Cada vez que asesinaba a una persona, el peruano Pedro Nakada cerraba los ojos y recordaba cómo sus hermanos abusaron de él cuando apenas tenía cuatro años. Fue precisamente este odio, el que lo convirtió en un asesino en serie, teniendo entre sus víctimas al menos a 25 personas
“Estoy purificando la tierra de Huaral, por orden de Dios”, con estas palabras Pedro Pablo Nakada Ludeña, quien pasó a ser llamado por los medios de comunicación de Perú como “El Apóstol de la Muerte”, justificó los asesinatos que cometió contra personas que, según él, eran escoria social: prostitutas, drogadictos, homosexuales y asaltantes.
Por aquella época, la policía de Huaral en Perú buscaba a un asesino en serie que había matado a cinco personas, entre el 18 y el 27 de diciembre del 2006, de un tiro en la cabeza tipo ejecución. Finalmente, una veintena de testigos llevaron hasta Pedro Pablo Nakada Ludeña, de 33 años, al que detuvieron el 28 de diciembre de ese año en el taller mecánico en el que trabajaba.
Rodeado por la policía, se defendió a tiros con la pistola que se cree utilizó en sus crímenes e hirió a un agente. También detuvieron a un compañero de trabajo, Martín Cristian García Poncino, de 26 años, que declaró que no tenía nada que ver con los asesinatos, pero al parecer sí participó en algunos robos.
Nace un criminal
Pedro Pablo Nakada Ludeña nació en Huaral en 1974, fanático religioso, se proclamaba “El Apóstol de la Muerte” y decía ser el enviado de Dios, que tenía la misión divina de aniquilar a sus enemigos, por lo que asesinó a balazos a sus víctimas, pasando ha ser considerado el mayor asesino en serie de la historia peruana.
Pedro Pablo aparentaba ser un muchacho tranquilo, callado y solitario. Seleccionaba a sus víctimas de acuerdo con un perfil que estaba en su mente, pues según propia confesión, había “actuado por órdenes de Dios para purificar la tierra de prostitutas, drogadictos, homosexuales y asaltantes”. En ese momento, la policía lo relacionaba con ocho asesinatos, sin embargo, su respuesta fue sorprendente: “ustedes están equivocados, yo maté a 25 personas”.
“El Apóstol de la Muerte”, antes de ajusticiar a sus víctimas, colocaba un silenciador en la punta del arma para que nadie escuchara el disparo. El asesino averiguaba la ubicación de fumaderos y prostíbulos, acudía a dichos lugares y mataba a los pecadores, como a Teresa Cotrina de 50 años, a quien mató por encontrarla fumando marihuana.
Otros de los crímenes confesado por Pedro Pablo fue narrado con total frialdad: “yo maté a los profesores Nazario Tamariz Pérez y Didier Zapata Dulanto, porque ellos caminaban por el borde de un canal de regadío agarrados de la mano, se hacían cariños como una pareja de enamorados y como yo soy el purificador de la tierra no quedó otra opción que asesinarlos, porque los homosexuales solo hacen daño a la sociedad”.
También señaló que mataba a las personas para que no siguieran sufriendo, como por ejemplo, a los alcohólicos Agustín Andrés Maguiña Oropeza de 55 años y Luís Melgarejo Sáenz de 35 años, “los investigué por más de un mes y cuando me enteré donde se refugiaban para tomar, preparé mi arma y les di dos disparos en la cabeza para que descansaran en la paz de Dios”.
Igualmente, ultimó al homosexual Wilmer Muñoz Villanueva de 42 años, justificándose en que odiaba a los homosexuales porque cuando era niño, sus hermanos mayores lo violaron porque creían que él había matado a una perra que tenían en la casa. Contó entre lágrimas que no logró superar la muerte de su padre biológico, quien siempre lo defendía de las burlas de sus hermanos y amigos.
El último de sus crímenes, según confesó, lo consumó un día antes de su captura, en la Urbanización Grau. Como lo hizo con todas sus víctimas, atacó a traición a Nicolás Purizaca Gamboa de 36 años, a quien le propinó dos disparos en la cabeza. Nakada Ludeña dijo haberlo asesinado porque era drogadicto.
Al ser detenido, manifestó que la noche de fin de año pensaba tirar una granada de guerra en una concurrida discoteca de la zona. La policía denominó la captura del asesino en serie como “Operación Mesías” y la primera noche que el sujeto pasó en la celda del penal de Carquín en Huaral trató de suicidarse golpeándose la cabeza contra la pared.
Pedro Nakada fue hallado responsable del delito de homicidio calificado en agravio de Agustín Andrés Maguiña Oropeza, Luís Melgarejo Sáenz, Carlos Edilberto Merino Aguilar, María Verónica Tolentino Pajuelo, Luís Enrique Morán Cervantes, Pedro Omar Carrera Carrera, Enoch Eliseo Félix Zorrilla, Hugo Vílchez Palomino, Widmar Jesús Muñoz Villanueva, Nell Cajaleón Pajuelo y otras víctimas más, siendo sentenciado a 35 años de cárcel.
Sin embargo, pese a que el acusado se encontraba recluido en el penal de Carquín desde diciembre del 2006, el Poder Judicial decidió eximirlo de sus responsabilidades penitenciarias y dispuso su traslado a un centro de salud mental en San Juan de Lurigancho por padecer de esquizofrenia paranoide, a pesar de que, anteriormente, un informe legal lo había declarado mentalmente sano.
Hasta la fecha, la Sala Penal de Apelaciones de la Corte Superior de Justicia de Huaral, donde se encuentra vigente el Nuevo Código Procesal Penal, ha declarado que el asesino pase 35 años recluido en un centro psiquiátrico.
“Se está haciendo el loco”
Los familiares de las víctimas de Pedro Pablo Nakada, conocido como “El Apóstol de la Muerte’, han exigido al Poder Judicial que el homicida en serie, declarado inimputable, cumpla su condena de 35 años en cualquier pabellón de la cárcel y no en el psiquiátrico. Estas personas aseguran que Nakada “se está haciendo el loco” para conseguir beneficios y pasar de manera más tranquila su tiempo de reclusión
Edda Pujadas
Twitter: @epujadas