La imputación de Ledezma por golpista, pero por sucesos del año pasado, hace más oscura la cosa. Aclara que sí hay presos políticos, pues un golpe es un delito político
No es fácil tener información cierta sobre la existencia real de unos planes golpistas contra el Gobierno del presidente Maduro. Los dirigentes de la oposición conservadora ya participaron en uno hace casi 13 años; tienen antecedentes claros, aunque no recientes; si se les diera el beneficio de la duda se pudiera pensar que deben haber aprendido la lección de abril de 2002 y por lo tanto dejado de conspirar. Sin embargo, hay elementos para pensar que algunos insisten en vías rápidas no constitucionales. El llamado a la “salida” del año pasado, en dónde estuvieron involucrados López, María Corina y Ledezma, ciertamente levanta sospechas. El “manifiesto” firmado por los mismos actores da pie para pensar que algo había por detrás de los simples deseos de salir del régimen e iniciar ya una transición. En todo caso, el sólo manifiesto, las solas declaraciones, están muy lejos de ser suficientes para acusar a nadie.
La acusación, por otra parte, está hecha por un gobierno sin credibilidad por mentir hasta la saciedad. En el caso de la enfermedad del fallecido Hugo Chávez, dijeron que estaba curado luego que los médicos cubanos le trataron un cáncer abscedado como si fuera sólo un absceso y le diseminaran todas las células cancerosas. Señalaron que estaba libre del cáncer luego de la segunda operación; el propio Chávez corría y hacía ejercicios delante de la prensa para que vieran lo bien que estaba. Maduro llegó a afirmar que había tenido trabajado 5 horas con Chávez, cuando se encontraba grave y convaleciente. Han inventado decenas de magnicidios que no han terminado ni en una simple averiguación; parecerían ir tras el record Guinness de magnicidios hasta ahora en manos de Fidel Castro. Todo esto hace difícil creer en el golpe, pero no lo descarta. A veces pareciera que hay muchas conspiraciones.
La imputación de Ledezma por golpista, pero por sucesos del año pasado, hace más oscura la cosa. Aclara que sí hay presos políticos, pues un golpe es un delito político. A las acusaciones le agregan la guinda de siempre: “asociación para delinquir”. No se sabe cuáles son las pruebas, ni siquiera si realmente existen o si basta con las suposiciones presidenciales. En todo caso, la situación es confusa, aunque el Gobierno insiste en que hay un golpe. Si es así: ¿Dónde están los militares envueltos? No pueden ser sólo unos pocos jóvenes tenientes, sin mando de tropa ni experiencia; unos recién salidos de la Escuela Militar… Además, nadie en su sano juicio puede entender que la conspiración era para matar a Maduro, ahora también a Diosdado, quien lucha por entrar en el club de los “asesinables”, y a Leopoldo López, quien es a su vez uno de los golpistas. ¡Imagínense! Una de vaqueros sería más creíble.
Lo cierto es que intimidan y eliminan opositores en un año electoral. Impulsan así la abstención y presionarán a los empresarios para un nuevo Dakazo.
Luis Fuenmayor Toro