[dropcap]C[/dropcap]omo ya uno ha perdido, un poco, la capacidad para sorprenderse, y como desde hace muchos años conocemos a Ricardo Sánchez, y hemos seguido su trayectoria, sabíamos que verle el rostro verdadero, el que se esconde tras la máscara mediática, era solo cuestión de tiempo. Sé que no le gusta que lo critiquen, alguna vez se molestó conmigo, y me lo hizo saber, cuando cuestioné sus tácticas avasallantes y ventajistas, muy parecidas a las del chavismo, para promover las candidaturas de sus copartidarios a la Federación de Centros Universitarios (FCU) cuando ya a él le tocaba dejar el puesto. Tampoco le gustaba mi prédica, que aún sostengo, contra la pretensión “vitalicia” de algunos liderazgos estudiantiles. Estudioso sí, pero estudiante no se puede ser toda la vida. El liderazgo estudiantil, así lo creo y lo creeré siempre, es por definición temporal, y mal ejemplo se le da a nuestra juventud cuando el empeño de mantenerse al mando desconoce las costuras que siempre se les ven a quienes, aunque ya han perdido el ímpetu de la juventud temprana, siguen vistiendo de “mano blanca” en apretadas franelas que ya no les quedan, solo para mantenerse donde están.
Quizás a Ricardo, que acaba de avalar con su voto como diputado la ratificación de nada más y nada menos que Luisa Ortega Díaz como Fiscal General de la República, además de todo un procedimiento de selección y de ratificación del Poder Ciudadano que convirtió a nuestra Carta Magna en papel toilette, lo que le ha faltado es tener más gente que lo baje de los pedestales, más personas que le hicieran ver, de buena fe, sus yerros. Quizás le ha faltado humildad, pero además mucha coherencia y consistencia. Sus méritos los tuvo, son tan indiscutibles como parte de su pasado. Allá por el 2007, cuando el Movimiento Estudiantil Venezolano dio la cara por todo un país, contra el abuso del cierre de RCTV y contra la fallida propuesta de reforma constitucional promovida por Chávez, Ricardo Sánchez fue ejemplo y pieza clave. Fue parte de esa generación de oro que lideraron Yon Goicoechea, Freddy Guevara, Gaby Arellano, Diego Scharifker, David Smolanski, Douglas Barrios (¿Recuerdan su impactante discurso ante la AN?), Manuela Bolívar, Nixon Moreno, Stalin González, Miguel Pizarro y muchos otros, jóvenes todos ellos indómitos, indoblegables, valientes, que le dieron a la oposición en Venezuela un nuevo sentido: el de la esperanza.
Pero los años han pasado, y a todos nos han cobrado sus cuotas. Algunos han escapado de la persecución y hoy callan; otros se han dedicado a sobrevivir, unos pocos siguen en la pelea desde arenas diferentes. También han surgido caras nuevas y luminosas. Las comparaciones siempre son odiosas pero no veo, por ejemplo, a Freddy Guevara ni a Miguel Pizarro, hoy convertidos en políticos, transando principios y valores a costa de la confianza que en ellos han depositado quienes los apoyan. Solo por poner un ejemplo, solo por plantear una hipótesis, no veo a ninguno de los antes mencionados, excepción hecha ahora con Ricardo Sánchez, votando si así hubiera tocado en la AN por mantener en el puesto, en su momento, a Isaías Rodríguez, el antiguo Fiscal General, uno que comparado con Luisa Ortega, en lo que a persecución de la juventud y de los estudiantes se refiere, es un niño de pecho.
No Ricardo, votar a favor de la propuesta del oficialismo sobre el Poder Ciudadano, negativa y espuria en su forma y en su fondo, no es “estar a favor del diálogo”. Es estar a favor de la violación sistemática de nuestra Constitución y de la barbarie. Al levantar tu mano para ratificar a la Fiscal General en su cargo, por ejemplo, lo que has hecho es darle el “sí” a que ciudadanos de este país den con sus huesos en la cárcel de la mano, únicamente, del testimonio anónimo e ilegal de un “patriota cooperante” o por lo que dice solamente un escueto “Acta Policial” en el que solo consta el dicho, falseado y tergiversado, de sus captores; lo que has hecho es celebrar que cerca de dos mil personas, en su mayoría jóvenes que no llegan a los 30 años de edad, estén sometidos hoy a procesos penales solo por haber hecho este año lo que tú mismo, en su momento, hiciste: protestar pacíficamente contra el abuso en el poder. 63 ciudadanos están estas navidades presos por anhelar un mejor país, y todo eso ha sido hechura de la Fiscal General a la que le acabas de dar tu “voto de confianza”.
Cerca de 150 casos de torturas y de tratos crueles, inhumanos y degradantes siguen “engavetados”, mientras tú sonríes y votas para que esto se mantenga como está. Las propias estadísticas oficiales demuestran que, en relación a los delitos que no tienen que ver con la persecución política, la impunidad generalizada sobrepasa el 90% ¿Estás entonces de acuerdo con eso? Quitando el uso descarado del ius puniendi como herramienta para desarticular cualquier atisbo de disidencia o de crítica al poder, ya motivo suficiente para no votar por Luisa Ortega, la Fiscalía ha demostrado ser francamente inútil para combatir la inseguridad que a todos, sin distinciones, nos agobia ¿No es esa razón más que suficiente para querer otro Fiscal General? Pregúntale si quieres a los padres de Génesis Carmona, de Geraldine Moreno, de Bassil Da Costa, de Juancho Montoya, de Alejandro Márquez, de Adriana Urquiola y de tantos otros que fueron asesinados este año durante las protestas si están de acuerdo con los desempeños de nuestro Ministerio Público.
Pregúntale lo mismo a la madre de cualquier zona humilde de nuestra nación, a una que ha perdido a sus hijos a manos del hampa, si le parece bien que tú alces tu mano ratificando a la Fiscal cuando el homicida de sus vástagos se pasea, impune, por las calles del mismo barrio en el que le mató a su muchacho.
Yendo más allá, la Constitución es muy clara al establecer que los integrantes del Poder Ciudadano deben ser elegidos por la AN mediante mayoría calificada, por las dos terceras partes de los votos, no por mayoría simple. Eso es lo que dispone el Art. 279 de nuestra Carta Magna. Levantaste tu mano, Ricardo, y confirmaste que estás de acuerdo con “saltarse a la torera” nuestras normas fundamentales cuando así le conviene al poder.
Eres el suplente de María Corina Machado, que fue injustamente removida de su curul por un procedimiento tan inconstitucional y arbitrario como el de la reciente designación de los integrantes del Poder Ciudadano. Contra aquello, aunque sin mucha intensidad valga decirlo, sí alzaste la voz ¿Contra este nuevo exabrupto no tuviste nada que decir? Son igualmente graves. MCM fue la diputada que más votos recibió al momento de su elección, fueron más de 235.000 votos. Eso, aunque sea de “refilón”, como su suplente te comprometía ante quienes les dimos, como fórmula, ese voto de confianza ¿Nos preguntaste, a ella y a nosotros, si estábamos de acuerdo con el papel que representas ahora?
Tú sabes la respuesta, así que no me queda más, como elector, que quitarte mi voto de confianza.
Ya sabemos dónde está el tuyo.
CONTRAVOZ
Gonzalo Himiob Santomé