Antes afirmamos que la discusión teórica en Norteamérica parecía inclinarse a atribuir a cada cual, la responsabilidad de su pobreza aunque, autores destacados sostienen al entorno estructural como el causante fenomenológico. Personalmente atribuyo a factores complejos la etiología de la pobreza que pienso, se debe a aspectos concurrentes de variada naturaleza.
En Venezuela, y desde hace al menos seis décadas, se nos convenció de que éramos un país rico y desde luego, el destino nuestro estaría signado, tarde o temprano, por el éxito. Alguna vez incluso se escuchó a un destacado gerente público vocear como una consigna que macroeconómicamente Venezuela era un corcho que nunca se hundiría, queriendo notar que sobreviviríamos aun a los malos gobiernos, plagados de errores, dispendiosos, botarates, malos administradores y corruptos.
Pero llegó Chávez y se instauró el Estado Demagogo con él. Desperdiciando una histórica oportunidad el liderazgo avanzo en el desconocimiento de las leyes económicas fundamentales y dieciséis años después, estamos apenas con la cabeza afuera nadando en un océano de dificultades de todo género y especialmente de aquellas que más afectan a la gente como la inflación, la inseguridad, el desabastecimiento, el endeudamiento, el desempleo, la pobreza, la anomia, la contaminación institucional, la desconstitucionalización y la aplicación sistemática de fórmulas que enervan y mediatizan el ejercicio ciudadano. El desastre socialista se constituyó en el actor de la tragedia que trastocó el ensayo consensual puntofijista y nos convirtió en segregacionistas y excluyentes.
Lo peor fue que el demagogo difunto convenció a las mayorías pobres que el Estado resolvería sus problemas y que el esfuerzo personal podía obviarse. Entre prebendas, canonjías, presentes se dedicó a fomentar una economía de subsidios y transferencias que hizo posible el irresponsable imposible de colocarnos en default generalizado porque si bien pagamos la deuda pública con el exterior, por otro lado atrasamos los pagos de las importaciones de insumos fundamentales en el área de alimentos, medicinas y servicios de índoles distintas.
Y la pobreza? Vivita y coleando porque lo único que está probado como personas y como conjunto humano para superar las carencias regulares es el alza de la producción, la elevación de la generación de bienes y por supuesto, la distribución equitativa de esa riqueza que el Homo Faber nacional crea. Ni los recursos naturales abundantes por ellos solos resuelven el problema, ni tampoco el crecimiento económico. Es el aumento de la producción aunado a unas políticas sociales adecuadas que califiquen a la población laboral, entrenando, adiestrando, enseñando, capacitando y disciplinando para el trabajo en el disfrute del esfuerzo y la imaginación.
El asunto pues nos recuerda a la filosofía asiática y no se trata de dar el pez, es menester enseñarle a pescar para que ese ser humano atienda sus necesidades y se supere para bien propio, de su familia y de su comunidad.
La semana próxima concluiremos, Dios mediante, examinando el caso Venezuela en los últimos cincuenta años y la valoración de la experiencia.
Nelson Chitty La Roche
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