Cuando existen carencias o necesidades desatendidas, aparte de buscar la atención afectiva y sexual del compañero sentimental, pretendemos conseguir el cariño que no nos propinó uno de los papás, a quien se le recuerda como distante
Aunque muchos creen que saben el porqué han elegido a determinada persona como pareja, la mayoría ignora la verdadera razón. Simplemente, sienten por alguien una atracción desmedida, y no son capaces de explicar racionalmente qué les atrae. A esto se suma la dificultad de explicar por qué van acumulando una serie de fracasos resultado de relaciones frustradas.
Tal fracaso se lo atribuyen a la mala suerte en el amor, ya que una vez que acaba la relación dolorosa se inicia otro vínculo insatisfactorio. Entonces, en vez de pensar que se está destinada al fracaso como a relacionarse con parejas conflictivas también, qué influye en esa elección desacertada y en su reincidencia.
1. Presente determinado
por el pasado
Desde la infancia construimos un modelo sobre qué son las relaciones y cómo funcionan, con base en las experiencias iniciales que la persona tiene con los padres, los hermanos y con quienes la han cuidado, como en la medida que ellos han satisfecho o no sus necesidades también.
Por consiguiente, cuando existen carencias o necesidades desatendidas, aparte de buscar la atención afectiva y sexual del compañero sentimental, pretendemos conseguir el cariño que no nos propinó uno de los papás, a quien se le recuerda como distante.
De lo anterior resulta que una experiencia negativa del pasado no superada –como abandono, maltrato o de falta de afecto- se manifiesta en la búsqueda no consciente de conseguir en el otro ese cariño con el que no se contó en una edad en la que el mismo era tan necesario como la alimentación o la protección.
Entonces, se genera un estado de ansiedad que tiene su origen en miedo al abandono cuyo antecedente está en la niñez. De ahí que se puede decir que las personas tienen a relacionarse en la edad adulta de la manera como lo hicieron con sus padres en la infancia. Cuando las relaciones con sus progenitores fueron sanas, equilibradas y satisfactorias, tenderán a buscar parejas con las que pueden tener vínculos similares, igualmente, equilibrados, lo cual resulta positivo y sano.
Al contrario, cuando en la infancia tuvieron una relación marcada por el abandono, en definitiva, un nexo conflictivo, existe una tendencia a repetir la misma experiencia en edad adulta porque, de manera no consciente, se busca una oportunidad de superar esa vivencia frustrada del pasado y que no se ha superado.
2. Relaciones adictivas
Un tipo de relación conflictiva es la adictiva, mejor conocida como dependiente o codependiente. En este modo de relacionarse se confunde el amor con la dependencia afectiva. En esta clase de relaciones, las emociones como el miedo a la pérdida, a la soledad y al abandono nos hacen mantener un nexo que sólo genera frustraciones y desasosiego.
Las relaciones dependientes se reconocen porque en nombre del amor se soporta una variedad de situaciones, en las que se tolera toda clase de maltratos:
A) físicos: golpes o empujones;
B) agresiones verbales: amenazas o calificativos; y
C) psicológicos: negación de necesidades como la alimentación, o cualquier comportamiento intencionado que se da desde una condición de más poder con el que se pretende desvalorizar o destruir el autoestima de la víctima.
Las relaciones adictivas se generan porque hay personas que tienen conductas dependientes para reafirmarse a sí mismas. Y quienes participan en tales vínculos dan más de lo que pueden una vez que niegan sus propias necesidades, mientras el otro también se vuelve dependiente de esa ayuda, mediante la que se ejerce control cuando se espera agradecimiento por tal sacrificio.
La causa de esta clase de relaciones está en un pasado en el que ha existido abuso o abandono; en una situación de pobreza extrema o en la que se ha sido víctima de una persona adicta a las drogas o al alcohol; en fin, algo de atrás que no se ha sanado y que esté causando un comportamiento en que la adicción se confunde con el verdadero amor o con altruismo, cuando una baja autoestima está actuando como telón de fondo, hasta el punto de crear un vínculo destructivo que termina enfermando cada vez más al que forma parte de él.
Finalmente, para salir de una relación dependiente, hace falta ayuda profesional o preguntarse: ¿Si esa relación realmente te hace feliz? y ¿si te mereces un vínculo semejante? Una vez que la respuesta a un “no” se haya hecho evidente, empieza el proceso de sanación para llegar a construir un vínculo sano con otra persona.
3. La agresión: señal de
una relación conflictiva
Una relación conflictiva viene dada por la agresión que termina causando un deterioro psicológico porque quien es víctima de los maltratos termina pensando que es inferior a quien se los propina, y por ello merece ese trato.
De igual manera, quien recibe la agresión puede tener una baja autoestima. A esto se suma que temen ser abandonados, y esto hace que sean capaces de tolerar infidelidades o cualquier maltrato. Además, hay quienes no aceptan que una relación haya llegado a su fin, y por esta razón soportan lo que sea en espera de rectificación de la conducta de la persona amada.
Asimismo, las relaciones en que está presente la agresión pueden estar dentro de la clase de vínculos dependientes, ya que quien recibe tales maltratos piensa que puede tolerar cualquier cosa en nombre del amor, sin importar el daño que la situación le cause, aunque es tanto la desconexión con su interior que ya ha perdido la capacidad de analizar sus emociones.
¿Qué relación
tienes tú?
*** Si en nombre del amor toleras cualquier cosa hasta infidelidades, eres de las que mantiene relaciones dependientes o adictivas. Y en el fondo tienes un gran temor al abandono y la soledad.
*** Igualmente, las relaciones signadas por la agresión, en las que se soporta cualquier maltrato porque se piensa que se merece o no se quiere aceptar que ese vínculo no conduce a nada, constituyen otra manifestación de relaciones dependientes. Por ende, analiza qué relación tienes y pregúntate sí realmente te hace feliz
La voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas