El sujeto llevaba a sus víctimas a zonas solitarias, donde las estrangulaba, lo cual le causaba placer sexual. A la mayoría las destripó y bebió su sangre, abandonando los cuerpos en el campo
Uno de los primeros casos modernos de vampirismo criminal lo encontramos en el italiano Vincenzo Verzeni, quien desde la infancia encontraba placer en estrangular gallinas. Al alcanzar la adolescencia se comienza a interesar en las mujeres y al principio simplemente ahorcaba a sus víctimas hasta alcanzar el orgasmo, pero las dejaba con vida.
En 1871 su perversión dio un giro drástico, al llevar a una niña de 14 años a campo abierto, donde la estrangula hasta la muerte y después, en un ataque de sádico frenesí, la mordió y succionó su sangre. Arrancó sus intestinos, mutiló sus genitales y cortó una parte de su pantorrilla. Después, atacó a otra joven mujer y le abrió la garganta para beber su sangre.
Pasión por la sangre
Vincenzo Verzeni, nacido en 1849 en Italia, estuvo en prisión desde el 11 de enero de 1872 hasta su muerte, acusado del intento de estrangulamiento de su tía Marianne, mientras esta yacía enferma en la cama; de una mujer casada de 27 años y de una señora a quien le apretó el cuello mientras estaba de rodillas sobre su cuerpo.
Pero esto no es todo, Verzeni era sospechoso de varios asesinatos. En diciembre de 1870, Johanna Motta, de 14 años, se encaminó una mañana hacia un pueblo vecino, pero como no regresaba, su jefe salió en su busca y halló el cadáver en los alrededores de la región, atrozmente mutilado, con innumerables heridas.
Los intestinos y genitales habían sido extraídos del cuerpo abierto y se hallaron en las inmediaciones. La desnudez del cadáver y las erosiones en los muslos apuntaban a una agresión deshonesta, la boca llena de tierra indicaba asfixia. Cerca del cadáver, bajo un montón de paja, se encontró un trozo arrancado de la pantorrilla derecha y restos de ropa. No se pudo dar con el culpable.
El 28 de agosto de 1871, Frigeni, mujer casada de 28 años, salió temprano al campo. Tampoco regresaba, por lo que su marido salió a buscarla. Encontró el cadáver desnudo en el bosque, con marcas de una cuerda en el cuello que indicaban que había sido estrangulada, cubierta de heridas, desmembrada y con los intestinos fuera.
Al día siguiente, 29 de agosto a mediodía, Maria Previtali de 19 años, salió al campo, pero fue seguida por su primo Verzeni, que la arrastró a un bosque de cereales, la arrojó al suelo y le oprimió el cuello. En un momento en que la soltó para cerciorarse de si andaba alguien por allí, la muchacha se levantó y consiguió con sus súplicas que la dejara ir.
Degeneración hereditaria
La joven narró lo sucedido y Vincenzo Verzeni fue llevado a juicio a sus 22 años. Los psiquiatras que intervinieron en el caso determinaron que sufría de una atrofia congénita del lóbulo frontal derecho. Al parecer tenía un cráneo de tamaño superior a la media, asimétrico.
Explicaron los especialistas que el hueso frontal derecho era más estrecho y bajo que el izquierdo, la protuberancia frontal derecha estaba poco desarrollada, la oreja derecha era más pequeña que la izquierda y en ambas orejas faltaba la mitad inferior de la hélice. También sufría de cerviguillo, enorme desarrollo del hueso cigomático y de la mandíbula inferior, pene muy desarrollado y sin frenillo, ligero estrabismo y miopía.
Al parecer, Verzeni presentaba degeneración hereditaria: dos de sus tíos eran unos cretinos y un tercero era microcefálico, imberbe, le faltaba un testículo y tenía el otro atrofiado. El padre presentaba vestigios de degeneración pelagrosa y sufrió un ataque de hipocondría pelagrosa. Un primo padeció de hiperemia cerebral y otro era un ladrón.
Durante las investigaciones policiales, se determinó que Verzeni presentaba una inteligencia común, sabía defenderse bien, procuraba demostrar su coartada y arrojar sospechas sobre otros. En su pasado no había indicios de enfermedad psíquica, pero era una persona callada y amante de la soledad. En prisión, donde tendía a masturbarse, confesó sus crímenes y los motivos de éstos, por lo que fue condenado a cadena perpetua.
Sin remordimientos de conciencia
Manifestó que, al cometerlos, experimentó una sensación indescriptiblemente agradable, acompañada de erección y eyaculación. Le bastaba con rozar apenas el cuello de sus víctimas para que le asaltaran sensaciones sexuales. Le daba igual, por lo que respecta a estas sensaciones, que las mujeres fuesen viejas, jóvenes, feas o bonitas.
Por lo general, le bastaba con oprimirles el cuello para obtener placer. Las excoriaciones en los muslos de Motta fueron producidas por sus dientes mientras chupaba la sangre con delectación. Succionó un trozo de pantorrilla y después se lo llevó a casa para asarlo, pero por el camino lo ocultó bajo un montón de paja por miedo a que le descubriera su madre.
También transportó consigo la ropa y las entrañas durante un trecho porque disfrutaba olfateándolas y manoseándolas. Después de los crímenes tenía siempre una sensación muy placentera, un sentimiento de gran satisfacción, por lo que nunca sintió remordimientos de conciencia. En ningún momento se le ocurrió tocar los órganos sexuales de las mujeres agredidas o violar a sus víctimas, le bastaba con estrangularlas y chuparles la sangre.
Así era Verzeni
Al parecer, los impulsos sexuales normales eran ajenos a Vincenzo Verzeni, pues sólo tuvo dos amantes, a las que se conformaba con mirar y él mismo se sorprendía de no haber sentido ganas de estrangularlas o de oprimirlas con sus manos. Durante los interrogatorios, no se halló en él rastro de sentido moral ni de arrepentimiento. Verzeni mismo manifestó que era mejor mantenerlo encerrado porque en libertad era incapaz de resistirse a sus depravados deseos
Edda Pujadas
Twitter: @epujadas