Usar diariamente cajeros automáticos, cambiar hábitos de consumo, invertir horas diarias en filas y sacrificar tiempo libre en la búsqueda de productos básicos: la inflación y la escasez golpean cada vez más a los venezolanos.
Cada madrugada, en supermercados, tiendas de electrodomésticos y farmacias, comienza a crecer la hilera de personas en procura de artículos de primera necesidad cuya presencia en el mercado se ha vuelto intermitente.
Mientras Carlos Jones, electricista de 50 años, espera para comprar detergente, declara a la AFP que acostumbra detenerse en abastos antes de ir al trabajo, durante su receso de mediodía y al culminar su jornada laboral.
«Hoy vengo de tres mercados -cuenta Jones- en uno conseguí desodorante y, en el otro, jabón. Ayer pasé tres horas de cola y cuando llegué, no había de lo que buscaba», asegura.
Según la encuestadora Datanálisis, la escasez -de uno de cada cuatro productos básicos- ha llevado al venezolano a dedicar más cantidad de tiempo en recorrer comercios: una persona invierte a la semana ocho horas -una jornada de trabajo- en hacer sus compras habituales.
Leche, jabón, pañales desechables para niños y adultos, ciertos medicamentos, desodorante y harina de maíz -materia prima para cocinar las arepas, que son fundamentales en la mesa venezolana-, son algunos de los productos que escasean.
Mauricio Tancredi, presidente de la cámara de comercio Consecomercio, declaró a una radio local que le preocupa el deterioro de la calidad de vida: «Nunca habíamos visto tantos negocios cerrando temprano o abriendo tarde porque no tienen mercancía que ofrecer».
Varios propietarios de restaurantes en Caracas aseguran a la AFP que tienen en su plantilla a un empleado contratado exclusivamente para recorrer supermercados y tiendas en busca de los productos necesarios para sus cartas.
Una tienda de electrodomésticos del este de Caracas reparte tickets a sus clientes para futuras citas. Este miércoles atendieron a aquellos que estaban convocados para el 2 y 3 de enero. El resto deberá volver la semana próxima para fijar otra cita, si está disponible el artículo que requiere.
«Ya no tenemos mercancía», advierte el encargado, y muchos se retiran. Entre ellos, está Teresa Merchán, maestra jubilada de 74 años de edad: «Simpatizo con el régimen, pero no estoy de acuerdo con esto. Vine buscando una cocina y lo que me ofrecieron fue una nevera. Vivimos en total incertidumbre».
El trueque se ha convertido en una práctica común entre venezolanos, que utilizan redes sociales y chats para establecer comunidades virtuales y compartir información sobre la existencia y localización de algún producto básico.
La encuestadora Datanálisis advierte que se ha perdido fidelidad por las marcas y, en algunos casos, se recurre a productos sustitutos no concebidos para tales funciones. AFP