“Guerra de perros”

Es indispensable restablecer el diálogo entre el Gobierno y la oposición democrática. Si en el momento del asesinato de Serra hubiesen estado funcionando la Conferencia de Paz y las mesas de diálogo, se habría podido analizar la situación de manera conjunta, intercambiado de inmediato y de manera directa opiniones, lo que hubiera facilitado una respuesta común, capaz de tranquilizar al país

Es acertada la expresión “guerra de perros” utilizada por Elías Jaua al alertar sobre los peligros para la sociedad venezolana que derivan del asesinato del dirigente juvenil socialista Robert Serra. Existe el riesgo de que se desencadene una dinámica de violencia, de ataques y contraataques, tanto si Serra fue víctima de una operación armada de grupos de extrema derecha vinculados al paramilitarismo, como si fue consecuencia de una acción del hampa o de bandas que se camuflan con el apelativo genérico de “colectivos”.
Al hablar de “guerra de perros” se hace referencia a la estrategia que consiste en provocar o estimular un conflicto entre ciudadanos de un país, de modo tal que se cree una situación de caos, descomposición e ingobernabilidad, para así justificar el derrocamiento de un gobierno o la utilización de diferentes modalidades de intervención, como las que han tenido lugar en otros países.
En el caso venezolano, existe un elevadísimo índice de delincuencia común, que genera un clima de desaliento y exasperación ciudadana, que, a su vez, crea las condiciones psicológicas para que se desencadene una lucha fratricida, en particular cuando es tan difícil establecer una frontera precisa entre el nuevo tipo de delincuencia que tenemos en el país y los desmovilizados del paramilitarismo colombiano. A lo que se le añade el intenso y perturbador activismo del ex presidente Álvaro Uribe en relación al acontecer político nacional.
La delincuencia común en nuestro país se ha vuelto tan grande, desalmada y cruel, que cualquiera puede preguntarse si no fue una de esas bandas de asaltantes que degüellan a sus víctimas, la responsable de los homicidios. La mejor respuesta que puede dar el Gobierno es que las policías informen, que den los datos, que expliquen cómo ocurrieron los hechos y cuáles son los nombres y vínculos de los autores.
Los promotores de una “guerra de perros” no se encuentran ni en el Gobierno ni en la oposición democrática. Ni siquiera puede señalarse al sector de “la salida”, que adelantó en los primeros meses del año acciones violentas de calle de baja y mediana intensidad. Quienes apuestan a esa estrategia son sectores, nacionales e internacionales, todavía más extremistas. Y del lado gubernamental, quienes pueden caer en la celada son pequeños factores anclados la “lucha armada”, que pudieran actuar sin comprender las sinuosidades del camino pacífico.
Frente a esta realidad es indispensable restablecer el diálogo entre el Gobierno y la oposición democrática. Si en el momento del asesinato de Serra hubiesen estado funcionando la Conferencia de Paz y las mesas de diálogo, se habría podido analizar la situación de manera conjunta, intercambiado de inmediato y de manera directa opiniones, lo que hubiera facilitado una respuesta común, capaz de tranquilizar al país. El diálogo es un antídoto para la “guerra de perros” del que no se puede prescindir.

Leopoldo Puchi

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