En el presente, se está volviendo a un tipo de relación liberal. En el pasado siglo XX varios importantes personajes se hicieron eco de esta modalidad de relacionarse, tales como Simone de Beauvoir, Jean Paul Sarthe, Salvador Dalí y Frida Kahlo.
En una relación abierta, sobre todo en el momento de tener sexo, se pone de manifiesto que no existe compromiso, y así se deja por sentado que los reclamos, los celos y el respeto por los sentimientos del otro no cuentan demasiado, por no decir que valen muy poco.
Por otra parte, el otro o la otra que forma parte del vínculo heterosexual puede no estar al tanto de la presencia de un tercero, y quizás de un cuarto, por lo que sería una regla de quien practica las relaciones liberales dejar bien claro cuáles son sus intenciones.
Asimismo, las relaciones abiertas no son sólo asunto de hombres. Las mujeres están aceptando esta clase de vínculo, sin que la conciencia las perturbe, porque ellas tampoco quieren compromisos que las aten, para, de ese modo, vivir como mejor les parezca, mientras la diversión les atrae más que los riesgos de un comportamiento promiscuo.
- Monogamia: ¿un asunto de evolución?
Parece que nos balanceamos en dos tendencias, por decirlo de algún modo. Por un lado, cierto funcionamiento neurológico, promovido por algunas hormonas, nos lleva a la fidelidad. Por otro, la lujuria tiene su razón en el instinto primario, aquello que nos acerca a lo animal, no racional e irreverente.
Por consiguiente, son dos sistemas que funcionan por separado. El primero es más evolucionado que el segundo, pues deriva de la capacidad de enfoque. Por lo anterior, el que se haya evolucionado a la monogamia, más que un convencionalismo, responde a un factor de evolución humana.
De igual manera, la poligamia –lo más cercano a las relaciones abiertas porque se mantiene contacto sexual con personas diferentes en una misma circunstancia- es una manera de dar supremacía al sexo masculino sobre el femenino, lo que se traduce en que el hombre está en una posición privilegiada sobre la mujer. Por ende, a medida que se habla de igualdad de género, también se desmonta la tesis de relaciones poligámicas, cuando un varón puede relacionarse sexual y afectivamente con varias mujeres.
A pesar de lo anterior, cuando una mujer tiene relaciones abiertas con varios hombres, estaría formando parte de un tipo de relación poligámica, en la que adoptaría la misma posición que el hombre en el pasado, o en algunas religiones, por ejemplo, la musulmana, en la que el varón puede contraer matrimonio con varias mujeres.
2 La relación liberal niega el compromiso
En el momento actual, hay una mutación en las relaciones de pareja, que ya tiene sus antecedentes en el pasado, que conduce a un nuevo tipo de relación sentimental, aunque de sentimental no tenga nada, más bien lo sexual prevalezca sobre lo moral y lo afectivo, y lo liberal sobre el compromiso y la responsabilidad.
Asimismo, en esta clase de vínculo, no hay derecho a reclamar por atención como cuando existe una relación de fidelidad, en la que se hace un compromiso de no permitir la intromisión de un tercero.
A pesar de lo anterior, cuando se mantiene una relación abierta, no se está exento de sentir celos, para dejar por sentado nuestra condición humana, por más filosofía barata que queramos aplicarnos en el momento de justificar esta manera de relacionarse.
De igual forma, quienes quieren una relación abierta pueden confrontar el problema del surgimiento de algún sentimiento que se escape en ese juego de varios: aunque las emociones se quieran mantener a raya, se puede abrir la puerta a lo efectivo cuando algo tan íntimo como el sexo se comparte, y más aún cuando se práctica sin precaución.
3 Una relación convencional es más segura
A pesar de esa manera de relacionarse que muchos adoptan en sus vidas, sin complicarse demasiado, por fortuna, todavía, muchos apuestan a una relación convencional, en la que, si las condiciones están dadas, comprometerse se convierte en la mejor opción.
La relaciones abiertas tienen su explicación en desterrar la soledad, a veces, amada, otras, odiada, y aunque resultan matizadas por el velo de la libertad y de hacer lo que venga en gana sin rendir cuentas a alguien, hay que aceptar que en un vínculo así no se puede pedir explicaciones ni tampoco hacer reclamos, menos esperar llamadas o mensajes de la persona con la que se tiene intimidad sexual.
Asimismo, en las relaciones abiertas, el egoísmo está presente, cuando los sentimientos del compañero no importan, porque, en definitiva, forman parte de un juego. Lo peligroso, es que, a veces, no se consulta al involucrado sí quiere participar en este intercambio, lo cual es necesario para evitar que alguno de sus participantes salga lastimado, por haber cedido a la atracción pensando que aquello que podía transformarse en amor.
Finalmente, cuando se acepta una relación abierta hay que tomar en cuenta algunos riesgos como: 1) estar expuesto a la promiscuidad, cuando se desconoce cuán activa es la vida sexual de la pareja; 2) terminar haciendo lo que no queremos o nos gusta para evitar la etiqueta de moralista una vez que aceptamos una relación de esta clase; y 3) esa amistad que dio paso a una relación abierta, puede acabar una vez que el odio de la mano con la frustración salga a la luz.
Una relación liberal exige reglas claras:
- Quien quiere sólo sexo y divertirse por un rato, debe dejar bien entendido cuáles son sus intenciones, para así evitar lastimar a quien se suma a un juego de varios sin saberlo, y que cuando conozca la verdad ya es demasiado tarde para retroceder.
- Asimismo, el acto sexual debe ser una actividad que se ejerza con conciencia y amor, pero quien, aun así, practica las relaciones abiertas necesita entender que únicamente por diversión no puede afectar la estabilidad familiar de quienes han elegido la monogamia mediante una relación formal, ya sea noviazgo, matrimonio o concubinato.
LA VOZ DE LA MUJER
Isabel Rivero de Armas