El modelo popular

Es un marco que permite trazar las fronteras al interior de las cuales ambos factores pudieran moverse y pugnar, con variantes y diferencias, y alternarse en el gobierno sin que ello signifique una ruptura con el sistema ni ¨transición” alguna

A propósito de la propuesta de retomar el diálogo con una visión no sólo coyuntural sino de largo plazo, se ha sostenido que debe partirse del modelo social, político y económico vigente, que contaría con el respaldo de los sectores que votan por el chavismo y también  de una porción mayoritaria de quienes lo hacen por la oposición.

Es un marco que permite trazar las fronteras al interior de las cuales ambos factores pudieran moverse y pugnar, con variantes y diferencias, y alternarse en el gobierno sin que ello signifique una ruptura con el sistema ni ¨transición” alguna. Se trataría de delimitar parámetros y coordenadas para un período histórico, dentro de los cuales se libraría la competencia entre las fuerzas enfrentadas, a las que les correspondería formular proyectos dentro del modelo, colocar acentos, construir visiones innovadoras o mostrar mayores grados de capacidad de gestión.

Un planteamiento de esta naturaleza tiene al menos tres objeciones. La primera corresponde a la interrogante de cómo puede ser tan consensual o mayoritario el modelo vigente si las cuotas de popularidad del presidente Nicolás Maduro han descendido en los últimos meses. En este caso se confunde la valoración de un modelo con la apreciación que se pudiera tener sobre la gestión de un determinado equipo de gobierno. Pero obviamente, son cosas distintas, y bien se puede estar con una determinada forma de organizar la vida económica y social y en desacuerdo con un grupo dirigente que dice expresarla.

Una segunda observación pone en duda la condición consensual o mayoritaria del modelo vigente, en razón de situaciones como la inflación, la escasez, mercado negro, arbitrariedades o corrupción. En este caso se confunde el modelo con la mala gestión del mismo, con la ineficiencia, las desviaciones o sus perversiones. En realidad, en cualquier tipo de modelo pueden presentarse problemas como los señalados.

Una tercera inquietud interpela sobre las características del modelo. Ahora, los parámetros están allí, a la mano, en lo más diversos estudios de opinión: economía mixta y productiva, con fuerte sector público y otro privado, un Estado que regule sin asfixiar las iniciativas, democracia participativa, distribución social de la renta, primacía de lo popular, integración suramericana. Este modelo se puede manejar de manera eficiente o ineficiente, depende de quién esté al mando.

Por supuesto, es un esquema distinto al de una estatización generalizada o al de un neoliberalismo salvaje. Sin embargo, los polos doctrinarios constituidos por dirigentes políticos y empresariales pudieran admitir que sus visiones no son viables en las actuales circunstancias, y que por un período histórico no prevalecerán en las políticas públicas del Estado venezolano.  Para eso es el diálogo.

Leopoldo Puchi

 

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