Cuando éramos bellas y no lo sabíamos

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Las mujeres de la tercera edad aconsejan a las jóvenes que se valoren, lo que se traduce en que no lloren ni pierdan el tiempo con quien no lo merece, y muchas dirían ni por aquellos que lucen como buenos candidatos

Definitivamente, la vida se define por etapas. En cada etapa hay necesidades particulares. Lo que se quiere en un momento; con mucha probabilidad, ni despierta el mínimo cosquilleo en otro, y viceversa, porque, por lo general, lo que mucho se tiene, su valor se ignora.

Del mismo modo, aquello que se tiene en la juventud y no se aprecia, como belleza, lozanía y esbeltez, en la vejez se anhela, y hasta se añora. Por esta razón, las mujeres de la tercera edad aconsejan a las jóvenes que se valoren, lo que se traduce en que no lloren ni pierdan el tiempo con quien no lo merece, y muchas dirían ni por aquellos que lucen como buenos candidatos.

Lamentablemente, muchas no escuchan, porque, quizá, están enceguecidas por una emoción parecida al amor, además de víctimas de la inexperiencia por su corta edad; incapaces de entender semejantes palabras, a menos que después de un tanto sufrir logren captar la magnitud del mensaje, aunque puede ser que ya sea demasiado tarde, para lamentar o arrepentirse de sus acciones.

1. Un inesperado encuentro

Susana y Patricia tenían tanto tiempo sin verse que apenas se reconocían. Habían pasado los sesenta años. Aunque las dos habían estudiado juntas en el mismo colegio,  una vez que se tomaron muy en serio lo del matrimonio, los hijos, y todo lo que implica la vida familiar, perdieron el contacto.

Una tarde Patricia decide ir al centro comercial más cercano. Pensaba en pasar por la peluquería, entraría si la encontraba vacía. A sus años, lucía bastante bien, tenía una hermosa cabellera sin teñir, una bonita sonrisa y un rostro que se había resistido a envejecer; su rostro era su signo y símbolo de orgullo, de aceptar el paso de los años con dignidad, prestancia y optimismo.

Las expectativas se cumplen. Entra al salón de belleza. Ahí, una vez que decide secarse el cabello, ve a una mujer cuyo rostro le parece conocido. Después de mirar y escudriñar, descubre que se trata de su amiga Susana a quien tenía más de veinte años sin ver.

Reflexiona, se dice: Aunque ha cambiado, Susana se conserva muy bien. La saluda. Las dos inician un diálogo que las une e identifica como miembros del sexo femenino. Y en este momento, como mujeres de la tercera edad, eran capaces de analizar y criticar lo que ha sido de sus vidas, pero desde la óptica del humor y experiencia.

2. “Muy buenos amigos”

Susana le pregunta a Patricia qué es de Ramón. Ella le responde que hace más de quince años que se divorció de él. No obstante, ahora son amigos, “muy buenos amigos”, y esto lo dice con suma picardía.

Con apenas veinte años, Patricia se casó con Ramón. Tuvieron dos hijos. Una hembra y un varón, ya adultos, ambos profesionales, y con una vida hecha. Agrega que, por cierto, su hija tiene la misma cabellera que ella, abundante y sedosa.

A su edad, todavía, Patricia  mantiene un lindo cabello, pero cuando joven era su mayor atractivo, y expresa con una sonrisa: Cuando éramos bellas y no lo sabíamos. Y dice además: Yo tan joven y hermosa perdiendo el tiempo celando al gafo de Ramón, muy enamorado y picaflor. ¡Ah! ¡Ese Ramón! ¡Cuántas rabietas me hizo pasar!

Por su lado, Susana mantenía un cuerpo delgado, casi el mismo que había tenido en su juventud. Se había casado y todavía continuaba con el mismo hombre, pero lamentaba, haber perdido el tiempo en tonterías, porque, definitivamente, a cualquier edad, no se les debe parar mucho a los hombres.

Lo anterior, al unísono, las dos pensaban mientras se ponían más bellas. Y, por supuesto, en su juventud, debido a la lozanía, lo eran aún más, pero, lamentablemente, en ese momento no estaban conscientes de esa gran verdad, y por ello desconocían el valor que tenían como mujeres, olvidaban cuánto valían; oro de 18 quilates, o mejor diamantes en bruto, cuando las emociones las dominaban.

3. Más bella para un amor de antaño

Susana le preguntó a Patricia cómo era eso de que ella y Ramón eran muy buenos amigos. Parecía mentira. Hacía más de diez años que los dos se habían separado. Él había estado viviendo con otra mujer, pero ésta lo dejó. Entonces, comenzaron a salir al cine, a ir a comer, simplemente a pasear, o pasar el rato.

Cuenta Patricia que entre Ramón y ella no existía compromiso; sí afecto. Susana la escuchaba con asombro. Notaba que cuando su amiga hablaba de Ramón le brillaban los ojos.

Añadió Patricia que Ramón la complacía en las cosas que a ella más le gustaban, como ir a comer. Susana se sonrió y le dijo: Ramón es ahora sólo tuyo. Tenían mucho que compartir y se habían perdonado. Por ello aquello que los unió en un principio había resurgido en el presente, y era mucho mejor que en el pasado. Patricia se valoraba como mujer. Por esa razón Ramón también le daba su merecido valor.

Ya Patricia se había secado el cabello. Ahora se iba a arreglar las uñas. Susana le dijo que como estaba bella se citaría con Ramón. A esto ella simplemente añadió: Más bella. Y esa respuesta resumía lo que estaba pasando con ella. Se sentía hermosa, pero su belleza emanaba de su paz interior, la cual provenía de estar bien consigo misma, de reconocerse y apreciarse. Eso lo decía su sonrisa, cálida y hermosa. Su carisma y calidez. Su porte de reina, su femineidad.

El celular de Patricia sonó. Recibía un mensaje de texto. Era Ramón que le recordaba la cita. Se verían al final de la tarde. Harían lo que los dos disfrutaban más. No era el sexo, sino la compañía, tenerse uno al otro, sonreír, apreciar estar vivos y compartir momentos como ésos.

Belleza que emana de adentro

*** Definitivamente, la belleza es un asunto que resulta de estar bien con una misma. Y aunque la juventud es garantía de estar bellas; a veces, por prestar atención a pequeñeces, no se valora lo que en verdad bien lo merece.

*** No hablo sólo de belleza física, sino también de la espiritual, la que permanece con el tiempo, la que resulta de reconocerse, valorarse y quererse. No es asunto de calendario, sino de un nivel de conciencia mayor que brota del mundo interior

La voz de la mujer  /   Isabel Rivero De Armas

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