**** Aunque dicen que la felicidad no depende de una relación de pareja, si se tiene un vínculo que bien marcha, se vive en un estado de armonía que, sin duda alguna, se aproxima a eso que conocemos como felicidad
Aunque tengamos malas experiencias, la existencia se nos hace más placentera cuando amamos y somos correspondidas. Gracias a este noble sentimiento la parte femenina encuentra su lado masculino, o un elemento se suma a un todo mientras lo dual adquiere un mismo significado.
Asimismo, aunque dicen que la felicidad no depende de una relación de pareja, si se tiene un vínculo que bien marcha, se vive en un estado de armonía que, sin duda alguna, se aproxima a eso que conocemos como felicidad.
De igual manera, deseamos que esa pasión sea duradera, para lo que más que atracción hace falta intereses comunes y metas compartidas, porque la química también tiene fecha de expedición, y la relación necesita avanzar de la atracción al enamoramiento; y, luego de ese estado, al amor verdadero. En otras palabras, si la pasión es lo único que se comparte, ese amor pronto perecerá. Por eso, cuando ayer fue el Día del Amor, comparto esta reflexión sobre esa sublime emoción y sus efectos.
1. Un corazón sin frenos
Ese conocido sentimiento denominado amor es una experiencia única que aunque la hayamos vivido se vuelve inédita cada vez que la experimentamos. Es un cúmulo de sensaciones –como el aceleramiento del corazón y pulsaciones- que nos dominan para hacernos perder la capacidad de razonar.
A medida que vamos dejándonos conducir por una pasión desmedida empezamos a sentir algunos síntomas, tales como extrañar la voz del ser amado: su sonrisa, cada gesto, palabra, acción que venga de él, porque para los efectos ya nos hemos rendido ante esa emoción, de tal modo que nos sentimos aquejados por esa pasión que nos ha tocado hasta sacudirnos en lo más profundo de nuestro ser, y a la que no podemos resistirnos debido a que se convierte en una enfermedad, con un único remedio: estar con la persona amada. No obstante, la pasión por sí sola no es indicador del verdadero amor. Y cuando es sólo lo que se comparte, esa relación no alcanzará más que un par de meses.
Ciertamente es que siempre, a pesar de las malas experiencias, podemos enamorarnos con locura cuando creemos que ese amor que sentimos puede realizarse. Entonces, justo ahí cuando confiamos en ese amor, al corazón no le ponemos frenos, sino que dejamos que manifieste sus ganas de amar y de ser amado, porque no intuimos que podemos ser víctimas de daño alguno. Si lo somos viene la desilusión profunda; y de su mano aparecen los estragos en el organismo producto de la ausencia de esas sustancias que activamos cuando nos enamoramos. Y a este estado le sigue un despecho, conocido como guayabo en el argot popular, que necesita su tiempo para superarse, una vez que se da el paso crucial del desenamoramiento a la indiferencia.
2. Efectos químicos
de un amor apasionado
La pasión del enamoramiento tiene una base química de sustancias, como la serotonina, que si se está enamorado baja sus niveles de manera similar a cuando nos una depresión. Al año de la relación es cuando esos valores vuelven a la normalidad.
Otra sustancia es la feniletilamina, una especie de anfetamina natural, capaz de causar efectos similares a la sensación de estar en el cielo. En la etapa inicial de una relación, este componente hace que se tenga mucha energía para estar con un amor día y noche.
Después, cuando la relación llega a un estado de equilibrio, en el que sentimos una sensación de calma y seguridad, en la que también las hormonas se hacen presentes, como la oxitocina, conocida como la sustancia química del abrazo, y vasopresina, denominada la sustancia química de la monogamia.
En definitiva, hay una parte química que se ve afectada cuando se está enamorado que hace que se pase muchas horas haciendo el amor o conversando con el ser amado sin sentir aburrimiento o cansancio, más bien deseando que ese tiempo compartido no acabe.
El estado de enamoramiento produce reacciones que algunos psiquiatras las han asociado con enfermedades en que existen trastornos obsesivos compulsivos, porque, por ejemplo, lavarse continuamente las manos, es algo que no está muy distante de pensar todo el día en la persona amada y desear estar su lado. No obstante, ese estado tiene fecha de vencimiento. Por eso, más importante que una química alucinante y contagiosa, es trabajar para que la relación amorosa sea duradera.
3. El desenfreno es perecedero
Como a los tres años aproximadamente, los efectos de esa pasión abrumadora ceden. Ahí vemos la realidad en su justa dimensión, apreciamos con una óptica gigantesca tanto lo bueno como lo malo. Es en ese momento cuando ese sentimiento ya no nos embriaga como al principio, momento que cualquier discrepancia parece ínfima, aunque esa desavenencia no sea así ante los demás; pero hay que entender ellos no son víctimas de una pasión semejante y sólo lo entenderán cuando sintieran sus abrumadores efectos en su cuerpos y almas cual estado hipnótico en que se pierde la facultad de razonar, y en algunos casos la voluntad también.
Por todo esto, cuando la atracción cede, y nuestro organismo ya no se ve afectado de la misma manera por esas sustancias que ocasionan efectos drásticos, el amor se somete a prueba, decidimos si queremos mantener esa relación o es mejor la separación definitiva.
Cuando se opta por mantener el vínculo, el amor pasa a otra fase, en que la sensación de bienestar, los sentimientos de confianza y solidaridad reinan, porque las metas se hacen conjuntas y los deseos de realizarlas se convierten anhelos compartidos.
Para que ese amor
permanezca…
*** Más que un buen sexo, que no es nada desestimable, busca con tu pareja tener metas compartidas, y trata de que la solidaridad siempre esté presente para que se consolide la unión y surja el amor verdadero.
*** Como la pasión desbordada acaba, esfuérzate en que cada momento que vives con tu pareja sea único e irrepetible, para que ese amor a ambos le dure una vez que se haga más fuerte y sea capaz de sobrevivir a las adversidades que siempre aparecerán en el camino
La voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas