Lograr ser una economía diversificada implica que el país cuente con un tejido industrial capaz de proveer o suplir -al máximo posible- los requerimientos de materias primas y/o productos finales de nuestro país, aunque no es realista aspirar una autarquía, pero sí es posible producir muchísimas cosas que hoy se importan desde otros países
Cumplido el loable intento por parte del Gobierno Bolivariano de detener la caída de la cotización de los precios del petróleo, según se desprende de la última reunión de la OPEP, los próximos pasos deben orientarse a construir propuestas y soluciones que atenúen los efectos de esta situación.
La providencia nos está dando una nueva oportunidad. Por lo menos así lo percibimos quienes pertenecemos al mundo del emprendimiento en todos los ámbitos, no solo el empresarial. Son plausibles todos los anuncios realizados por el Ejecutivo Nacional, entre ellos y quizás el más importante: garantizar la inversión social a pesar de la caída de los precios del petróleo.
Sin embargo, no es un secreto que Venezuela debe iniciar un proceso de revisión profunda de su estructura económica. Básicamente, el reto archiconocido es reducir la dependencia del gasto público de los vaivenes de los precios del petróleo, porque todos sabemos que hay servicios gubernamentales de alimentación y salud, por ejemplo, que tienen un margen de maniobra muy pequeño para recortarse con facilidad, en tiempos de vacas flacas.
Lograr ser una economía diversificada implica que el país cuente con un tejido industrial capaz de proveer o suplir -al máximo posible- los requerimientos de materias primas y/o productos finales de nuestro país, aunque no es realista aspirar una autarquía, pero sí es posible producir muchísimas cosas que hoy se importan desde otros países.
Así el aparato productivo demandará menos dólares al Estado venezolano, un ahorro que sería muy oportuno para un país que ve mermar sus ingresos en divisas. En una etapa superior, una sólida industria nacional con capacidad exportadora no solo puede ahorrarle dólares a la nación, si no que puede traer dólares al país, de forma tal que exista otro generador de divisas y a la vez oferente de dólares.
Aclaro, sinceridad mediante, que esto no se va a lograr en tres meses ni un año, quizás se necesite un lustro como mínimo, pero es bueno que los venezolanos vayamos entendiendo que un problema estructural no se resuelve con una dieta mágica de esas que ofrecen para quitarse 10 kilos en 2 semanas.
La vía que estoy proponiendo, admito que nada nueva, exige dedicación exclusiva, intensiva, creativa y persistente en el tiempo, no programas intermitentes, sujetos a cambios y caprichos de cada nuevo ministro o alto funcionario de gobierno.
Recordemos que la industria no es la bolsa, donde los capitales llegan y apuestan cuando ven la cosa buena, pero cuando la cosa se pone fea, salen volando como las golondrinas, aves conocidas por sus hábitos migratorios.
Una inversión industrial es una inversión de largo plazo, pesada, exigente en mano de obra y tecnología. El que apuesta a la industria tiene deseos de estar per saecula saeculorum enterrado en un país, por tanto las condiciones de seguridad jurídica y entorno mas o menos predecible es una condición sine qua non. Y no es que la industria no pueda ser flexible y adaptarse a los cambios del clima o la temperatura del mundo de los negocios, pero sí es necesario vislumbrar un horizonte determinado.
Miguel Pérez Abad