A pesar de existir en el ordenamiento jurídico la alcancía (en Venezuela este rol lo desempeñaría parcialmente el FONDEN, aunque previamente existieron figuras más explícitas como el FEM Y FIEM), hemos cometido el error como nación de no mantener llena esa alcancía, de no haber ahorrado
Es posible afirmar que la mayoría de los venezolanos y venezolanas tuvimos en nuestros primeros años de vida una alcancía, mediante la cual nuestros padres nos motivaban a guardar una parte de las monedas y billetes que nos daban, para enseñarnos la importancia del ahorro.
En aquel entonces la forma más común de las alcancías eran los cochinitos, aunque se mantiene esta milenaria tradición. Allí íbamos acumulando el capital necesario para comprar (o completar el pago) del juguete deseado, la bicicleta, la patineta, los patines, en fin toda una gama variopinta.
A medida que fuimos creciendo, la motivación fue evolucionando, aunque siempre asociada a guardar dinero para poder cumplir con algunas metas materiales, intelectuales o de placer (viaje o estudio) a futuro.
Pero también, ese ahorro, ese cochinito, esa plata de bajo de colchón, o metida en un libro, tiene una concepción de apaga -fuego, de salva vida, de póliza de seguro, dado que se recurre al mismo solo en caso de emergencia, cuando es indispensable, cuando un hecho sobrevenido nos sorprende. En ese momento, valoramos la importancia de haber ahorrado, de no haber roto el cochinito antes de tiempo.
En Venezuela, el apuro y los traumas que nos genera la caída de los precios del petróleo, se hubiesen podido minimizar de contar con recursos en una alcancía. De hecho, existe el ordenamiento jurídico que da forma a la idea del ahorro en época de precios altos del petróleo para utilizarlo en tiempos de caída de la cotización de nuestro principal producto de exportación y el responsable del 95% del ingreso en dólares de l nación.
No obstante, a pesar de existir en el ordenamiento jurídico la alcancía (en Venezuela este rol lo desempeñaría parcialmente el FONDEN, aunque previamente existieron figuras más explícitas como el FEM Y FIEM), hemos cometido el error como nación de no mantener llena esa alcancía, de no haber ahorrado. Por tanto, en estos momentos no es posible contar con ese preciado recurso que es el ahorro. Dicho de otro modo: no podemos romper el cochinito para apagar el fuego.
No es la primera vez que esto ocurre en Venezuela. Sin embargo, ¿cuántas veces más, tiene que ocurrir?. Para un país como Noruega, uno de los principales exportadores de petróleo del mundo, la caída de los precios del petróleo no va a representar, al menos en el mismo grado, los traumas que va sentir el pueblo venezolano, pese a los loables y titánicos esfuerzos que hará el Gobierno Bolivariano para atenuar esta situación. La figura equivalente a la alcancía Noruega cuenta unos 300 mil millones dólares entre activos líquidos, acciones e inversiones.
Es necesario que todo el liderazgo nacional, de manera responsable, no permitamos que esta situación se repita. Si los precios del petróleo volvieran a subir al nivel que se mantuvieron en el último lustro (entre 80 y 100 dólares), es obligatorio que ahorremos al menos el 20% de esos dólares. Esperemos que la providencia y la naturaleza nos brinden una nueva oportunidad para hacer lo propio, para demostrar –fehacientemente- que aprendimos la lección.
Miguel Pérez Abad