Extracto de la novela «La casa de los espíritus» de Isabel Allende, escrita en el año 1982:
«El pueblo se encontró por primera vez con suficiente dinero para cubrir sus necesidades básicas y comprar algunas cosas que siempre deseo, pero no podía hacerlo, porque los almacenes estaban casi vacíos. Había comenzado el desabastecimiento, que llegó a ser una pesadilla colectiva. Las mujeres se levantaban al amanecer para pararse en las interminables colas donde podían adquirir un escuálido pollo, media docena de pañales o papel higiénico. El betún para lustrar zapatos, las agujas y el café pasaron a ser artículos de lujo que se regalaban envueltos en papel de fantasía para los cumpleaños. Se produjo la angustia de la escasez, el país estaba sacudido por oleadas de rumores contradictorios que alertaban a la población sobre los productos que iban a faltar y la gente compraba lo que hubiera, sin medida, para prevenir el futuro. Se paraban en las colas sin saber lo que se estaba vendiendo, solo para no dejar pasar la oportunidad de comprar algo, aunque no lo necesitaran. Surgieron profesionales de las colas, que por una suma razonable guardaban el puesto a otros, los vendedores de golosinas que aprovechaban el tumulto para colocar sus chucherías y los que alquilaban mantas para las largas colas nocturnas. Se desató el mercado negro. La policía trató de impedirlo, pero era como una peste que se metía por todos lados y por mucho que revisaran los carros y detuvieran a los que portaban bultos sospechosos no lo podían evitar. Hasta los niños traficaban en los patios de las escuelas. En la premura por acaparar productos, se producían confusiones y los que nunca habían fumado terminaban pagando cualquier precio por una cajetilla de cigarros, y los que no tenían niños se peleaban por un tarro de alimento de lactantes «…
Confieso haber cedido en mi plan del artículo de esta semana, ante la tentación de reproducir ese párrafo de la novela de Isabel Allende que nos traslada a Chile y al golpe de Estado que dieron los militares a Salvador Allende y su gobierno socialista. Lo hago después de haber conversado con amigos residentes de los Valles del Tuy y quienes me relatan cómo se ha agudizado para los sectores populares la escasez y como la carestía solivianta los espíritus. Claro que Venezuela es otra y quienes nos gobiernan son los militares asociados a una piara marxista que nos legó Hugo Chávez Frías en mala hora pero ¿cómo no reconocer las similitudes entre aquellos días chilenos que precedieron y tal vez para algunos expliquen la acción militar con nuestra cotidianidad?
Yo acuso ante la historia a Hugo Chávez Frías del crimen de hacer arruinado a un país que Dios había dotado de recursos naturales y que en sus manos recibió la mayor suma de dinero de todo su devenir. Lo acuso de mentir y engañar con un discurso falaz a las mayorías pobres a las que compró con prebendas y dádivas comprometiéndolas a sostener un modelo económico, social y político que condujo el país al fracaso y traicionó su soberanía. Lo acuso de haber desfigurado a la República y haber manipulado la herencia de Simón Bolívar. Pero lo peor consistió en hacer del odio y la segregación un signo pesado y cruel de la vida institucional de nuestra patria llamando a esto patria, tratando así de justificar el fracaso y el descalabro.
Ofrecí la semana pasada comentarios sobre la superación de la crisis pero me permití una larga cita como acápite sintiendo que nuestra reflexión merece ilustrarse de ella como memoria histórica. Dejaré entonces sin preámbulos para la semana próxima esos dichos saludando a Freddy Ibarra y Ramón Burgos que luchan a diario allá en Cartanal contra la descomposición social y la desesperanza.
Nelson José Chitty La Roche
nchittylaroche@hotmail.com