Para ser un “buen revolucionario”, los ministros y capitostes del régimen están presentando una cartilla muy peculiar, que incluye abstinencias y expiaciones que permitirían medir la capacidad de ofrenda de los activistas comprometidos con el “proceso”. El silabario va desde exhortar a los ciudadanos a no lavarse el pelo si no encuentran champú en los supermercados, donde asimismo hay gran carestía de desodorante, jabón, papel higiénico y pañales.
Ante ese petitorio imaginamos la reacción de los venezolanos, que aunque seamos pobres siempre exclamamos, de seguidas, ¡pero honrados! A la gente no le gusta andar por ahí hedionda. Una cosa es que por muchos actos indebidos, factores de este régimen huelan pestilentes, a querer que el pueblo termine siendo también desaseado.
Del mismo modo osan en exigirle denunciar a “los saboteadores de la revolución y no permitir que los opositores dentro del chavismo ocupen jefaturas en organismos públicos”. Se quedarán sin funcionarios, porque son más de dos millones quinientos mil empleados en ministerios, gobernaciones, alcaldías, institutos autónomos, corporaciones, fundaciones, cooperativas y empresas del estado, quienes también sufren la escasez, la inflación, la inseguridad y están al tanto de cómo han derrumbado las instituciones para las cuales trabajan.
Ahora bien, si lo que quieren es que denuncien a los que de verdad sabotean a este régimen, busquen papel, pero bassssstante y lápiz, para que anoten, que la lista es larga. Comenzando por los que no controlan la corrupción, los que arrasaron con los dólares de Cadivi, los que desmantelaron Agroisleña y tienen “pariendo” a los agricultores y ganaderos que no consiguen fertilizantes, ni pesticidas, ni semillas certificadas ni nada; a los que no plasmaron los proyectos de los centrales azucareros o de los fundos Zamoranos y que terminaron cogiéndose los reales; a los que trafican con las cabillas y el cemento; a los que contrabandean la comida que importamos para luego “exportarla” a precio de oro y ahora señalan con sus dedos mafiosos a los buhoneros como culpables del desabastecimiento, mientras embisten a los más débiles, ensañándose contra los que no son la razón de la crisis.
La cola que hay que hacer frente a una farmacia, frente a un supermercado o una ferretería, es una tortura, y hay gentes, por miles, que optan por el tarantín del informal vendedor, pagando más, antes que padecer de esas maratónicas y largas colas que representan las grandes penurias de los venezolanos. En conclusión, este es un país de gente decente, trabajadora, leal y solidaria, no de “sapos” que delatan a los que sobrellevan la incapacidad de quienes nos gobiernan.