La iniciativa se acompaña con una semana de intensa concienciación en parroquias, colegios, medios de comunicación e instituciones públicas y privadas, en torno a los valores de ‘la célula fundamental de la sociedad’
La Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) ha establecido desde 1990 el segundo domingo de noviembre de cada año para celebrar el Día del Abrazo en Familia. Son 24 años continuos de la actividad.
Monseñor Rafael Conde Alfonzo, presidente de la Comisión de Pastoral Familiar e Infancia de la CEV, en el mensaje de la campaña indica que “proponen una reflexión sobre la importancia de la paz, como un don que nos ofrece el Resucitado y que, lamentablemente, está ausente en muchos ambientes, incluido el ambiente familiar”.
El Obispo de Maracay explica que “al comienzo de cada año civil, el Papa envía al mundo católico y a todas las personas de buena voluntad, un mensaje para la celebración de la Jornada mundial por la paz, que este año ha llegado a su 47ª edición y lleva por título “La fraternidad, fundamento y camino para la paz”.
Citando al Santo Padre Francisco, acota que “de hecho, la fraternidad es una dimensión esencial del hombre, que es un ser relacional”. Recuerda que “la familia es la fuente de toda fraternidad, y por eso es también el fundamento y el camino primordial para la paz, pues, por vocación, debería contagiar al mundo con su amor”.
El Prelado revela que “desafortunadamente la condición pecadora del hombre impide en muchos casos la vivencia de la fraternidad, como sucedió en el caso de Caín y Abel. Pero el plan de Dios sigue vigente y espera nuestra cooperación para su realización”.
Recordando al Papa San Juan Pablo II, indica que “La paz es fruto de la justicia”; por lo cual “debemos dirigir nuestra atención, en primer lugar, a las relaciones intrafamiliares si pretendemos alcanzar la paz social”.
En tal sentido, propone “conocernos a nosotros mismos, con nuestras cualidades y defectos, con nuestras capacidades y limitaciones”; Y aprender a dialogar “con una actitud de escucha hacia el otro, de respeto, de consideración, de aceptación, de deseos de superación y solución de los problemas y de cooperación”.
Expone que “el diálogo da como resultado el reconocimiento honesto de las fallas personales y de los errores cometidos, debido muchas veces a inexperiencia y no a mala voluntad. Cuando el diálogo es sincero y busca soluciones –indica en su mensaje- “los miembros de la familia manifiestan su disposición a perdonar y a entrar en un proceso de reconciliación que sane las heridas y estreche los vínculos”.
Como paso previo propone “un pacto de excluir toda reacción violenta, todo insulto o descalificación y, con mayor razón, cualquier intento de agresión física o verbal”. Y otro elemento irreemplazable es “la presencia de un árbitro imparcial que ejerza una acción conciliadora, al cual se sometan las partes dialogantes”.
El Obispo culmina el mensaje confiado en el auxilio de Dios. “Si las familias cristianas, estuvieran dispuestas a ejercitarse en la escuela del diálogo, ciertamente mejorarían notablemente las relaciones entre sus miembros y se convertirían en agentes multiplicadores de entendimiento, de respeto, de amor y contribuirían eficazmente en la búsqueda de la paz”.
NP / RAP