós para terminar en buenos términos antes que lastimar a quien con nosotros ha compartido un tiempo significativo de nuestras vidas.

Ser infiel no es la solución

Antes de ser infiel analiza lo que te está llevando a ello y busca negociar con tu pareja para sanar lo que te genera decepción, incertidumbre o desconcierto; y así, una vez superada esa condición, sientas de nuevo la ilusión de estar junto a quien en un tiempo atrás le juraste amor eterno.

Si no hay solución posible, es mejor una separación amistosa que un resentimiento de por vida, a la cual se le suma un daño causado que, muchas veces, se convierte en irreparable por más que exista arrepentimiento sincero en demostrar que definitivamente se ha cambiado.

 

La voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas

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