La paz como derecho, principio rector o fin último, resulta un componente imprescindible para sentar la felicidad de los pueblos
El derecho a la paz
Es la paz un elemento vinculado de manera indisoluble a los Derechos Humanos. La mayoría de los instrumentos internacionales auspiciados por las Naciones Unidas, consagran la paz como unos de los medios para garantizar la preservación del universo humano.
Hoy día la noción de paz se concibe desde una perspectiva amplia. Esto se debe, a que fue superada la premisa de que la paz simplemente implica “ausencia de guerra”. En su lugar, se viene reconociendo que la paz comprende diversos aspectos. Entre ellos: el derecho a oponerse a toda guerra, la objeción de conciencia, la no ejecución de órdenes injustas, el derecho al desarme, el respeto a los derechos humanos, la potenciación del diálogo y el conocimiento entre culturas y religiones, la promoción del desarrollo social y sostenible, la priorización de las inversiones educativas sobre las militares, la promoción de la educación para la paz y la conservación del medio ambiente.
Esta transformación del concepto de paz ha influenciado las resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. En 1978, la Declaración sobre la Preparación de las Sociedades Para Vivir en Paz (Resolución 33/73 del 15-12) trascribió que “(…) toda nación y todo ser humano (…) tiene el derecho inmanente a vivir en paz. El respeto de ese derecho, así como de los demás derechos humanos (…)”. También, en 1984, la Declaración sobre el Derecho de los Pueblos a la Paz (resolución 39/11 de 12-11) sentó (…) que los pueblos de la tierra tienen un derecho sagrado a la paz (…)”. En lo sucesivo, una nueva generación de instrumentos internacionales pretendería anhelante instaurar las bases para una paz perdurable, llegando incluso anunciar una posible configuración de la misma como derecho humano.
Sin duda alguna, esta nueva dimensión de la paz ha dado lugar al debate. Todavía en la actualidad se delibera sobre si la paz es en realidad un derecho legítimamente exigible. Algunos proyectos han sido sometidos a la evaluación de órganos internacionales. No obstante, la postura mayoritaria de los gobiernos apela al argumento de que la paz se erige más como un principio moral que un derecho exigible.
Independiente a la naturaleza que finalmente le sea atribuida, lo cierto es que la paz como derecho, principio rector o fin último, resulta un componente imprescindible para sentar la felicidad de los pueblos. Su consagración definitiva dependerá en gran medida al compromiso y al esfuerzo de cada individuo de defenderla mediante su ejercicio.
Para edificar
la paz duradera
**** ACTUAR. No basta con asentir a las decisiones de los líderes políticos. Se hace imperativo involucrarnos en la edificación de la paz duradera. Debemos abandonar el silencio conmiserativo y transformarlo en acción. Primero, con la elección. Elegir la paz como principio que domine nuestro actuar diario. Advertir en ella (la paz) un medio y un fin. Segundo, con la participación. Los derechos ciudadanos garantizan nuestra intervención en la toma de decisiones importantes. Debemos oponernos legítimamente a cualquier medio que justifique la violencia, a las leyes injustas, a las políticas encargadas de segregarnos en vez de unirnos. Vencer la apatía y sentirnos responsables de nuestro destino, evitará que otros tomen decisiones que nos perjudican.
**** PERSEGUIR LA JUSTICIA. Martin Luther King escribió en la Carta de Birmingham que «la verdadera paz no es simplemente la ausencia de tensión: es la presencia de justicia». El problema sobrevenido es que todavía hoy resulta tarea compleja desentrañar todos los aspectos de la noción de Justicia, y por ende, determinar con certeza cuando una sociedad es o no justa. Afortunadamente, la humanidad parece dotada de un sentido natural que le permite reconocer cuando la justicia está ausente. Podemos ser testigos de un acto de justicia y aun así no entenderlo ni percibirlo. Pero en su lugar somos capaces de reconocer una injusticia cuando la tenemos ante nosotros (Ben Dupré).
Una dimensión práctica de la justicia se divisa en los tribunales cuando se enjuicia a un criminal. También puede advertirse en la redacción de leyes o aplicación de políticas públicas para lograr una sociedad más equitativa. El punto es que la justicia supera el orden institucional. De manera que instalarla como realidad predominante exige tomar conciencia de la realidad, y apreciarla a través de las lentes de la igualdad y la libertad. Perseguir la justicia trasciende la idea de individuos que acatan ciegamente las leyes o acuden a instituciones a reclamar derechos; implica el deber de reaccionar ante la opresión y las desigualdades.
**** CREER EN LA DEMOCRACIA. La imposición y el dominio potencian el enfrentamiento y el uso de la fuerza. La democracia permite canalizar las ideas del colectivo. Establece los medios para que la ciudadanía sea participe de la construcción de la sociedad que desea.
El ser en
esencia
democrático
La democracia no comporta la aplicación exclusiva de un modelo político determinado, aunque ciertamente algunos exaltan con mayor prominencia sus principios. Ningún modelo de democracia es perfecto, más si perfectible. El ser en esencia democrático entiende que la marginación y la indiferencia son consecuencias de la disparidad entre los hombres, y estas solo pueden ser tratadas a través de la deliberación pacífica y de la tolerancia.
Para fortalecer la democracia debemos informarnos, escuchar, ver a nuestro alrededor, y sentarnos de cara a un mundo diverso que proyecta infinitas realidades. Esto evitará que nos dejemos seducir por promesas de políticos perniciosos, que tras la premisa de la igualdad, y la aplicación de modelos puristas o alterados a su voluntad, nos enfrentan con el prójimo. No podemos garantizar una humanidad sin tensiones, pero si disponemos de los medios de inclusión será más fácil oírnos, entendernos, superarnos, y lograr nuestros objetivos individuales mediante los colectivos. Esto sin duda es posible en democracia
La Voz de los Derechos Humanos
Red de Apoyo por la Justicia y la Paz