No hay dudas de que existe la ética y además que es de cada uno el asunto, pero cabría preguntarse si hay también una ética política o de la acción política o del político
Dijimos la semana pasada que el Poder y su naturaleza compleja hacían difícil una definición, pero que correríamos el riesgo de esbozar algunos rasgos en la mención de la acción que impone al uno sobre el otro. Afirmamos también que la violencia instrumentalmente operaba como una herramienta de eventual convocatoria aunque creemos con Hannah Arendt que el poder es concertación básicamente, aquiescencia, comunicación, convencimiento.
Weber no obstante y en la clínica del Estado advierte que el susodicho se realiza dotado del monopolio de la violencia y así alcanzaba su propósito liminar reuniendo fuerza e institucionalidad. Prevalecer es lo propio del Estado y ello legitimado en el bienestar común que lo sustentaría, para lo cual erigirse y primar ante cualquier contingencia era de su natural vocación. La razón de Estado se convierte en un ejercicio racional de enorme gravitación en la decisión pública.
Pero como recordaba Duguit “nadie se desayuno con el Estado”. Son hombres quienes lo conducen y así acontece con el poder que actúa dentro de ese marco como también habría dicho Burdeau. Entonces es a ratos, el poder el hombre y el Estado mismo toma esa forma; motivo por el cual nos vemos arrastrados por esa vorágine que es el hombre y sus circunstancias como diría Ortega y Gasset.
¿Pero y qué es el hombre a fin de cuentas?, nos preguntamos. Rousseau ensaya una respuesta que nos ilusiona inmediatamente como veremos al elevar el asunto a otra dimensión: la liberté est le fondement de la condition humaine. Somos humanos si somos libres. ¿Y como somos libres? Superando las impulsiones y el egoísmo que nos son propios. Y para controlarnos, Rousseau visualiza un ejercicio libérrimo dentro del Estado. Un intercambio entre la libertad natural con la que nacemos y las libertades civiles, morales y políticas a las que accedemos al participar de los asuntos públicos iguales ante la ley. Entre el jusnaturalismo y el republicanismo se mueve el ginebrino.
Empero lo anotado llegamos al punto de determinar que aunque la racionalidad sea compleja el hombre es el poder y es el Estado. En él obra la institucionalidad y él se debe a ella. El elemento que permitirá ese desdoblamiento unitario, ese oxímoron es la Ética como creemos se hará evidente de seguidas. En efecto; en un diccionario se lee que la ética es la disciplina que se ocupa de pensar el valor del bien, su naturaleza, su relación con otros valores y la fundamentación de las normas morales que rigen nuestras acciones. Una decisión que discierne entre lo propio y lo común, entre lo individual y lo colectivo, entre lo bueno y malo en esa perspectiva permite la asunción de roles y educa la actuación. Es normación, autocontrol, devoción a los presupuestos de pensamiento con los que el hombre entiende su ser social. Es asumir el interés general como el bien a tutelar que incluye, subordinar el interés propio y por eso es harto difícil lograr el cometido sin falencias ni carencias que como tentaciones surgen y persiguen al poder y al hombre que lo encarna poniéndolo a diaria prueba.
No hay dudas de que existe la Ética y además que es de cada uno el asunto pero cabria preguntarse si hay también una Ética Política o de la acción política o del político ? Eso nos propone una breve recensión en la llamada Ética Política de Nicolás Maquiavelo, quien por cierto no separa Ética y Política sino Ética Clásica y Ética Política como nos enseña el catedrático Javier Franzé desde la Universidad Complutense de Madrid, pero lo haremos la próxima semana Dios mediante.
Nelson Chitty La Roche
@nchittylaroche